Al presidente ruso, Vladimir Putin, no le gusta el fútbol, sino el yudo y el esquí, pero el Mundial de 2018 es un proyecto crucial en sus aspiraciones de alcanzar económicamente a Occidente. “La FIFA ya ha dicho que el fútbol y el deporte están al margen de la política. Yo creo que esa es la única postura válida”, dijo Putin al reunirse el año pasado con el presidente de la FIFA, Joseph Blatter. El Kremlin espera que el Mundial haga con Rusia lo que no pudieron los boicoteados Juegos Olímpicos de Moscú (1980) con la ex Unión Soviética: convertir a ese país en una de las primeras cinco potencias económicas del mundo para 2020. Putin nunca asiste a los grandes partidos de la selección rusa de fútbol.