Viernes, 16 de septiembre de 2011 | Hoy
Diego Bonadeo
Como “todo pasa” y “el espectáculo (¿qué espectáculo?) debe seguir”, no se pregunta demasiado para qué sirven estos partidos como el Argentina-Brasil, más de compromiso económico que amistosos.
Con la excusa del reemplazo, la continuidad o vaya uno a saber qué de la ex copa roca –el apellido del exterminador de pueblos originarios y padre del responsable del pacto roca-runciman que el gran Arturo Jauretche rebautizó como “estatuto legal del coloniaje” no merece ser escrito con mayúsculas, así como tampoco el de su “socio” de la rubia albión–, hicieron una parodia de fútbol, con alguna honrosa excepción, algo más de dos docenas de ciudadanos sudamericanos vestidos con las indumentarias de las selecciones de fútbol de Argentina y de Brasil.
Es que es de difícil pretensión suponer que si en los torneos locales de unos –argentinos– y de otros –brasileños– se juega cada vez peor, puedan ser creíbles las expectativas creadas por los voceros del fútbol para algunos, y también de quienes parecen estar en otra vereda, respecto de lo “atrapante” de lo que alguna vez fue uno de los grandes atractivos futboleros de esta parte del mundo.
Pablo Vignone
En el fútbol local, y más ahora que el nivel de Primera no dista tanto del de Ascenso, se reitera con mayor asiduidad el compromiso, por parte de los jugadores, de “ganar como sea”. Más allá de la burrada semántica que implica, las cámaras no persiguen luego a los que prometieron tal cosa, que supone compromiso frenético con tal de cumplir la misión, para que expliquen cómo el como sea termina siendo puro humo.
Viene a cuento del cero a cero de la Argentina con Brasil, en el que no hubo conjura de tal estilo. A Sabella le pidieron “resultados antes que proyecto”, como se escuchó tanto de boca del titular de AFA, Julio Grondona, como de su delfín Germán Lerche. Y la Selección se los obsequió, pese a que “le faltó peso ofensivo”, según el argumento del entrenador, a causa de las lesiones de Boselli y Martínez. La formación titular tuvo cinco defensores y dos volantes centrales.
Los inconformistas de turno argüimos sobre la clase de juego que se vio, pero está visto que el éxito está del otro lado y que somos, además, unos incorregibles. Por eso, los canales de TV se la pasaron todo el día de ayer repitiendo la “lambreta” (la bicicleta del potrero) marca Damiao, mientras que a los cultores del equilibrio no les alcanzaron los elogios para ensalzar la actuación de Héctor Canteros.
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