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Se viene el Consejo
Por Mario Wainfeld
La propuesta que impulsa el Gobierno para el Consejo del Salario que se reunirá el miércoles supone básicamente un efecto indirecto, diferido, sobre los ingresos de los trabajadores. Se trata de una suerte de blanqueo de incrementos no remunerativos que se incorporarán a los sueldos. Sus consecuencias inmediatas más potentes no se verán en el bolsillo de los asalariados formales. Serán una mayor erogación para las patronales y una mejor entrada para las arcas fiscales. La visión oficial es que el blanqueo derivará en incrementos en futuras negociaciones paritarias y que incluso puede determinar reaperturas de algunas ya cerradas.
En Trabajo y en Economía se postula también que los aumentos en blanco tienen su impacto en el mercado informal, una visión que muchos especialistas del rubro discuten.
Funcionarios de la Rosada y de Trabajo explican en voz baja que la mejor recaudación podría permitir en un futuro nada lejano (cabría añadir, bien condicionado por la inminencia electoral) aumentos de asignaciones familiares y de jubilaciones mínimas, anclados en una caja más sólida.
Y se ilusionan con que el nuevo salario mínimo diluya la existencia del “trabajo en gris”, esto es, aquel en que el empresario paga en blanco los mínimos y en negro lo que lo supera. Con haberes mínimos más realistas, postulan, esa categoría pierde espacio.
Con la mirada puesta al unísono en la inflación y en la gobernabilidad, el Presidente vería con agrado que el trámite del Consejo fuera veloz y silente. Néstor Kirchner recela de esas instancias a las que sospecha de corporativas, declamatorias e ineficaces. Su cautela respecto de la inflación determinó que esperara a conocer el índice de precios al consumidor de mayo (y a garantizar que ni las expectativas lo pregnaran) para convocar al Consejo. El anhelo oficial sería poder emitir anuncios mucho antes de fin de junio.
Nada es seguro pero es posible que las divisiones en el campo sindical compliquen ese escenario. A la clásica tensión entre la Central de Trabajadores Argentinos (CTA) y la CGT debe añadírsele los estrepitosos tironeos que afronta el frente interno de las gentes que moran en Azopardo. La CTA, cuya presencia en el ámbito es minoritaria, llevará posturas más reivindicativas que la CGT y, todo lo indica, usará el escenario como caja de resonancia de su reclamo de reconocimiento de personería como central de trabajadores. El juego de mayorías y minorías debería permitir al Gobierno sobrellevar esos embates si la CGT actuara de consuno. Pero los choques a su interior quizá compliquen la cuestión. De momento, todos doblan la apuesta, sobreactuando lo suyo. Así por ejemplo, la triunvira Susana Rueda hace un caso mediático de no estar incluida en las reuniones del Consejo, siendo que ya ha manifestado su conformidad oficial al Gobierno por esa situación. La puja entre Hugo Moyano y Armando Oriente Cavalieri está en un punto clímax que el inefable Luis Barrionuevo azuza entre los cortinados. El líder camionero divide pasiones en el Gobierno. Hay funcionarios que tienen óptimas relaciones con él o con su mucho menos extrovertido aliado Juan Manuel “Bocha” Palacios. Es el caso de Julio De Vido y de Ricardo Jaime. En otros despachos, incluidos algunos del primer piso de la Rosada o en Economía, las gentes de Moyano ranquean más bajo.
La diáspora cegetista que seguramente crecerá en las semanas por venir puede determinar que ambos bandos pretendan lucirse “por izquierda” en el Consejo, también para no quedar muy descolocados por los reclamos de la CTA. A su vez, el sector empresario llega rezongando. La UIA, que se opone a estas instancias y añora con énfasis los buenos tiempos en que no tenía que negociar nada, hizo saber sus quejas en público. Roberto Lavagna lo sacudió en su propio campo, en un encuentro convocado por la UIA en Mar del Plata. El ministro les recordó, ante su pedido de un Banco de Desarrollo, que el Banade cuando quebró acumulaba un rojo sideral, producto de las deudas impagas de 20 grandes empresas. Lavagna comparte con Kirchner una fruición, que es la de valerse de un menemómetro muy sensible. Accionado en presencia de la cúpula de la UIA, el aparato llega a marcas muy elevadas, algo que el ministro, guardando estilo sutil, no se privó de subrayar.
Ninguna de las representaciones que se sentará en el Consejo está del todo conforme y del todo contenida. Habrá que ver si esa fragmentación es funcional o chocante para los designios oficiales. La anterior convocatoria del Consejo tramitó en un trance más sosegado, con la CGT menos dividida, con la CTA menos de punta con el oficialismo. Y terminó con un broche de oro para Kirchner, un aumento por sobre lo acordado. La posibilidad de valerse de esa baraja sigue en manos de Kirchner, aunque en el oficialismo nadie quiera ni mentar el tema.