No llama en absoluto la atención que Carlos Salvador Bilardo, ex entrenador de la Selección, opine sobre la actualidad del equipo nacional. Porque tiene derecho como cualquier hincha de fútbol y lo avala su trayectoria. Además, tampoco sorprende en momentos en que los mediáticos adeptos al estilo que pregonó el ahora secretario de Deportes provincial promueven sin disimulo la posibilidad de un golpe que deponga a Alfio Basile para reemplazarlo por Sergio Batista, al que consideran heredero de Bilardo simplemente porque formó parte del plantel campeón mundial de 1986. Lo que resulta curioso, en todo caso, es la defensa que Bilardo ensaya de quien lo sucediera al comando de la Selección. “Argentina está entre los países que siguen dando los mejores futbolistas del mundo, pero formar una selección nacional que juegue bien, gane seguido y deje conformes a todos no es fácil. Si hasta Brasil le ganó bien a Chile, pero igual no conforma”, puntualizó ayer el funcionario. Interesante punto de vista que promueve la perplejidad: ¿será que discutimos demasiado –y al pedo– todos estos años? No es la primera vez que sucede: los mismos que defienden la horizontalidad del resultado –ese concepto llano sobre la exclusiva importancia de la victoria– suelen, cada tanto, ponerse a analizar el juego como si, desde su óptica, fuera realmente importante. Que Bilardo se sume, casi de manera subrepticia, al mismo coro, suena igualmente confuso, pero sugiere pistas acerca de su verdadero sentimiento sobre el fútbol. Todo el mundo pretende ganar seguido –ésa es una obviedad–, pero asociar la posibilidad de una racha semejante a la de jugar bien e incluso a la de conformar (que, a juzgar por la cita del ejemplo brasileño, no es sinónimo, no significa lo mismo que ganar) es, en labios de Bilardo, una rareza. Salvo que nos haya estado engañando todos estos años...