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El gobierno de Kirchner mira a las retenciones a las exportaciones como una política “permanente”, que se extendería, al menos, durante toda la gestión. Esta es una de las pocas coincidencias entre el ministro de Planificación, Julio De Vido, y su par de Economía, Roberto Lavagna. No casualmente el lunes pasado, durante su visita a la Sociedad Rural, el Presidente esquivó cualquier promesa de rebaja, como reclaman a gritos los dirigentes del agro.
Dos hechos confirman ese consenso dentro del elenco oficial. Primero: el Ministerio de Planificación está buscando financiamiento externo para diversas obras de infraestructura energética. En los proyectos, cuyos plazos de ejecución varían entre 5 y 10 años, la Secretaría de Energía suele incluir como garantía de los préstamos un fondo fiduciario solventado con retenciones a las exportaciones del sector. Segundo: cuando algunas empresas exportadores solicitan créditos a los bancos oficiales (Nación, Bice) se recomienda que en los números de “flujo de caja” de la firma para los próximos años incluyan una estimación de ventas al exterior neta de retenciones.
Hay letra de sobra para justificar una política de retenciones por tiempo indefinido:
- En una economía que, se espera, funcionará con un tipo de cambio real alto por muchos años más, las retenciones a las exportaciones petroleras y de gas son el único instrumento impositivo (progresivo) con que cuenta el Estado nacional para apropiarse de parte de la renta extraordinaria que deviene de la explotación de recursos no renovables. En un contexto de altos precios internacionales prestan un servicio adicional: disociar el precio (dólar) internacional del crudo de los precios de los combustibles en el mercado interno.
- Para el agro el análisis es parecido. Pese a las quejas de los ruralistas, la renta del sector sería lo suficientemente alta como para “compartir” con la sociedad una porción.
- Según los datos que manejan en Economía y en Cancillería, los precios de los productos agrícolas y agroindustriales argentinos son hoy muy atractivos, incluso fuera de los países del Mercosur, en relación a sus competidores de Estados Unidos y Europa. Por caso, descontadas retenciones y flete, los productores argentinos están en condiciones de vender en Venezuela a un 30 por ciento más barato que sus competidores norteamericanos y europeos, que han abastecido tradicionalmente a ese mercado.
- De mantenerse el actual tipo de cambio real, una situación similar ocurriría en otros sectores: a igual calidad, los precios de la maquinaria agrícola fabricada en Argentina son entre 10 y 15 por ciento más competitivos que los brasileños. En calzado de alta gama, los zapatos argentinos son, puestos en Europa, 40 por ciento más baratos que los italianos.
- Las retenciones financiarían en el futuro dos políticas fundamentales, que de otra manera un Estado comprometido a sostener un nivel de superávit fiscal inédito no estaría en condiciones de costear. Por un lado, obra pública y proyectos de infraestructura. Por el otro, políticas de redistribución de ingresos, hasta ahora ausentes en el menú oficial.
Además de la presión que ejercen los lobbies empresarios y los gurúes de la city, el Fondo Monetario también se opone a una prórroga indefinida de las retenciones, a las que consideran un impuesto que “distorsiona” la eficiente asignación de recursos del mercado. De hecho, una de las condiciones del acuerdo vigente es su gradual eliminación. Sin embargo, hay un argumento difícil de refutar para apostar por su permanencia. Las cuentas fiscales son otras sin retenciones. Para este año, la recaudación por tal concepto ascendería a unos 10 mil millones de pesos, 2,5 por ciento del PBI. Para tener una idea de magnitud, la pauta actual desuperávit fiscal consolidado, acordada con el Fondo, es de 3 por ciento del PBI y el organismo pretende elevarla para los próximos años. Sin las denostadas retenciones, ¿alguien se imagina la magnitud del ajuste que el gobierno de Kirchner estaría obligado a aplicar para cumplir con dichas metas?