CULTURA › SEIS ESCRITORES ARGENTINOS OPINAN SOBRE SU OBRA

Un debate sin unanimidades

Tomás Eloy Martínez: “Paul Auster es el último heredero de un linaje que se remonta a Melville, a Nathaniel Hawthorne y a Edgar Allan Poe, y que desde allí se prolonga en Faulkner, Scott Fitzgerald y J.D. Salinger. Auster es el mejor reverso de la medalla minimalista de la literatura norteamericana: un creador para quienes los sentimientos son el barco donde navega la Historia, y el azar la brújula que lo guía. No hay en él ninguna de esas ínfimas pinceladas donde –como en los cuentos de Raymond Carver o de Tobías Wolff– se reflejan las briznas de la condición humana. En sus novelas, todos los personajes están sedientos de grandes hazañas”.

Noé Jitrik: “Ciertamente, no me interesa su obra. Y de ninguna manera me parece que pueda ser considerado el heredero de los grandes escritores estadounidenses, entre los que incluyo a Faulkner o Melville. Me sorprende de todos modos el fenómeno que protagoniza en la Argentina, en donde se ha convertido en un autor al que siguen miles de personas. Creo que él refleja esta época y que eso puede llegar a tener algún valor desde el punto de vista histórico o sociológico. Pero eso no garantiza que sus libros tengan valor literario. Se podría decir que él refleja esta época, pero que no la interpreta. Es probable que sus libros digan ‘cosas piolas’, pero en ese sentido creo que eso puede alejarlo de la posibilidad de ser un buen escritor. Cuando me topo con una página de Flaubert, no dudo de que estoy frente a algo que merece y merecerá siempre ser leído, que es mejor que una página en blanco. Con Paul Auster no podría decir lo mismo”.

Marcelo Birmajer: “No leí su obra completa, pero sí algunos de sus principales libros. Recuerdo especialmente El cuaderno rojo, Fantasmas -que trata de un detective que se busca a sí mismo–, La invención de la soledad y La música del azar. Tanto este último libro como Fantasmas me parecieron un poco rebuscados. Debería aclarar este punto diciendo que creo que Auster abusa de los juegos literarios, o al menos los utiliza en una proporción superior a aquella en que yo los valoro o los disfruto. La invención de la soledad me gustó mucho. Rescato su reflexión, profunda, acertada, sobre la paternidad, y la metáfora entre la ballena de Pinocho y la ballena de Jonás”.

Pedro Orgambide: “Sus libros me atraen tanto como lo hacían los de Salinger hace unos años: sin intenciones de articular una teoría, me atrevería a decir que Auster es una suerte de Salinger que ha logrado despojarse de las metáforas. Ese es un rasgo de su estilo que no pasa desapercibido al lector más o menos atento. Las novelas de Auster son también fuentes inagotables de historias y situaciones: cuando el lector espera una metáfora, Auster monta a sus personajes en una nueva acción, y así hasta el final. Debe ser por eso que sus libros ejercen sobre quien los lee una fascinación que obliga a seguir leyendo hasta alcanzar la última línea. Las películas Humos del vecino y Cigarros son muy logradas también, porque no pierden la relación con el tono de su escritura”.

Martín Caparrós: “Hace unos diez años, cuando apenas había leído un par de libros de Auster y todavía me parecía un escritor interesante, le pregunté a una crítica literaria del New York Times qué opinaba sobre él. Ella me dijo solamente: ‘Ah, es tan guapo’. Yo entonces no la entendí. Pensé que era una tilinga o una ignorante. Me llevó unos años entender que tenía razón. Cuánta razón”.

Pablo De Santis: “Es un escritor que permite unir la alta literatura con el entretenimiento. Sus novelas, además de ser profundas y de tocar temas puntuales, son muy entretenidas. Me interesan sobre todo La trilogía de Nueva York, El palacio de la luna y Leviatán. De ellos me gusta cómo trabaja la relación con el género policial. Por otro lado, tanto Fantasmascomo La habitación cerrada son novelas muy renovadoras del género. También me interesó la relación que establece con Nathaniel Hawthorne y con los inicios de la literatura estadounidenses. La invención de la soledad es uno de mis preferidos. En ella descubrí el modo que tiene de trabajar el género autobiográfico y la relación que ejerce entre la paternidad y la escritura. En los últimos libros la fuerza de su obra se fue desdibujando”.

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