Viernes, 16 de octubre de 2009 | Hoy
DEPORTES › OPINION
Por Gustavo Veiga
El problema no es sólo Diego Maradona. Tampoco los periodistas. El problema es que el periodismo deportivo se mimetizó hace tiempo con la industria del espectáculo que le da cabida, que entretiene o informa lo insustancial. Esa que transforma a un conductor televisivo o a un movilero en un ser pasivo que poco pregunta –ni hablar de criticar– y que todo concede. Las excepciones son mínimas.
Cuando el técnico de la Selección, muy enojado, dice “que la chupen” y agrega “que la sigan chupando” rompe con el paradigma de esa relación que abunda en la televisión, en primer lugar, y en menor medida en la radio y la gráfica. Rompe con esa especie de contrato no escrito, de código que trastrueca los roles. “Vos sos mi amigo hasta que me criticás”, sería la expresión coloquial más exagerada.
Chabacano y grosero, Maradona sigue una secuencia que tiene la misma matriz (aunque con menor repercusión pública) de otros episodios del pasado. ¿Puede sorprender entonces que un personaje público que la emprendió a balinazos contra periodistas que intentaban penetrar en su intimidad le diga a Juan Carlos Pasman, de América 2, quince años después, “ahora la tenés adentro”? La respuesta es no. Por el contexto en que se desempeña y porque Maradona es así. El establece relaciones de amor y odio, sin medias tintas. Pero no es sólo con la prensa que se comporta de ese modo, como un bravucón. O que se muestra refractario a las críticas.
A él le ha tocado estar del otro lado del mostrador. En septiembre de 2004 pedía a Carlos Bilardo como entrenador de la Selección cuando la dirigía José Pekerman. Incluso evaluaba al primero como “un gran técnico para chicos, pero no para los grandes”. Maradona siempre habló de todo y de todos, incluido un técnico de bajo perfil como el que se consagró triple campeón mundial con el juvenil Sub-20. Alguien alejado de toda polémica.
Esta vez, la diferencia fue que lo hizo después de un partido internacional, con muchos más medios y tecnologías disponibles que cuando Menotti dirigía o mayor repercusión que cuando Basile la emprendió contra Román Iucht. Fue muy curioso lo que pasó. Maradona se hartó de las críticas, cuando las críticas no abundan o son bastante menos que las actitudes condescendientes de la prensa deportiva.
“Vivimos revolcaos en un merengue y en el mismo lodo, todos manoseaos”, diría Discépolo.
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