CULTURA
Un discurso implacable
- “Nunca he seguido una moda: soy quien soy y ellos son quienes son. A gran parte del teatro de vanguardia lo encuentro menos bueno, pero también el teatro tradicional puede ser bueno o malo. Lo importante es reflejar la realidad; me interesa la verdad y a ella respondo. Si no siento eso, me importa un comino el estilo...”
- “Un día le dije a Marilyn: eres la chica más triste que he conocido. Y ella me respondió: ‘Nadie me lo había dicho nunca de ese modo’. Fue una poetisa callejera que habría querido recitar sus versos ante una multitud ávida de arrancarle la ropa. Carecía de sentido común pero poseía algo más sagrado, una potente clarividencia de la que sólo era consciente a ráfagas. Para ella los seres humanos eran necesidad pura, herida abierta.”
- “Acaso podríamos empezar a preguntarnos a qué se debe que los norteamericanos cometan asesinatos con mayor frecuencia que cualquier otro pueblo. Por el momento no estamos lo suficientemente aburridos de las ejecuciones como para formularnos ese interrogante. Por el contrario, parece que vamos a pedir que haya más y más ejecuciones, muy probablemente porque nunca fuimos testigos presenciales de ellas...”
- “Cuando el artista se convierte en su propio censor no sólo se mata la libertad sino que se la entierra, porque la autocensura es lo peor que existe... El pecado autoritario, si me disculpan esa palabra arcaica, es el que prescribe cómo debemos sentir y nos enseña a obedecer, antes de elegir entre el bien y el mal.”
- “En el mismo momento en que los astronautas caminaban por la Luna, hombres, mujeres y niños inocentes eran masacrados en El Salvador, Sudáfrica, Vietnam, Chile, China y Argentina, y cientos de otros lugares del planeta. Cuando es imposible encontrar suficiente comida o un techo seguro para toda la población, se puede decir que reprimir a quienes reclaman los recursos indispensables para subsistir tiene su lógica, perversa, pero lógica al fin...”
- “El objetivo final siempre es la teocracia, la versión norteamericana de Irán, con la política y la religión muy entremezcladas para que Jesucristo sea el gran policía que protege el statu quo. En circunstancias como ésta, uno comprende la verdadera dimensión de George Orwell y su pesadilla del hermano grande que todo lo vigila. No es sólo literatura, tampoco es el pasado. Es, más bien, una posibilidad cotidiana.”