Su historia en la Selección está llena de idas y vueltas. De amores y odios. De reproches y aplausos. Así de vertiginosa es, fue y será la vida de Juan Román Riquelme con celeste y blanca. Porque tal como en el 2003, en Seúl, dijo ser “el tipo más feliz del mundo en la Selección”, ayer renunció a esa alegría. El número 10 de Boca jugó 54 partidos en la Selección, marcando 18 goles, incluyendo aquel exquisito tanto contra Brasil en la cancha de River en el 2005. Además, entre los juveniles ganó un Sudamericano y un Mundial Sub-20, en el exitoso 1997, y se colgó la medalla dorada en los Juegos Olímpicos de Beijing, el año pasado. Vivió la amargura asediado por las críticas de quienes querían achacarle la responsabilidad de la eliminación del Mundial de Alemania en cuartos de final: cuando Riquelme dejó el campo de juego en aquel recordado partido contra el equipo local, a los 71 minutos, para ser reemplazado por Esteban Cambiasso, la Selección ganaba 1-0 a causa del gol de cabeza de Roberto Ayala tras un corner del propio Riquelme. Después vivieron los penales... Tras la primera renuncia, pasaron 277 días. Volvió para disputar la Copa América 2007, de Venezuela, convocado por Alfio Basile, para quien la Selección era “Riquelme más 10”. Y por las Eliminatorias mostró todo su esplendor frente a Chile, y se despachó con una exquisitez de tiro libre y un golazo a pura velocidad. Sintió la renuncia de Basile. Y, llamativamente, nunca jugó con Maradona. Su último partido fue el 11 de octubre del año pasado, la victoria 2-1 sobre Uruguay en el Monumental.