DEPORTES › A TREINTA AñOS DEL TORNEO, EL PAPEL QUE DESEMPEñó LA PRENSA DEPORTIVA

Qué decían cuando hablaban de fútbol

Desde los barbarismos obscenamente oficialistas de José María Muñoz a la fraguada carta del holandés Ruud Krol, ejemplos de una prensa acomodaticia que llegó a asegurar que el Mundial “sirvió para elevar la cultura de un pueblo”.

 Por Gustavo Veiga

La frase más recordada de un periodista deportivo durante la última dictadura la acuñó José María Muñoz, aunque no la dijo durante el Mundial ’78 y sí el 7 de septiembre del año siguiente: “Vayamos todos a la Avenida de Mayo y demostremos a los señores de la Comisión de Derechos Humanos que la Argentina no tiene nada que ocultar”. La Comisión era de la OEA y recibía las denuncias de los familiares de desaparecidos. El relator de América manipulaba a la audiencia con su arenga a las puertas de Radio Rivadavia, el mismo día en que el seleccionado juvenil se había consagrado campeón mundial en Japón.

Quince meses antes, el propio Muñoz exaltaría con un curioso “¡Gracias hermanos de América y el mundo! Argentina campeón mundial” la victoria ante Holanda en el estadio de River. Son escasos los medios y cronistas deportivos que resisten un archivo entre el 1 y el 25 de junio de 1978. El Gordo Murioz, como lo rebautizó Clemente (el personaje de Caloi), fue un emblema de la prensa servil. El más conocido, pero no el único de aquellos días.

Enrique Romero, enviado especial de la revista El Gráfico a Mendoza para la cobertura del torneo, redactó un texto apócrifo que, como sostiene el periodista Carlos Ares en el libro La vergüenza de todos, de Pablo Llonto, “nunca pude explicarme cómo (...) no terminó en un escándalo internacional”. Ares, que trabajaba en ese medio, se refería a la carta atribuida a Ruud Krol (un jugador de Holanda que presuntamente le escribía a su pequeña hija), y en la que Romero inventó un párrafo como éste: “No tengas miedo, papá está bien, tiene tu muñeca y un batallón de soldaditos que lo cuida. Que lo protege y que de sus fusiles disparan flores. Dile a tus amiguitos la verdad. Argentina es tierra de amor. Algún día cuando seas grande podrás comprender toda la verdad”.

El otro yo de Krol juró hasta el día de su muerte que él había escrito la carta (en inglés, para una niña que sólo hablaba holandés) y que se la leyó al defensor. “Fue indigno, artero y cobarde”, lo desmintió el supuesto autor quince años después, de visita en Buenos Aires, en una nota que publicó PáginaI12. El subdirector de El Gráfico, Héctor Vega Onesime, recordó en 2003 que hasta el embajador de Holanda en Buenos Aires protestó por la nota de su redactor especial. En una columna de su autoría sobre el Mundial publicada el 6 de junio del ’78, el segundo de la revista (de la que Constancio Vigil era director ejecutivo) escribió: “En cada felicitación –obviamente– veo una felicitación al país. A su capacidad creadora, a su esfuerzo, a su logro”.

En esa misma edición que tiró 330.000 ejemplares (El Gráfico hace tiempo que no es semanal, sale una vez por mes y hoy vende mucho menos) bajo el título “Gracias al fútbol”, la revista editorializó: “Para los de afuera, para todo ese periodismo insidioso y malintencionado que durante meses montó una campaña de mentiras acerca de la Argentina, este certamen le está revelando al mundo la realidad de nuestro país y su capacidad de hacer, con responsabilidad y bien, cosas importantes”.

En ésa, una de las principales publicaciones de Editorial Atlántida, trabajaba Ernesto Cherquis Bialo como jefe de redacción (ahora responsable del área de comunicación de la AFA) y entre sus colaboradores estaba Daniel Galoto, que durante el Mundial y bajo las órdenes del vicealmirante Carlos Alberto Lacoste se encargó del sistema de acreditaciones. Un par de décadas después, en los ’90, la revista sería dirigida por otro periodista deportivo que trabajó para los militares en el EAM 78 y como secretario de Información Pública y Turismo de Chubut: Aldo Proietto.

Así como El Gráfico robustecía la difusión del Mundial 78 y era una pieza clave entre los medios más favorables a la dictadura, Clarín y La Nación también aportaban lo suyo. Contribuían a la construcción de un ideal colectivo buscando la complicidad de sus lectores. “Todos en estos momentos se sienten padrinos de bautismo”, escribió Juan De Biase el 1 de junio de 1978 en un artículo a doble página titulado “El Mundial también ya es suyo”.

En otro párrafo, el responsable de la sección Deportes del primer matutino sostenía: “Y nos cuesta volver a decir que es la mejor oportunidad que ha tenido el país para mostrar su verdadera imagen a todo el mundo, a través de los periodistas extranjeros que han venido a presenciarlo y de alguna manera a juzgarnos, aun los que no puedan superar los prejuicios que traían, nos documentarán como pueblo”.

La Nación, en el editorial “Argentina campeón” publicado el 26 de junio, afirmaba que “después de este Mundial que ha terminado debemos seguir encontrándonos y reconciliándonos en torno de los grandes objetivos comunes de la nacionalidad. Hay una vocación de grandeza despierta y una requisitoria en todas las bocas... Eso vale mucho más que la incomprensión de algunos y la tortuosidad con la cual otros insisten en injuriarnos en el extranjero” (texto reproducido en el libro Decíamos ayer, La prensa argentina bajo el Proceso, de Eduardo Blaustein y Martín Zubieta).

Un día después de que se editara aquella pieza sobre la argentinidad en el diario fundado por Bartolomé Mitre, en La Opinión, que estaba intervenida por el régimen, otro periodista deportivo, Jorge Luis Mitri, le daba valor agregado a la caracterización del Mundial: “Aunque a muchos mueva a risa la definición, el acontecimiento sirvió para elevar la cultura de un pueblo. Pues la realización del torneo significó –y esto nadie puede desmentirlo– un hecho por medio del cual las facultades totales de un pueblo pudieron ser mejoradas”.

De los predicadores que la dictadura tenía en televisión, radio o secciones de los diarios como política o información general, ya nos hemos ocupado en los últimos 30 años. Ahí quedaron, con su credibilidad chamuscada, desde José Gómez Fuentes a Bernardo Neustadt y de Samuel “Chiche” Gelblung (“A pesar del boicot contra el Mundial organizado por terroristas en varias capitales de Europa... los argentinos hicimos el Mundial”, revista Gente, N° 671) a su compañera Renée Salas.

En la prensa deportiva, lo que se dijo o escribió también puede aparecer ante la vista de todos en cualquier archivo. En esta nota hay apenas una pequeñísima parte.

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José María Muñoz, el máximo propagandista deportivo de la dictadura, tuvo su pico durante el Mundial.
 
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