Domingo, 12 de abril de 2015 | Hoy
DEPORTES › OPINION
Por Pablo Vignone
A nueve meses de su último partido –mañana, lunes 13 de abril, se cumplirán nueve meses de la final del Mundial de Brasil– Alejandro Sabella vuelve a estar en el candelero. Muchos se sorprenden de que con semejante pergamino el ex entrenador de la Selección Argentina no haya vuelto a dirigir. Sabella ya había aclarado que no tomaría encargo alguno hasta comienzos de 2015, y luego se dedicaría a escuchar ofertas del exterior. Perezosas, éstas comienzan a tomar forma recién ahora: el San Pablo tiró un centro una vez que Muricy Ramalho tuviera que dejar de urgencia el banco por ingentes problemas de salud, y ahora trasciende la voluntad del Manchester City (que como contó este diario durante la semana, prescindirá de Manuel Pellegrini, además de muchos de sus futbolistas supra 27) de incluirlo en una lista de posibles reemplazantes junto a Rafa Benítez, Frank de Boer y Mauricio Pochettino. El clásico número 169 de Manchester, entre el United y el City, hoy a las 11, puede ser lapidario para la suerte del chileno, de su ayudante argentino Rubén Cousillas y para muchos de sus futbolistas.
¿Qué Sabella querría el City? Seguramente va más allá de buscar al entrenador subcampeón del mundo, un título que languidece tres cuartos de año después de ser concedido. ¿Quiere al Sabella que enaltece sus convicciones armando una defensa de cinco hombres para debutar en el Mundial contra Bosnia? Ese es un estigma que difícilmente logre borrarse del currículum del entrenador. ¿O pretende al que fue tranquilizándose partido a partido dejando cada vez más solo a Lionel Messi mientras protegía más y más el arco de Sergio Romero? El ex técnico de la Selección fue siempre fiel, de una manera u otra, a sus ideas futbolísticas. En ese sentido, el subcampeonato no es superfluo sino que, en un punto, las maniobras del entrenador llevaron al equipo hasta allí, y eso que para unos fue un logro, para otros terminó siendo una carencia.
El cambio de entrenador en la Selección supone, también un cambio de estilo, aunque luego no se refleje estrictamente en los que se produce en el terreno de juego. Gerardo Martino ha hecho pública su intención de hacer jugar con doble cinco a la Selección Argentina en la Copa América; Mascherano y Biglia han contraído enlace en el mediocampo y saludarán en el atrio a sus rivales. Cualquiera con dos manos puede contar hasta seis los jugadores que defenderán el arco de Romero. ¿Qué tan distinto es, entonces, Martino, respecto de lo que proponía el anterior entrenador?
Más allá de los dibujos y los números de teléfono, seguramente se persigue una voluntad más protagónica. Más de nosotros antes que de ellos. Una voluntad que trasciende en gestos.
Martino convocó a Tevez, por ejemplo, aunque lo manda a pelear el puesto de centrodelantero contra Higuaín y contra Agüero. Esa ya es una diferencia notoria, no sólo por la elección del jugador, de su nombre propio más allá del puesto en el que pueda desempeñarse.
Pero más llamativa es la convocatoria de Javier Pastore, que en ausencia de Lionel Messi se cargó al equipo y lo llevó a un triunfo contra Ecuador después de un meritorio complemento en Nueva Jersey. El cordobés, que jugó el Mundial de Sudáfrica 2010 convocado por Diego Maradona, fue marginado por Sabella para Brasil; no fue del todo un pecado del entrenador, a quien de todas maneras no le gustaban las características técnicas del enganche, sino también responsabilidad del propio jugador, que nunca le escapó a la irregularidad desde que fuera comprado por el Paris Saint-Germain en una cifra record, 42 millones de euros, en 2011.
El propio Pastore admite que esa marginación operó en su beneficio: “Cambié muchas cosas y no sólo en la cabeza. Cuando volví a París después de las vacaciones, vi el Mundial por televisión e hice un clic. No estar era mi responsabilidad, no de ningún otro. Era mi falta, si yo hubiera jugado bien las tres temporadas anteriores, habría ido a Brasil. Decidí que no podía perder más el tiempo”.
Pastore recuperó la titularidad en el PSG con Laurent Blanc tras haber ganado en regularidad sin perder clase, y aunque sigue sin marcar muchos goles (señaló 13 en 2011 y no llegó todavía a esa cantidad en la presente temporada) se transformó en un jugador más gravitante en un equipo que lidera la Ligue 1 y que nunca había llegado tan lejos en Europa: esta semana volverá a dar examen contra el Barcelona por los cuartos de final de la Champions League.
Blanc le permite jugar más suelto, el cordobés toca la pelota en promedio un 50 por ciento de veces más por partido, es uno de los mejores generadores de pases-gol del torneo y, después de todo, el PSG tiene a Zlatan Ibrahimovic para mandarla adentro, como ayer, que marcó dos goles con los que el equipo parisino goleó 4-0 al Bastia para quedarse con la Copa de la Liga. Que lo pretenda un equipo como el Real Madrid, como se rumorea (Carlo Ancelotti lo tuvo como jugador en el PSG). eleva la talla del compromiso. Si hasta se empieza a hablar de Pastorismo en París...
“Es la emoción que triunfa sobre la dictadura del resultado” lo definió el periodista francés Ambré Gordillon. A ese jugador, Martino le pronostica la titularidad para la Copa América. Con Messi y Di María como extremos, con el centrodelantero que emerja de la contienda de astros, Pastore completa el equipo del medio hacia el arco rival, en número y en declaración de principios. Es toda una elección para el entrenador rosarino. “Yo no soy un jugador que despierta sentimientos unánimes: me pasó tanto en Huracán como en Palermo, la mitad del estadio me aplaude y la otra mitad me silba. Pero no juego para la mitad que me aplaude. Juego para todos.”
Ojalá que sea así y que Martino no tenga que sacarlo en el entretiempo del partido contra Paraguay, el próximo 13 de junio, en el debut de la Selección Argentina en la Copa América.
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