El alto rendimiento deportivo implica una lógica muy diferente a la del resto de los humanos. El deportista de elite debe renunciar a un montón de cosas a cambio de la búsqueda de la gloria, del status social, de la fama, los viajes, las relaciones interpersonales, etcétera. El éxito se convierte en una búsqueda incesante. ¿Pero qué es el éxito? ¿Es ganar o es intentarlo? ¿El éxito es ganar una medalla o dar lo mejor que se puede?

El exitismo argentino es una marca registrada: se es primero o se es nada, sobre todo en deportes que ya han ganado algo, como el fútbol, el básquet, el tenis y el hockey femenino. El entrenamiento mental es una parte importante de la preparación del deportista para rendir en la elite. Cuando esta pata falta, muchas veces se cita a este aspecto como el causante de todos los males. Y además, vale aclararlo, no es lo mismo una psicoterapia que un trabajo de entrenamiento mental específico para deportistas de elite.

Es necesario subrayar el alto componente psicopatológico existente hoy en el deporte de elite. Si el juego es salud y el trabajo, muchas veces enfermedad, el alto rendimiento es una intersección de ambos, donde parece que lo único que vale es ganar, no importa cómo. El placer lúdico (ludus), que debería ser el signo de los Juegos Olímpicos, se transforma en sufrimiento ilimitado ante la derrota y la autopresión por el resultado. Si algo nos cuesta a los argentinos, porque nunca nos enseñaron, salvo en el rugby, es a perder sin poner excusas. Y el que no sabe perder tampoco sabe ganar.

* Presidente de la Asociación de Psicología del Deporte Argentina.