Sábado, 8 de septiembre de 2007 | Hoy
DEPORTES › OPINION
Por Juan José Angelillo*
Siempre lo más bello es lo esencial. Sin embargo, ¿cuántas veces esta belleza se extingue aprisionada por la abusiva invasión de elementos externos que buscan mimetizarse con ella?
El deporte corre ese riesgo cuando, abordado por factores e intereses, termina siendo desnaturalizado, deformado, marchitado. Lo que ha hecho que muchísimas personas, incluso sin entender cabalmente sus reglas, se hayan alegrado tanto con el resultado del partido entre Los Pumas y Francia puede leerse, independientemente del normal exitismo, también con el del placer de observar simplemente un verdadero equipo jugando un juego.
Se pueden rescatar de este episodio, éste ahora, recargado de una parafernalia técnica y una exposición casi universal, algunas joyas de lo que es verdaderamente un partido de rugby. Impresionante resultó en ese sentido la personalidad. Hay que poder instalarse allí a imponer condiciones. Haber creído que era posible.
Otro aspecto para resaltar fue el de poder observar la invisible conexión que define ser o no un auténtico equipo funcionando, transportando a cada jugador al lugar adecuado. Cada uno estuvo siempre en el lugar indicado en el momento indicado.
Finalmente, pero en realidad primero, los jugadores, las personas. Felizmente confiando en sí mismos y en sus compañeros, disfrutando de la metáfora de protagonizar un combate mítico donde cada uno juega su propia batalla, dispuestos a dar todo, a dejar todo su ser de jugador en pos de sus legítimos deseos.
* Ex hooker de Los Pumas.
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