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Hace veinte años, el vóleibol argentino alcanzaba una explosión inusitada a partir de un equipo que comenzaba a meterse en la historia, alcanzando el tercer puesto en el primer Mundial realizado en el país. Pero cuando parecía que este deporte se plantaría definitivamente en la elite del mundo, los encargados de conducirlo desviaron su atención hacia la búsqueda de poderes personales e intereses económicos particulares. Por todo eso el vóley lentamente se fue desmoronando hasta llegar al borde de la desafiliación internacional. Hoy, este “Argentina 2002” que acaba de finalizar abre la última oportunidad de hacer resurgir a la actividad que sufre en mayor medida la crisis actual.
A partir de ahora empieza el verdadero Mundial para el vóleibol local, si decididamente pretende ser considerado una potencia. La misión de los directivos será sostener toda esta estructura que se ha montado para llevar adelante el campeonato, y que eso sirva para atraer a los más jóvenes a la práctica del juego. El ejemplo más claro fue lo que sucedió con el seleccionado femenino de hóckey, que luego de la medalla de plata conseguida en Sydney 2000, las mismas jugadoras que dirigen a las categorías menores pudieron percibir personalmente el acercamiento de las niñas hacia las canchas.
Pero también se deberán considerar los puntos que les permitan a los clubes poder sostener un equipo, en el cual aquellos chicos puedan encontrar sus espejos. Resulta muy curioso ver cómo las instituciones deciden su negativa a participar en la Liga Argentina por inconvenientes presupuestarios. Y un caso testigo es la Universidad de Buenos Aires, actual subcampeón nacional, que está muy cerca de dejar su plaza para la próxima edición del torneo. Para colmo, el Campeonato Metropolitano que se disputa durante el receso de la Liga, ya casi ni siquiera tiene el interés mínimo para los futuros jugadores de primera, y los partidos se desarrollan con gimnasios completamente desolados.
El vóley vuelve a poner a Argentina en una situación límite. Y nuevamente, todo dependerá de la inteligencia de sus responsables.