ECONOMíA › EL DIRECTORIO DEL BCRA, JUNTO AL PERSONAL, DESPIDIO EL 2003
En el Banco Central saben festejar
Se convocaron en el hall San Martín de la entidad. Tango, champagne y canapés fue el programa. No faltó nadie a la cita.
Por Susana Viau
Tango, champagne y canapés fue el programa que, como preámbulo de las fiestas, prepararon ayer los directivos del Banco Central. Frente a las mesas tendidas en el hall San Martín de la entidad, el presidente Alfonso Prat Gay, su segundo Pedro Lacoste, los directores Ricardo Branda y Guillermo Lesniewer y el asesor Miguel Angel Ortiz –el primero en aprietos por las denuncias de coimas en el Senado y los dos restantes procesados– confraternizaron con el personal. Mientras tanto, en un escenario instalado para la ocasión, Mayoral y su compañera Elsa María se marcaban cortes y quebradas. Los bailarines y la orquesta Sans Souci ponían todo el fervor y la transpiración porteños en la empresa, previo cobro de dos cheques de 7865 pesos cada uno. Un Santa Klaus de alto standing había provisto las vituallas para el Brindis de Fin de Año, según pudo observar la Contaduría General del BCRA.
Todos no entraban con comodidad en el hall designado como epicentro de la fiesta. A ese sector ingresaron algunos empleados y, en pleno, los cargos gerenciales alineados en el CEMA. El resto se acomodó en los pasillos donde también se habían colocado mesas y pantallas gigantes que retransmitían el espectáculo. Antes del ingreso de los fondistas, el coro del banco entonó temas navideños de Ariel Ramírez y la infaltable música ciudadana. Por una cabeza fue el hit. El coro, que no cantó a capella, estaba entonado: cobró 1000 pesos por los gastos, entre los que se incluían el saxo, el pianista, el baterista y el bajo. En realidad, mucho menos que los 50 mil que había desembolsado el banco para que pudieran viajar a San Martín de los Andes, evento para el que las blusitas, adquiridas al por mayor, costaron 50 pesos la unidad.
Vituallas y bebidas corrieron por cuenta de Panificadora Pesce, de Mc Napace SRL. Para que no hubiera comentarios respecto a posibles actos de tacañería, los directivos del BCRA eligieron la mejor de las opciones; saladitos y canapés de salmón ahumado, caviar negro y caviar rojo con codorniz, roquefort con nueces, chips con amapola de pavita y tomate, perniles de ternera adobada y flambeada, pan dulce, masas. En cuanto a los líquido y además del agua y los jugos, hubo vinos Valmont y 24 cajas de Chandon Extra Brut. El cocktail se pagó con dos cheques de 7290 y 7260 pesos. La orquesta Sans Souci se esmeró con Verano porteño, Quejas de bandoneón; Mayoral y Elsa María se anudaban en ochos y piruetas sobre el escenario que ellos mismos habían aportado. Pero la apoteosis llegó al filo de la tarde, cuando la añosa Alba Solís dijo más que cantó los temas emblemáticos de Discépolo.
A esas horas, el presidente Prat Gay, su hombre de confianza Pedro Lacoste y otra gerente con llegada a las alturas, Alejandra Naughton, décontractés y en el mejor estilo de los guateques del Náutico San Isidro o de CUBA, hacían gala de su desenvoltura sentándose en el suelo frente al escenario. Fueron, por cierto, los únicos que se atrevieron a llevarse por delante las formalidades. La morocha Alba Solís seguía con el repertorio discepoliano. Branda, Lesniewer y Ortiz musitaban con ella “el que no llora no mama/ y el que no afana es un gil”, alejados por unos instantes de las citaciones a tribunales y los procesamientos que al ex superintendente y al asesor les han dictado por su participación en la estruendosa caída de bancos que, como el Mayo y su offshore Mayflower, se llevaron consigo los dineros blancos y no tan blancos de los depositantes, así como los redescuentos del Central. Por el contrario, una cierta preocupación se advertía de a ratos en los ojos de Branda. El huracán está pasando muy cerca y es probable que la sombra del comunicativo Mario Pontaquarto se le haya cruzado más de una vez al escuchar a la Solís silabear “te acordarás de este otario/ que un día cansado/ se puso a ladrar”. Es que, aunque su nombre no ha aparecido en boca de Pontaquarto (“por ahora”, afirmó en estricto off the record un importante miembro de la bancada justicialista) y tampoco figura en el listado donde se incinera, bajo el alias de “Choclo”, su conmilitón Augusto Alasino, la coyuntura es un tembladeral. El ex senador y actual vicepresidente del Central sí había pasado a la inmortalidad con el anónimo que desató la primera parte del escándalo de las coimas. El traicionero papelito lo daba como uno de los integrantes del pelotón especial del justicialismo (él, Cantarero, San Millán y Pardo), que habría cotizado en 200 mil dólares su sufragio afirmativo a la ley laboral.