DEPORTES › UN INUTIL OPERATIVO DE SEGURIDAD DE MAS DE MIL POLICIAS
Los violentos vuelven a ganar
Pese al imponente operativo de seguridad montado para controlar el temible Boca-River, con alrededor de 1000 efectivos policiales, una serie de choques entre ambas parcialidades determinó la suspensión del segundo superclásico del verano cuando Boca se imponía 4-0 a River. Los incidentes comenzaron a los diez minutos del segundo tiempo cuando hinchas de ambos bandos se trenzaron a golpes en el centro de la platea descubierta del estadio José María Minella. Aparentemente, se originaron cuando unos 20 barrabravas de River se trasladaron a la platea con el objetivo de robar las banderas allí ubicados. En ese sector, los simpatizantes de ambos equipos apenas se encontraban separados por una hilera de efectivos.
La batahola pasó a mayores cuando comenzaron a volar los asientos y terminó en un batalla campal justo en el momento en que el delantero Ariel Carreño convertía el cuarto tanto de Boca. En ese momento, la policía comenzó a lanzar gases lacrimógenos, lo que produjo un desbande masivo. Para colmo, integrantes de las barra bravas de los dos equipos abandonaron sus lugares en las cabeceras y se dirigieron a la zona de los incidentes.
El árbitro Héctor Baldassi aguardó unos instantes con la esperanza de una tranquilidad que no llegó y posteriormente determinó la suspensión. “No puedo estar pendiente de lo que pasa en las tribunas, pero estiré la cosa hasta donde pude. Vi los desmanes en la tribuna, los gases que lanzaba la policía y la preocupación de los jugadores de Boca que tenían familiares en esa zona. No me quedó otra que suspender el partido”, señaló.