DEPORTES › CON UN GOL DE GABRIEL BATISTUTA, LA SELECCION ARGENTINA VENCIO 10 A NIGERIA
Un gran triunfo para empezar a soñar
El gol tardó una hora en llegar, cuando el delantero conectó de cabeza un centro preciso de Verón, pero la victoria argentina no puede discutirse porque fue ampliamente superior al rival, y el resultado fue mezquino. Buenas actuaciones de Ortega, Zanetti y Sorín.
Por Pablo Vignone
La supremacía nunca estuvo puesta en duda; el resultado, sí. La Selección Argentina y detrás los 1500 hinchas argentinos que estuvieron en el estadio de Ibaraki, y más atrás un par de decenas de millones que lo vieron en directo y desvelados al otro lado del mundo sufrió una hora entera hasta que Gabriel Batistuta certificó la victoria sobre Nigeria con un cabezazo. El resultado, entonces, no reflejó la magnitud de un triunfo claro y ventajoso, pero vale para el comienzo de un camino que, se espera, termine el 30 de junio en Yokohama. En la final del Mundial.
A nadie escapaba la gravedad del compromiso. No solo por los enigmas que plantea todo debut mundialista, sino por la jerarquía entre peligrosa y anónima del rival. Era un partido con olor a chivo, no solo por la transpiración. Arrancó así, pese al dominio por momentos casi asfixiante de la Selección Argentina, que tardó en plasmarse en el resultado porque, paradójicamente, la elasticidad dinámica del conjunto depende del status individual de sus mejores exponentes.
La Argentina aplastó a Nigeria contra el confuso Shorunmu desde el arranque porque, como había dicho Bielsa “el fútbol es más bello si la tenemos nosotros”. Con esa premisa, la superioridad del equipo nacional fue incontrastable. Se anotaron por allí una cadena de amagues de Ortega, un remate del Bati al primer palo, una serie de combinaciones en el triángulo SorínVerónClaudio López por la izquierda, un bombazo de Zanetti por arriba del travesaño, aunque siempre faltó la última puntada.
Viendo semejante despliegue, se entendía por qué los jugadores se quejaban de los entrenamientos matadores: la idea era terminar de prepararlos para eso que se vio anoche. Que se hubiera resuelto más fácilmente si entraba la media vuelta de Ortega sobre la media hora, que el arquero sacó al corner, o Batistuta embocaba ese cabezazo que acertó tras un corner de Verón.
En el fondo argentino no había dudas, a pesar de la inesperada ausencia de Ayala que sintió un pinchazo en el muslo tras el precalentamiento y fue reemplazado de urgencia por Placente con Samuel tirado al medio como último hombre. Nigeria, cuya única voluntad era esperar para no soportar tanta presión, para no someterse a la posibilidad del papelón, para firmar en todo caso el empate solo tuvo claramente una chance de gol en la primera mitad: un jugadón de Okocha que Cavallero sacó con mano cambiada.
Se hacía chivo cuando, se insiste, el funcionamiento colectivo no lograba suplir una o dos borratinas individuales. Cuando Verón dejó de acertar los pases, cuando Sodje le tomó la mano al Piojo, mientras Ortega se contentó en ser el tercer atacante por la derecha, la polenta de la selección se volvió aguachenta. Había empezado como para comerse envueltos a los niños nigerianos (23 años promedio), pero terminó el primer tiempo pidiendo un respiro, como para reorganizarse y pensar cómo perforar la defensa africana, débil en el uno a uno pero fuerte en la aglomeración, en el revuelo, apelmazada con cinco o seis hombres apretados en el corazón del área para no dejarle espacios a Batistuta.
¿Qué cambió en el entretiempo? Bielsa se mostró acertadamente audaz para no demorar mucho los cambios y Nigeria eligió entregarse al dinamismo, saliendo del fondo para cambiar llegada por llegada. La cuenta nunca le dio: Argentina seguía ganando 41 en situaciones de gol. Y lo mejor de Verón eran los corners...
El recuento era favorable: de arranque Bati la tiró muy cerca del palo, tanto Sorín como Pochettino desperdiciaron sendos cabezazos en el área chica, al volante se la sacó el arquero cuando tras un pelotazo magnífico de Ortega, la paró con el pecho y sacó un formidable disparo. Ortega había levantado: pero lo mejor de Verón seguían siendo los corners...
A los 62, la Brujita tiró el octavo corner, desde la izquierda. La pelota cruzó alta, bajó en el segundo palo, y Batistuta, quirúrgico, metió el frentazo inapelable. Sodje la quiso sacar pero ya estaba irremediablemente adentro. Fue el tercer debut consecutivo en el Mundialen el que Batistuta marca un gol: el sueño de transformarse en el máximo goleador de la historia de las Copas del Mundo.
Lo que vino después fue módico trámite. Pudo haber sido 20 o 30. Se agrandó Ortega, sobresalieron Zanetti y Sorín, levantó Verón hasta que lo reemplazó Aimar. La solidez del conjunto, para lo que faltaba de partido, sobró. Ahora viene Inglaterra, el viernes. Se empiezan a contar las horas...