Martes, 25 de noviembre de 2008 | Hoy
DEPORTES › FELICIANO LóPEZ, LA ESTRELLA DEL EQUIPO ESPAñOL
El número 31 del mundo, que ganó dos de los tres puntos de España en la final de la Davis, revela su secreto: “Ver a 10.000 personas cantando las mismas canciones me ayudó a concentrarme, el ambiente era tan bonito que estaba encantado de poder jugar”.
Por Juan José Mateo *
Feliciano López (Toledo, 1981) celebró la tercera Copa Davis de España vistiendo una camiseta blanca en la que dedicaba la victoria a un amigo fallecido en un accidente de moto mientras él disputaba las semifinales contra Estados Unidos. Habla Feliciano como juega, rápido, preciso y sin pausa. Es un torrente de palabras. Su teléfono móvil ha sido la principal conexión de Rafael Nadal, su amigo y el número 1 del mundo, con el equipo español en Mar del Plata. Su cara, el símbolo de una victoria magnífica, por difícil, meritoria e inesperada. Y su tenis, la confirmación de lo que apuntaba. Feliciano, que atiende sentado sobre un sofá de piel blanca, era hasta el jueves un tenista de talento disipado. Desde el lunes, es un jugador con jetlag (el equipo español aterrizó a las 5.40 en el madrileño aeropuerto de Barajas) y doblemente coronado: ya tiene dos Copas Davis (2004, aunque no jugó la final, y 2008).
–Son campeones de la Copa Davis como visitantes de la durísima Argentina y sin su amigo Nadal. ¡Menuda sorpresa!
–Incluso con Rafa habría sido complicado. Desde el principio dijimos que la cosa no estaba clara, que ellos eran favoritos. Después de que Rafa no pudiera venir, todo se complicó incluso un poquito más. Son cosas que pasan en el tenis. Creíamos en nuestras posibilidades, nos preparamos muy bien, y luego, además, se nos dio bien. Supimos competir. Aparte de prepararte bien y de creer, las cosas tienen que salir el día de la competición. A nosotros nos han salido muy bien.
–Habla usted en plural. En esta serie el héroe ha sido Feliciano.
–Levanté un partido complicado, con mucho trabajo, después de que hubiera perdido David Ferrer. El dobles también fue mucho trabajo. Supimos sobreponernos a situaciones difíciles, y eso en el deporte tiene premio.
–Lo que cambia la vida en un año. En la primera eliminatoria, contra Perú, usted entró en el equipo por la baja de un compañero. Y es el mejor de la final.
–Eso forma parte de ser un equipo. En España somos muchos. Dependiendo de en qué circunstancias y en qué superficies, el capitán tiene tantas variantes que a veces nos toca quedarnos fuera. Me imagino que también ha habido otros que han participado (en otras eliminatorias), que podían haber estado en Mar del Plata y que estarán jodidos. Es normal. Como ha dicho Emilio (Sánchez Vicario), hay que darles las gracias a todos los que han participado, desde Perú hasta aquí. Es lo que tiene el tenis. Nos lo dice Angel (Ruiz Cotorro), el médico: te quita mucho y luego te lo devuelve. Y no ir convocado con la selección le jode a todo el mundo. Pero luego todo el año fue muy bien, estuve en Alemania y Madrid, luego aquí. Gané dos partidos en la final. No puedo pedir más.
–¿Cómo es jugar ante un público tan apasionado como el argentino?
–Una experiencia inolvidable. Es una parte muy bonita: ver a 10.000 personas cantando las mismas canciones incluso me ayudó a motivarme y a concentrarme, porque el ambiente era tan bonito que yo estaba encantado de poder jugar. Tenía su parte mala, claro, porque en algunos momentos cruciales el público influía bastante, pero, en general, después de los tres días, yo he estado encantado del ambiente.
–¿Cómo se preparó para eso?
-Emilio sobre todo insistió en que fuéramos conscientes de lo que nos íbamos a encontrar. Hay veces que luego en la cancha uno no puede controlar los sentimientos y le afecta demasiado, como ha pasado en algunos casos, y aquí en algún partido nuestro. Vimos un poco el video de la semifinal de Argentina contra Rusia, pero tampoco se escuchaba muy bien porque era un DVD que pusimos en la computadora. Hasta que no llegas a la Argentina y ves cómo es realmente el tema, no te das cuenta. La verdad es que lo supe llevar bien y que incluso en algunos momentos me ayudó a estar concentrado y motivado.
–Tiene usted fama de indolente, pero todos sus entrenadores alaban su predisposición al trabajo y señalan su elevada autoexigencia como el más grande de sus problemas.
–Para opinar de alguien hay que conocerlo mucho y trabajar con él día a día. Creo que eso es lo más importante para opinar de mí. Desde fuera puedo dar esa sensación, pero no es así. Sinceramente, hago todo lo que puedo para llegar arriba. Ha habido algunos momentos de mi carrera en los que perdí partidos que no debía perder, porque mentalmente no estaba. Pero luego ha habido momentos duros, como el que he pasado aquí, donde me he sabido sobreponer a situaciones difíciles. Creo que eso me puede ayudar mucho en el futuro.
–¿Cómo empezó usted en esto y cómo ha llegado hasta las manos de José Perlas, su entrenador desde hace un mes?
–Mi padre estaba en Melilla, donde yo empecé a jugar al tenis en un club militar. A los 10 años me fui a Madrid. Me formé como tenista entre Madrid y Barcelona. Cuando ya salí de la federación fui yo solito a buscarme la vida y mi entrenador. Ha sido una época importante. He trabajado con Francis Roig. Con Albert Costa. Cada entrenador me ha aportado su granito de arena, y por eso se lo agradezco.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.