Curiosamente mutante el paladar futbolístico –no futbolero– del presidente de la AFA, Julio Grondona. Desde que en 1979 sucedió a Alfredo Cantilo como mandamás de la casa de la calle Viamonte –“mandaúnico” antes que “mandamás”, pese a su sempiterno latiguillo respecto de que no es él sino el Comité Ejecutivo el que decide–, heredó a César Menotti de la administración anterior como técnico de la Selección Argentina, para trascartón eslabonar a Carlos Bilardo entre 1982 y 1990, Alfio Basile hasta 1994, Daniel Passarella hasta 1998, luego a Marcelo Bielsa y, tras su renuncia, a José Pekerman. Como si en sus hasta ahora casi veintisiete años de gestión, Menotti, Bilardo, Basile, Passarella, Bielsa y Pekerman supusieran una continuidad en el modelo. Independientemente de la acotada preponderancia que quien esto escribe insiste en darles a los entrenadores, cuando de selecciones nacionales se trata, lo que importa no es ni el plan de trabajo, ni los preparadores físicos, ni los ayudantes de campo, ni siquiera los rivales a elegir para los encuentros preparatorios para un torneo internacional, sino quiénes son los jugadores convocados.

Volviendo al paladar, no está para nada mal para el gusto seguramente mayoritario de quienes adscribimos al “fútbol que le gusta a la gente” que Grondona diga que Palacio, Messi, Gago y Agüero son cuatro nombres para Alemania 2006. Hasta tampoco está del todo mal que lo diga aunque sea presidente de la AFA.

Sí se le escapa el “drinopa” cuando sugiere que la lista de convocados pasará por su escritorio, y lo que habrá que ver y saber con cierta fehaciencia es si tal sugerencia se dio durante el trabajo de alguno de los cinco antecesores de Pekerman. Parece que la frase “todo pasa” acuñada en el anillo que Grondona lleva en su dedo meñique será acompañada, orfebre mediante, por el agregado “por mi escritorio”.