Jueves, 5 de junio de 2014 | Hoy
Por Darío Pignotti
En una entrevista divulgada ayer por la TV Bandeirantes, Dilma Rousseff dio a entender, sin muchos rodeos, que está harta de la FIFA, sus manejos y la arrogancia con que atropellan la “soberanía” brasileña. Dilma no la tiene fácil, ya que entre junio y octubre deberá enfrentar dos desafíos mayores: primero garantizar la seguridad y la buena organización de la Copa y luego participar en los comicios más disputados de su vida, incluso que los de 2010, cuando conquistó su primer mandato. Su popularidad creció al 40 por ciento el mes pasado, contra el 20 de su adversario Aecio Neves, el amigo de Ronaldo, cuya perspectiva de victoria en las elecciones crecería si el Mundial fuera un fracaso y la imagen del gobierno se cayera a pique. El bloque conservador, integrado por la banca, la derecha partidaria (con Cardoso como guía y Neves como candidato) y la industria mediática, sueña con la debacle de Dilma que bien podría ocurrir si sucediera un nuevo Maracanazo, aquella “tragedia” futbolística de 1950 cuando Brasil cayó como local 2-1 frente a Uruguay en la final de la Copa. Dilma y el Partido de los Trabajadores temen que una crisis de seguridad durante el Mundial y una derrota del combinado minen sus posibilidades en las presidenciales de octubre, pero si fuera así aún cuentan con un crack en el banco de suplentes pronto para ingresar al campo de juego si fuera llamado de urgencia: Luiz Inácio Lula da Silva, cuya popularidad se preserva casi intacta.
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