ECONOMíA › ENTREVISTA AL EMBAJADOR JOSE BOTAFOGO GONÇALVES
“Les falta visión estratégica”
Eso les dijo a los industriales argentinos el embajador brasileño en la Argentina. En diálogo con Página/12, defendió el Mercosur.
Por David Cufré
La caída de la convertibilidad y la llegada de Lula al gobierno de Brasil le dan al Mercosur la oportunidad de resucitar. El proceso de integración debería adquirir un significado nuevo, en el que los países socios empiecen a disfrutar de los beneficios en lugar de sentirse mutuamente perjudicados. Estas son las conclusiones del discurso que el embajador brasileño en Argentina, José Botafogo Gonçalves, pronunció ayer durante la Conferencia Industrial, y de lo que conversó posteriormente con Página/12. La segunda parte de su análisis incluyó una crítica directa a los industriales, al imputarles una falta de visión estratégica para saber apreciar las ventajas de la integración y detenerse en protecciones sectoriales. Botafogo pidió a los empresarios que definan primero hasta dónde quieren llevar la unión para que luego los gobiernos sepan cómo manejarse.
Desde que Brasil devaluó en enero de 1999 y la Argentina se fue hundiendo en la recesión, el Mercosur ingresó en su etapa negra. El salto explosivo en el comercio intrarregional de los primeros años cambió por una sucesión de acusaciones cruzadas, de tono cada vez más agresivo. La propia Unión Industrial llegó a pedir a fines del año pasado la suspensión del Mercosur hasta que el país superara lo peor de la crisis. Botafogo justificó ayer esa actitud, al sostener que “intentar hacer algo con el sistema anterior (la convertibilidad) era perder el tiempo”. La etapa que se inicia vuelve a despertar expectativas entre los industriales, que el embajador del país vecino comparte. Pero se permitió recordar que los empresarios “no hicieron el ejercicio estratégico de preguntar dónde hay mejores condiciones para la integración de la actividad productiva”.
–¿Mejoran las perspectivas para el Mercosur a partir de la llegada de Lula a la presidencia de Brasil? –le preguntó Página/12.
–Sí. La vocación integracionista de los nuevos dirigentes o por lo menos del presidente electo es muy clara. Ahora hay que esperar que se constituya el gobierno y que se produzca el recambio de gobierno en Argentina para que se reanude el diálogo con los nuevos responsables.
–¿Cuál es el máximo de integración posible que imagina para la nueva etapa?
–Más allá de los gobiernos, tengo que marcar que los empresarios todavía no hicieron un ejercicio estratégico para definir los límites que quieren para la integración. No basta preguntar a los gobiernos cuál es el límite, sino que tienen que ser definidos en conjunto con los privados. En todo proceso de integración hay costos y beneficios. Pero no deben medirse por casos puntuales sino de una manera global. En este sentido, la Unión Industrial tiene que tener una presencia estratégica institucional mucho más fuerte, y no solo ocuparse de las preocupaciones de sectores puntuales.
–¿No es función de los gobiernos establecer las líneas estratégicas y mantenerlas a pesar de las presiones coyunturales?
–Es responsabilidad de todos. Un empresario en particular nunca va a querer pagar los costos de un proceso de integración. Fijar objetivos globales es un papel que la UIA puede desarrollar acá, así como en Brasil puede hacerlo la Confederación de la Industria.
–¿Propone que desaparezca la denominación “Producido en Argentina” o en Brasil y se cree la marca “Producido en el Mercosur”?
–Así es.
–¿Eso puede darse en la etapa que se inicia?
–No, lleva más tiempo. Pero se puede avanzar mucho. Es un proceso que exige transformación productiva, inversiones y aumento de la infraestructura. No es algo que ocurre de la noche a la mañana. La decisión política de hacerlo sí puede ser rápida, pero los efectos prácticos tardarán algunos años.
–¿Cuál es su balance del Mercosur?
–Puede parecer paradógico, pero es extremadamente positivo. Nunca hemos tenido en el pasado en esta parte del mundo una experiencia de integración semejante. Nosotros desarrollamos nuestras economías mirando a Estados Unidos o a Europa, y desconfiábamos mutuamente. Mirábamos en direcciones opuestas. Con estas negociaciones pasamos a mirarnos cara a cara. A veces la cara que vemos nos agrada y otras veces no, pero la verdad es que esto es un progreso extraordinario.
–¿Qué debe hacer el Mercosur frente al Alca?
–Lo que siempre ha hecho. Estar juntos y sacar las mejores ventajas.