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El gran derrotado
Por Daniel Guiñazú
Aunque los esfuerzos dialécticos de Julio Grondona en Ezeiza trataron de disimularlo, el inminente desembarco de Diego Maradona en el cuerpo técnico del seleccionado nacional completa un movimiento de pinzas que tiende a reducir al mínimo el poder de decisión de José Pekerman. De ahora en más, la Selección estará conducida por un triunvirato en el que Pekerman será, inevitablemente, el vértice más débil.
Nunca en los últimos 30 años un técnico de la Selección estuvo en posición tan desventajosa. Sólo Bilardo (y en mucha menor medida Basile) prestaron oídos a las recomendaciones y/o órdenes de Grondona, quien, en 1986, hasta llegó a vetar la lista de los jugadores que iban al Mundial de México, tachando los nombres con los que estaba en desacuerdo y poniendo los propios de puño y letra. Menotti, Passarella y Bielsa, por su parte, jamás permitieron intromisiones y se ganaron con su firmeza la bronca sorda y eterna del mandamás de la calle Viamonte.
Ahora, Pekerman deberá “consensuar” con Grondona y con Diego cada una de las futuras convocatorias y, sobre todo, el plantel que jugará el año próximo la Copa del Mundo de Alemania. Y delegará en Maradona el manejo de un vestuario que parece dividido y conflictuado. De esta manera tendrá que hacer el trabajo sucio (entrenar, formar el equipo y dirigirlo) en inferioridad de condiciones, sabiendo de antemano que sus determinaciones serán sometidas a la implacable evaluación del dirigente más poderoso del fútbol argentino y de un mito viviente, ante los que, siempre, llevará todas las de perder.
Pekerman es el gran derrotado y Grondona, el gran ganador de este golpe de mando futbolero. Responde a un clamor nacional, pone a Maradona en el cuerpo técnico del seleccionado, de paso le anula un poder de crítica que, jugando desde afuera del sistema, podría ser letal y se ratifica como el verdadero dueño de la Selección. Se acercan momentos decisivos y, de aquí en adelante, las cosas se harán como Grondona lo diga. Ningún jugador saldrá ni entrará al plantel sin su empujón final. Y todas las decisiones, las grandes, las medianas y las chicas, pasarán, como siempre, por sus manos. A José, mientras tanto, que Dios lo ayude.