Miércoles, 10 de septiembre de 2008 | Hoy
ECONOMíA › PROBABLES ALCANCES Y REPERCUSIONES DE LA CRISIS DE LAS HIPOTECAS EN ESTADOS UNIDOS
La actual crisis financiera no tiene límites precisos, pero ya son mayoría los que aventuran que es la mayor desde la Gran Depresión del ’30. Consecuencias en la economía real de un sistema financiero frágil y altamente especulativo.
Por Cristian Carrillo
La peor crisis desde la década del ’30 tiene una génesis menos confusa que la ola expansiva que produjo. Lo que se inició como el estallido de una burbuja inmobiliaria puso en evidencia la fragilidad del sistema y la poca transparencia de la “nueva ingeniería financiera”. Con alcance en la economía real, los especialistas no se ponen de acuerdo a la hora de estimar las pérdidas ni el fin de la etapa. Los países industrializados son los más perjudicados, mientras que los emergentes exportadores de materias primas, en especial la Argentina, se cuentan entre los ganadores en el corto plazo, en una situación que parece poner en peligro el crecimiento mundial. La intención de rescatar a los bancos involucrados es bien vista, aunque el reclamo sigue siendo por una mayor regulación. La economía argentina podría tener problemas en el futuro a la hora de conseguir crédito externo.
Estos son los principales puntos de la crisis:
Al igual que otras crisis capitalistas, se inició con una burbuja. Los sistemas financieros suelen atravesar ciclos, de auge y contracción, y eventualmente de crisis. Esta se inició con una política expansiva llevada a cabo por el entonces titular de la Fed, Alan Greenspan, en la que se redujo la tasa de interés de referencia hasta un uno por ciento. Esto, junto a un escenario de baja inflación, generó una ola de endeudamiento a bajo costo. Ese crédito fácil elevó la demanda de viviendas y sus precios. A su vez, ese incremento permitía al dueño de una casa (puesta en garantía) acceder a un crédito mayor. La burbuja estalló cuando la misma Reserva Federal debió subir las tasas para enfriar la economía. A esto se sumó que las hipotecas fueron generando distintos instrumentos, cuyo activo subyacente eran los créditos de inversión, que se desplomaron al romperse la cadena de pagos.
En un primer momento, lo que se evidenció fue la ruptura en la cadena de pagos. La crisis afectó a un importante número de contratos, garantizados sobre este tipo de créditos de baja calificación, que no se pudieron cumplir. Las entidades y los instrumentos ligados a las subprime dejaron de tener un valor de referencia y colapsaron. En ese escenario, la nueva ingeniería financiera no hizo otra cosa que amplificar el costo. Las corridas también tuvieron un lugar en esta historia debido al temor de que cualquier activo en cartera pudiera ser contagiado.
Sin importar el análisis que se haga, lo cierto es que el efecto real va a depender del tiempo en que se extienda la crisis. En una primera instancia, ya puede verificarse una desaceleración en el crecimiento de la economía mundial. De todos modos, todavía la evidencia descarta la posibilidad de una recesión generalizada. Desde el principio, las pérdidas estuvieron más concentradas en el epicentro de la crisis. Así, Estados Unidos, junto a otros países desarrollados, se vieron perjudicados por una caída en el precio de su producción, un menor consumo y una baja disponibilidad del crédito. En el mundo, la gente comienza a preferir la liquidez y los bancos deben elevar sus tasas para mantener a los ahorristas en el sistema. El estrangulamiento del crédito y la debilidad en el dólar será además el factor de contagio fuera de Estados Unidos.
Los países más expuestos a la crisis son precisamente los que tienen su economía muy vinculada a los vaivenes de Estados Unidos, como México. También están lo que tienen una participación del crédito muy alta en su producto interno bruto, debido a que el nuevo escenario impone ciertas limitaciones. India, China y el resto de los asiáticos anunciaron que crecerán un uno o dos por ciento menos que en años anteriores, pero el dinamismo que tienen les permitirán una tasa de crecimiento del orden del 8 o 9 por ciento. Particularmente, en China la proyección de las exportaciones son estables y parece haberse estancado luego de un fuerte ciclo expansivo en los últimos años. Existen también países como Alemania y Japón, que podrían empujar más el crecimiento de la región, pero les falta mayor coordinación de políticas.
