Sábado, 30 de mayo de 2015 | Hoy
EL MUNDO › OPINION
Por Emir Sader
A lo largo de muchos años, la izquierda –en sus múltiples variantes– resistió a la avalancha aparentemente imparable del neoliberalismo. Afirmar los derechos de las personas, denunciar su expropiación por los gobiernos, movilizar a los afectados, cumplir el rol histórico de la resistencia popular, como función clásica de la izquierda.
Hasta que los fracasos del modelo económico neoliberal planteó a la izquierda el dilema: ¿atreverse a ganar o tener miedo a ganar? El rol de izquierda testimonial es más cómodo: garantiza los argumentos, la coherencia, uno se duerme tranquilo en la almohada. Se pierde, pero se mantienen las posiciones históricas de la izquierda. Otra vez será. O nunca.
El miedo a la victoria es el miedo a enfrentar la realidad como es y no como nos gustaría que fuera, o como algún día fue. Es encarar las herencias dejadas por los gobiernos tradicionales, especialmente las más crueles, de los gobiernos neoliberales. Es no poder entregarse a la construcción inmediata de los sueños, sino rescatar a los sectores más postergados, recomponer estructuras de gobiernos desechas, negociar acuerdos que permitan ser mayoría parlamentaria. Total, tener el coraje de agarrar la realidad por los pelos, tirarla en la dirección de sociedades menos injustas, más solidarias, democráticas, pluralistas.
Poder partir de esa herencia maldita es buscar los eslabones que articulan la realidad tal cual fue transformada por los mecanismos de mercado, por la precarización de las relaciones de trabajo, por el consumismo, por el egoísmo, por la lógica de los shopping centers, por la violencia, el narcotráfico, la intolerancia, en fin, nuestras sociedades realmente existentes.
Los gobiernos posneoliberales en América latina han tenido ese coraje, de priorizar la atención a los más postergados socialmente, opción más que justa en el continente más desigual del mundo, en el continente que tuvo más gobiernos posneoliberales y los más radicales. Opción que probablemente tenga que ser hecha por todos los gobiernos que triunfen después de la devastación de derechos operada por el neoliberalismo.
En Europa, continente que ha tenido el más generoso Estado de Bienestar social y que sufre su final en manos de los gobiernos de la austeridad, las fuerzas –como en Grecia– que triunfen electoralmente, van a tener, además, que enfrentarse a toda la correlación europea de fuerzas, centradas en las políticas de ajuste, dispuestas a inviabilizar cualquier alternativa. Van a tener que generar la correlación de fuerzas que cree sus espacios de maniobra para poder adquirir soberanía sobre sus destinos.
Así como en América latina, hay que establecer alianzas, para producir mayorías institucionales, que hagan posibles las políticas fundamentales de prioridad de las políticas sociales y no del ajuste fiscal; de prioridad de los tratados de integracion regional y no de libre comercio con Estados Unidos; de rescate del Estado en contra de la centralidad del mercado; de quiebre de la hegemonía del capital especulativo; de democratización de los medios de comunicación; de reformas tributarias socialmente justas.
Hay que tener el coraje de correr los riesgos de hacer la travesía entre la herencia neoliberal y gobiernos antineoliberales. Para ello es necesario saber construir la hegemonía posneoliberal, produciendo nuevos equilibrios, inestables bajo ciertos aspectos, pero con la predominancia de la ruptura de los preceptos fundamentales del neoliberalismo.
Esos son los desafíos de las izquierdas del siglo XXI. Ganar para transformar democráticamente a nuestras sociedades.
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.