ECONOMíA › LOS DIARIOS DE NEGOCIOS CONDENAN MAS DE LO QUE EXPLICAN
Mucho más fondistas aún que el FMI
De creer a los análisis financieros internacionales, la Argentina ya estaría tan aislada como Irak o Zimbabwe, o representaría un modelo de fracaso nacional comparable al de Somalía. Qué se juega el país y qué se juega el Fondo según la prensa más poderosa del mundo.
Por Martín Granovsky
Joseph Stiglitz tiene las cosas muy claras. El ex vicepresidente del Banco Mundial siempre dice que la Argentina fracasa a los ojos del Fondo Monetario Internacional porque le hace caso al Fondo Monetario Internacional. Pero Stiglitz es todavía una rareza. Ayer, la actitud dominante en los principales diarios de negocios del mundo hacia la Argentina era no sólo peor que la de Stiglitz sino más dura que la esgrimida por el propio FMI o del Departamento del Tesoro de los Estados Unidos. Con un agregado: los artículos condenan más de lo que entienden.
El servicio de urgencia del semanario The Economist sacó una conclusión dura: no pagarle al Banco Mundial todo lo debido “empeorará la reputación económica argentina y no facilitará un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional”. La ilustración del servicio mostraba una bandera argentina tapada parcialmente por un nubarrón gris oscuro. La opinión de The Economist es que la estrategia entraña un alto riesgo porque así la Argentina se desligó “de su última fuente de financiamiento externo”. Advierte el texto: “Si la Argentina no paga dentro de los próximos 30 días no recibirá más créditos y tampoco reducciones de la tasa de interés de los créditos existentes; si el gobierno sigue en default por 60 días, todos los desembolsos ya pactados también se frenarán. Y puesto que el dinero del Banco Mundial se orientó a mitigar los peores efectos de la crisis económica argentina, el default tiene consecuencias potencialmente desagradables para los ciudadanos más pobres”.
No es mejor el lugar en que pone a la Argentina el Financial Times de Londres. Como no tiene más corresponsal en la Argentina, fruto de la insistencia del juez Claudio Bonadío en investigar a sus fuentes de información, el diario fecha su artículo en Washington. Califica el default parcial de “gesto fuera de lo común” y “señal de la intensa frustración a la que llegaron las negociaciones con la institución hermana del Banco Mundial, el FMI”. Según el FT, la Argentina quedó en compañía de Irak, Zimbabwe y Liberia. Economistas que no identifica analizan que la Argentina estaría buscando con esta medida endurecer las negociaciones con el Fondo.
El artículo publicado ayer por The Washington Post no dejó ningún matiz de grises. Comenzaba así: “El gobierno argentino dejó de pagar casi todo el monto de 805 millones de dólares que debía efectuar ante el Banco Mundial y pagó solo una fracción de esa suma, profundizando la ruptura con el establishment financiero internacional y provocando preocupación sobre un nuevo deterioro de las relaciones entre los Estados Unidos y América latina”.
La nota recordaba que la Argentina ya había “dañado severamente su credibilidad como deudor, con su default de principios de año de alrededor de 100 mil millones de dólares a los bancos comerciales, los tenedores de bonos y los acreedores privados”.
Para el Post, la novedad es que no pagarle al Banco Mundial pone al país cerca del riesgo de ser paria, junto con países fracasados como Somalía o gobiernos izquierdistas que “deliberadamente quisieron desafiar al capitalismo global, como Perú en los años ‘80”. Era una referencia al entonces presidente Alan García.
Autoridades del gobierno citadas sin su identidad por The Washington Post expresaron preocupación por la imagen del capitalismo. “Esto es crucial para toda la región”, explicaron. Y dijeron que si la Argentina rechaza las políticas del Fondo a Luiz Inácio Lula da Silva le resultará difícil seguirlas. Como se ve, el pensamiento de esos funcionarios sigue siendo más bien simplote. Por lo que viene diciendo hasta ahora, Lula no se propone como objetivo un enfrentamiento con el Fondo sino solo que el sector externo no empeore en el 2003, cosa que ocurriría si Brasil aumentara sus importaciones, para que un tímido crecimiento permita ir desactivando la deuda interna. La seguridad ideológica de los artículos contrasta con la falta de agudeza para interpretar lo que viene. No hay en ninguno de los analistas consultados algo que se salga de los manuales. Pero dentro de los propios artículos aparecen costados más interesantes. The Economist, tan violento en su servicio de emergencia, lee como un signo de acuerdismo que el Fondo haya dicho en su comunicado que extenderá la fecha tope del 22 de noviembre para el pago de deudas argentinas con el organismo. Y también se plantea si el Fondo tiene algo que perder. El párrafo vale la pena: “En estas negociaciones de gran elaboración coreográfica, no sólo los argentinos tienen mucho en juego. También para una organización como el FMI, acostumbrada al papel de chivo expiatorio internacional, el desenlace con la Argentina es incómodo. No puede quedarse con la imagen de que pone dinero en un agujero negro: dar un préstamo sin tener a cambio la seguridad de un programa de reformas sería políticamente desastroso para el FMI, y permitirle a la Argentina un default en gran escala con los organismos multilaterales de crédito no sería un escenario mejor”. Todo eso cuando, además, están en juego negociaciones permanentes con Turquía y Brasil.
De acuerdo con Michael Mussa, el ex economista jefe del FMI que ahora trabaja en el Instituto de Economía Internacional de Washington, el crédito externo para la Argentina será aún más difícil de obtener y se hará más arduo importar. Más allá de eso, el problema principal según Mussa es que para salir de esta situación en cualquier caso hará falta un préstamo puente, y ésa es una perspectiva improbable.
Ninguno de los analistas llega al nivel de Stiglitz. En un recordado artículo del Washington Post el ex vice del Banco Mundial escribió que la Argentina sin duda estaría mejor con menos corrupción y sin déficit. Pero sostuvo que eso es obvio porque “no habría crisis de la deuda si no hubiera deuda”. Stiglitz piensa que los Estados Unidos podrían resolver la emergencia velozmente y sin efectos negativos abriendo el mercado para los productos argentinos. Si no, al menos podría evitar que la emergencia sea peor solo con dejar de pedirle a la Argentina más ajuste, algo que profundizaría la depresión y agudizaría los problemas sociales.
“El desastre del mejor alumno del FMI sobrevino no por haber dejado de escuchar al Fondo sino más bien por haberlo hecho”, dijo Stiglitz, por ahora en soledad.