La crisis brindó una nueva oportunidad a los países exportadores de materias primas, en especial de energía. Es por ello que el grupo que más se está beneficiando es el de países productores de petróleo y minerales, debido a los altos valores en los que operan. “Tienen todos excedente en sus balance de pagos y la situación general es más homogénea”, informó a este diario el economista Mario Damill. Entre los exportadores de alimentos, la situación merece un mayor nivel de detalle. En este último caso, debe desagregarse aquellos países en los que se importan otros alimentos de los que se envían al exterior, con lo que el resultado es más desparejo. En este esquema de diferenciación, la Argentina es la más favorecida, por ser exportadora neta de alimentos.
La debilidad del dólar frente al resto de las monedas impulsó a bancos centrales del mundo a reducir su exposición de reservas en esta moneda. Todavía sucede a ritmo moderado, pero la huida preocupa a los inversores, que buscan refugio en otros activos. También aumenta la demanda de títulos del Tesoro, lo que de alguna manera sirve a la baja de tasas de interés internacionales, debido a que la capacidad de intervención de ese Departamento de la Administración aumenta. En el caso de los commodities, si bien se argumenta que el alto precio persistirá en el tiempo porque hay razones estructurales, en el corto plazo la caída podría venir de la mano del sector financiero. “El impacto va a depender del desarme de ciertas posiciones especulativas para cubrir otras pérdidas”, dijo a PáginaI12 el economista Alejandro Vanoli.
Estimar una fecha cierta para el fin de este proceso es difícil, debido a que se desconoce quiénes son todos lo que pierden. Tampoco puede estimarse cuantitativamente “el estado de humor” del mercado, mientras la Reserva Federal siga tanteando el terreno y ensayando soluciones. El análisis de los expertos es que la crisis va seguir por varios meses y el impacto final va tener que ver más con la desconfianza que el mercado le otorgue al sistema financiero internacional.
La decisión de la Reserva Federal, desde un comienzo, fue hacerle frente a la crisis financiera por sobre otros temas pendientes, como la inflación. La impresión recogida de los analistas consultados es que la respuesta de la Fed fue la correcta. Se le dio prioridad a la estabilidad financiera, a pesar de que algunos economistas criticaron el accionar del banco central estadounidense. Estos aducían que un salvataje incentivaba al “riesgo moral” (estimula a tomar riesgo debido a que existe la posibilidad de trasladarlo). En un esquema muy liberal, con riesgo moral bajo, se gestó esta crisis, y la única manera en la que la Fed parece combatirla es con coordinación monetaria. “La de dejar que quiebren porque tomaron riesgo es antediluviana y genera un gran problema financiero”, dijo Damill.
El accionar de los principales responsables de política monetaria pone de manifiesto que las prioridades se dividen en cortar la crisis, luego evitar una contracción fuerte de la economía y, por último, contener la inflación. La Fed sigue en esa línea, pero la Unión Europea no. La divergencia entre las tasas de interés de ambas economías abre espacio para la especulación. Las mayores regulaciones servirán para evitar nuevas crisis, principalmente en las calificadoras de riesgo, mientras que una política fiscal más expansiva podría sacar a los Estados Unidos del actual estancamiento en el que se encuentra su economía.
“Argentina va a ser uno de los grandes ganadores del tablero económico y social”, aseguró Vanoli. Los países excedentarios en alimentos y energía y bajo nivel de exposición crediticia externa son lo que se benefician del viento de cola del precio de los commodities. Esa baja en la exposición colocó a la Argentina en una posición más sólida que la de los países más industrializados. El crédito en el país representa nada más que 12 por ciento del PIB. Además, es exportador neto de energía y, sobre todo, de alimentos, lo que redunda en una balanza comercial positiva. De todos modos, el pánico de la crisis llevó a cambios en los portafolios de los inversores institucionales (bancos y compañías de seguros), buscando estar más líquidos e impuso ciertas limitaciones para acceder al crédito.
El riesgo es una reducción en el precio de los commodities ante la menor actividad mundial. En el caso de una caída profunda de estos bienes se puede pasar a una situación de menor solidez y la consecuente necesidad de financiamiento externo, algo que por el momento parece vedado para el país. “Esta situación de dependencia puede generar una déficit de cuenta corriente”, afirmó Damill. Por el lado de las tasas, es casi imposible que pueda desengancharse del plano internacional, mientras el riesgo país –diferencial de tasas– siga creciendo. Esto le impone un piso al financiamiento internacional. En este aspecto, la mejor estrategia es hacer lo que haga falta para bajar esa prima de riesgo, ganando en credibilidad y confianza. Comenzar con el Indec es algo en los que todos parecen estar de acuerdo.
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