EL MUNDO › COMO LOS NORTEAMERICANOS RASTREARON Y CAPTURARON AL EX DICTADOR
Aventuras en la “galaxia Saddam”
Nueve mil personas que orbitaron en torno de la figura de Saddam Hussein constituyen el diagrama del mapa de la persecución norteamericana del ex dictador iraquí. Y su caída se debió a la confesión de un hombre de confianza de Saddam. Aquí, la búsqueda de una aguja en un pajar.
Por Eduardo Febbro
Página/12
en Irak
Desde Bagdad y Tikrit
El hombre que el viernes pasado reveló el lugar donde se encontraba escondido el presidente Saddam Hussein no cobrará los 25 millones de dólares de recompensa ofrecidos por los norteamericanos a quien suministrara informaciones para capturarlo. “Está excluido –dice Brian Murphy, el responsable de inteligencia en la primera brigada de la Cuarta División de Infantería–. Murphy muestra con cierto orgullo el diagrama lleno de colores que radiografía la red que le permitió al tirano de Bagdad escapar durante tantos meses a las pesquisas organizadas para encontrarlo. El gráfico de la llamada “galaxia Saddam” consta de más de 9000 personas que gravitan alrededor de la foto del ex presidente. En el centro del afiche hay una importante concentración de personas que, en la terminología de la brigada encargada de seguirle la pista a Saddam Hussein, se llaman “presentadores”, es decir, los individuos que “conducen directamente a Saddam”, aquellos en quienes tenía más confianza.
En esa concentración de “relaciones” hay un pictograma que se distingue de todos los demás y que designa al hombre –un oficial– que puso el dedo sobre el punto del mapa donde Saddam Hussein se había recluido. Murphy explica que entre todos esos nombres había “cuatro o cinco presentadores clave” capaces de conducir a Saddam. Buscado desde mediados de julio, capturado en la capital iraquí durante la noche del viernes al sábado –del 12 al 13– y conducido a Tikrit, el oficial no tardó mucho en abrir la boca. Murphy no quiere decir de qué naturaleza era la relación entre el informador y el dictador iraquí, pero admite que era un “hombre clave” implicado en los atentados contra la población y los miembros de la coalición. El diagrama de “la galaxia Saddam” es muy complejo, está poblado de líneas que se cruzan en varios puntos y que significan “sangre”, “dinero”, “lazos familiares”, “complots”, “atentados” y “áreas de influencia”. La representación gráfica de la estructura de Saddam Hussein se articula en torno a “seis clanes” que apoyaron a Saddam Hussein y que, además, organizaron la resistencia. Las familias con más influencias están pintadas de azul, rojo y violeta. Resumiendo la intrincada figura del esquema, el oficial norteamericano explica que se trata de una historia “de lazos” convergentes que Murphy resume como “lazos familiares, lazos tribales y lazos de dinero”. El militar afirma que siempre tuvo la corazonada de que “mirando bien de cerca esos tres elementos en algún momento íbamos a dar con la persona que nos llevaría hasta Saddam”. Los otros militares que trabajan en el servicio de inteligencia de la brigada conocen de memoria los recovecos de ese “plano” del mundo secreto del amo de Bagdad. Los oficiales cuentan que “al principio empezamos de la nada, apenas contábamos con un puñado de nombres evidentes hasta que, con el correr de los meses, la lista se fue llenado y adquiriendo coherencia”.
Murphy clasificó en dos categorías a las personas que ayudaron a Saddam Hussein a “vivir bajo la tierra”: los “leales” y los que trabajaron con él “por dinero”. Financistas, transportistas de fondos para alimentar la guerrilla, contactos pasajeros, escondites, vendedores de armas, organizadores de acciones terroristas, miembros de la “guerrilla saddamista”, el esquema no dejó ninguna categoría sin definir. Un total de 9000 nombres y un hombre clave que había logrado escapar varias veces, primero de su casa natal, en Tikrit, luego en Bagdad. Según confiesan sin muchos detalles los oficiales del equipo de inteligencia, el militar que vendió a Saddam fue interrogado por el coronel James Hickey y “al cabo de un par de horas dijo lo esencial”. Se trata de un coronel de mucha confianza, un “hombre del primer círculo” que cumplía un papel de “enlace” entre el fugitivo y el resto de su ejército de fieles.
La captura de Saddam no puso fin a lo que los norteamericanos llaman “la batalla final”. Aún queda un “núcleo duro” de cuadros del régimen y miembros del Partido Baaz a quienes las computadoras intentan “poner en relación” con fuentes conocidas. Sin embargo, lo más problemático sigue siendo lo desconocido, los combatientes árabes, los nacionalistas, la resistencia espontánea y sin rostro, los islamistas radicales, los sunnitas y ese otro enigma que se llama Al-Qaida. ¿Cuánto hay de cierto en la versión de que Saddam Hussein y algunos grupos de Al-Qaida hicieron un pacto estratégico secreto algunos meses antes de la intervención norteamericana? Los norteamericanos se muestran más discretos que antes a la hora de acusar indiscriminadamente a Osama bin Laden de haberse asociado con Saddam. Sin embargo, algunos elementos clave recogidos en Bagdad y otras localidades permiten aceptar que, si bien no hubo alianza negociada, uno o varios comandos de Al-Qaida viajaron a Irak para enfrentarse con las tropas de Bush.
De manera muy oficial, Martin Dempsey, comandante de la Primera División de Infantería estacionada en Bagdad y Ramadí, aseguró que Estados Unidos había capturado en Irak a “más de 300” combatientes árabes extranjeros. Dempsey declaró que tenía sobradas pruebas de que existían “conexiones” entre los kamikazes y el aparato saddamista para “financiar” y ofrecer apoyo a esos grupos. Con todo, Dempsey admitió que era “difícil saber si se trataba de circunstancias” temporarias o de algo “mucho más serio”. Desde hace dos días empezaron a circular en Bagdad insistentes rumores sobre el hallazgo de varias tumbas de combatientes pertenecientes a AlQaida enterrados en Ramadí, la gran ciudad-tribu situada a unos 100 kilómetros de Bagdad. “No es ninguna novedad”, explica un oficial de la policía iraquí recién incorporado, que luego agrega: “Sabemos que en Bagdad y sus alrededores hay unos 20 miembros de Al-Qaida operando en el sector”.
Desinformación, propaganda o información auténtica, nada permite por el momento verificar la verosimilitud del rumor. Los cálculos y los diagramas que condujeron hasta Saddam Hussein no sirven de mucho en casos como éste. Quedan pendientes un montón de imponderables humanos que las computadoras desconocen y que, por ende, no pueden interconectar.