Viernes, 5 de marzo de 2010 | Hoy
ECONOMíA › OPINION
Por Héctor Valle *
Casi tres décadas trabajando juntos, creo, me otorga títulos de sobra para opinar sobre una persona. Más aún cuando esas tareas no consistieron en hacer plata, sino en el día a día de estudiar los problemas nacionales y militar en la construcción de un proyecto nacional. Más aún si debió hacerse casi en soledad, durante la negra noche en que imperó el pensamiento neoliberal. Eso ha sido y seguirá siendo la FIDE, cuya coherencia ideológica es difícil negar. Fuimos contra corriente de Martínez de Hoz, anunciamos el fracaso inevitable del Plan Austral y, con persistente militancia, estuvimos entre los muy poquitos que se atrevieron con la convertibilidad. Con la misma fe en nuestras ideas nos comprometemos con la actual gestión, activamente, sin dobleces ni “apoyos críticos” y desde donde nos toque actuar.
Me pareció necesaria esta quizá demasiado extensa introducción para expresar mi solidaridad con Mercedes. No sólo por sus ya probadas virtudes técnicas, la inteligencia de que está dotada, algo que explica su capacidad didáctica para explicar las cuestiones más complejas de la economía, sino, fundamentalmente, porque es una persona de bien. Y por eso yo pongo las manos en el fuego, algo que no suelo hacer. Paradójicamente, esas virtudes la convierten en un blanco móvil para la oposición. No es fácil ganarle un mano a mano a la hora de discutir ideas, la lógica del amontonamiento opositor prefiere entonces removerla.
Dependiendo del voto del doctor Menem, el 3/03/10 logró prevalecer esta mezcolanza en el Senado que así inició su ansiado regreso a los años ’90, convertibilidad incluida. Ya se relamen esperando bajar a la presidenta del BCRA como parte de esa opción estratégica. No creo que sea tan fácil; Mercedes acredita una larga militancia comprometida con la defensa del interés nacional y ello es fácil probarlo recordando dónde estaba cada uno en cada etapa de nuestra historia reciente. Puede mostrar sus conocimientos técnicos, como ya mencioné, su enorme capacidad de trabajo, su virtud de compañera en la militancia que no se dobla ni se deja tentar cuando vienen los tiempos difíciles. Pero fundamentalmente ahí está la historia de su empecinada coherencia. Y esto es algo que los “Menemdependientes” –hoy la impugnan nada menos que por haber cumplido con la ley que ellos tantas veces violaron–, difícilmente podrán exhibir. Veamos algunos botones de muestra: baste revisar los medios de la época, los documentos del Encuentro de Economistas Argentinos y del Plan Fénix, además de la constante prédica de la Revista FIDE para documentar su permanente oposición a las privatizaciones ejecutadas por quien hoy es la pieza principal e irremplazable de la ofensiva senatorial.
Luego mantuvo una posición critica, irreductible, cuando el Senado votó la vergonzosa Ley Banelco –donde eran mayoría radicales y varios de los hoy peronistas federales–, protagonizando uno de los mayores escándalos de la Alianza entonces gobernante.
Por entonces militaba en el Frenapo, mientras Prat Gay (JP Morgan) y Redrado (Fundación Capital) se beneficiaban de los grandes negocios que el endeudamiento argentino proporcionaba al sistema financiero. Como es sabido, ese endeudamiento es la base de la pobreza en la Argentina. Ahora, en apenas dos años de gestión como presidenta del Banco Nación, pudo hacer realidad la vieja aspiración de que las pequeñas y medianas empresas puedan acceder al crédito a tasas y plazos accesibles.
No debe sorprendernos entonces su adhesión al principio básico de que la autoridad monetaria, sin perder su autarquía, debe estar al servicio del desarrollo económico y no actuar como una embajada virtual de las finanzas globales en territorio argentino.
Al intentar removerla de su cargo, aquellos cuyos predecesores jamás objetaron los pliegos de Roque Fernández o Pedro Pou, actitud que hoy se ratifica en las relaciones carnales que practican con Carlos Menem, lo que están atacando son las ideas de Mercedes más que las formas de los decretos. La saben una ferviente defensora de una autoridad monetaria al servicio de la producción y el trabajo nacional.
Pero no cabe duda de que éstos serían sólo los primeros pasos que dé el conglomerado. Van por todo; van por el gobierno popular, ya lo hicieron en 1955. Por eso, al defender a Mercedes estamos defendiendo al gobierno de Cristina. Que quede claro.
* Presidente de la Fundación de Investigaciones para el Desarrollo Económico (FIDE).
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