La deshonestidad deportiva de Sergio Agüero, fraguando una falta en el área que derivó en un penal, es tan remarcable como la fabulosa definición con zurda cruzada que puso en juego para marcar el segundo tanto de la Argentina. La picardía impide considerar al delantero como el mejor futbolista de la Argentina en la calurosa noche de ayer en Paraguay, por lo que es necesario caer, una vez más, en una figurita repetida: Lionel Messi.

Al astro le hubieran alcanzaron apenas un par de pinceladas para transformarse en el destacado: la ejecución en cámara lenta del primer penal, con la pelota entrando en el arco en slow motion, o la ingeniosa habilitación con el pecho para la entrada de Agüero. Tuvo más, claro, como ese remate de larga distancia que Fernández conjuró con esfuerzo, o la potente definición en el segundo penal, su décimo gol en estas Eliminatorias. El penal que lo cobraron tampoco fue, como el de Agüero, pero, a diferencia de aquél, hubo contacto con el defensor paraguayo Candia.

El resto del partido mostró dos evidencias claras; la Selección está partida al medio, entre un ataque de lujo (además de Agüero y Messi aportó peligro Palacio, el reemplazante de Higuaín, y Di María, que había mostrado poco en el primer tiempo, se anotó con un gol en el complemento) y una defensa que no termina de consolidarse; y es, indudablemente, un equipo que se siente mucho más cómodo contragolpeando, exprimiendo la velocidad de sus atacantes bajitos, que llevando el pulso del partido.

Las dudas de Romero sacudieron al equipo durante casi todo el primer tiempo y su máximo error derivó en el empate paraguayo. Con la imposibilidad de contar con Fernández y Garay, sus zagueros titulares, Sabella incluyó a Coloccini y Campagnaro; el blondo del Newcastle fue burlado por Núñez (al que perseguía como una sombra) en la jugada del primer gol paraguayo, y en el segundo tiempo cambiaron posiciones con Campagnaro, el otro zaguero reemplazante. Coloccini perdió la marca de Santa Cruz en el segundo gol de Paraguay.

En el medio, aun con altibajos, Gago y Biglia cumplieron. Si a veces fueron desbordados, fue porque eso es parte de los riesgos que deben correrse jugando con tantos hombres de ataque. O de contraataque.