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La derecha recogió el guante e hizo su oferta para el plebiscito. Neuquén, un experimento kirchnerista. Los intendentes, jugadores importantes. La entropía radical. Carrió ante un nuevo escenario.

 Por Mario Wainfeld

El rival en espejo: Néstor Kirchner tiene la oposición que anhela y no se privó de demostrarlo. El pacto electoral entre Ricardo López Murphy y Mauricio Macri le coloca enfrente del adversario más deseado, una fuerza claramente ubicada a su derecha, carente de legitimidad para (y seguramente hasta de deseo de) proponerle una agenda superadora a su centroizquierda, o de prometer algún inexplorado horizonte progresista.
La entente flamante va, con buenas chances, por el segundo lugar en el podio y, tácitamente, el oficialismo la quiere ahí. Desde luego, eso no quiere decir que el kirchnerismo tenga la vaca atada de cara al plebiscito que propone para octubre. Pero sí indica que su envite fue recogido por quienes (hoy día) pintan como sus más fuertes contendientes.
El frente electoral López Murphy-Macri es, bien mirado, una jugada vinculada al reto plebiscitario. No es un partido, ni una coalición, sino apenas (nada menos) una oferta al electorado para votar útil contra el Gobierno. Su definición ideológica está formateada en espejo con el oficialismo: una derecha sencillita, pragmática, sin mayores explicaciones, sin devaneos programáticos. Los candidatos y su virtualidad electoral son su plataforma. Otro Frente para la Victoria, qué tanto. Las sutilezas quedan vacantes, a la espera de terceras fuerzas.
A primera vista, los dos referentes del nuevo espacio parecen cosechar de modo distinto. López Murphy se interna en el escarpado territorio bonaerense en pos de un segundo puesto, objetivo sujeto al avatar de un terremoto, como sería la división entre kirchneristas y duhaldistas (ver páginas 3, 6 y 7 de esta edición). Macri luce mejor posicionado de cara a una votación en tercios en la Capital, contra Elisa Carrió y (se supone) Rafael Bielsa. Un brete en el que puede quedar tercero pero en el que también podría ganar.
La voracidad de poder del acuerdo electoral también parece ser más riesgosa para la imagen de López Murphy que para la de Macri. El bulldog supo conservar cierto tinte republicano en sus discursos, pero esa credibilidad puede ser vulnerable a partir de su alianza con el heredero-portador de uno de los apellidos más ligados a la corrupción. Elisa Carrió no se privó de resaltar esa contradicción, que corre el riesgo de hacerse más palmaria si el gobernador Jorge Sobisch y el eléctrico Luis Patti engrosan la propuesta opositora, cuyo fuerte seguirá siendo el hecho de ser una alternativa de poder. Para López Murphy, Sobisch es un problema: lo tiene cuestionado públicamente por corrupción en su provincia. Pero la necesidad tiene cara de hereje... y, si los peronistas tragan sapos para ganar, la oposición que le cantó retruco al plebiscito quizá no le vaya en zaga.

- El prodigio del Neuquén: Menos vasto y relevante en el tablero nacional pero también sugestivo fue el acuerdo tramado por el oficialismo para la lista del Neuquén. El kirchnerismo hará boleta común con el radicalismo provincial para enfrentar al MPN de Sobisch. La lista de diputados nacionales la encabezará un frentegrandista, Oscar Massei. El candidato es un peronista disidente precursor que rompió lanzas con el PJ para formar su propio partido en 1985. Tiene bien ganado prestigio entre los neuquinos pero los peronistas convencionales lo desdeñan o lo detestan, o las dos cosas. Pero Kirchner no ceja en su heterodoxia que le permite un tramado casi inédito, cual es una lista conjunta peronista-radical. Su ambición es vencer a Sobisch, a quien aborrece. El MPN, tabulan los estrategas del Gobierno, viene siendo imbatible en elecciones a gobernador, pero es más vulnerable en las legislativas.
El resultado de la jugada está por verse, lo que es innegable es el interés de Kirchner en ella. Pruebas al canto. El Presidente participó personalmente en el cierre de la negociación con Massei y el intendente radical de la capital provincial, Horacio “Pechi” Quiroga. La reunión ocurrió en la Rosada y obligó a Kirchner a trasnochar, terminó cerca de la medianoche del jueves.
Dicho sea al pasar, la candidatura de Massei posterga (acaso definitivamente) que Oscar Parrilli sea candidato a gobernador del Neuquén en 2007. El actual secretario general de la Presidencia pintaba para ser él cabeza de lista de los diputados nacionales. Tal como están las cosas, una victoria de Massei instalaría otro referente en la provincia y una derrota resentiría a todo el conjunto. Ese eventual déficit a futuro no se computaba en la Rosada, donde sí se valoraba que Parrilli pudiera seguir en su puesto, que desempeña muy a placer del Presidente.
En Río Negro, otra provincia patagónica que no gobierna el PJ, habrá otro frentegrandista como primer candidato a diputado nacional. En este caso, se trata del intendente de Cipolletti, Julio Arriaga, quien conforma un frente cuyo principal armador (cosas veredes Sancho) es el senador Miguel Pichetto. La atonía de sus compañeros justicialistas propicia ciertos experimentos que serían inviables desde el vamos en Formosa, Salta, Tucumán o Jujuy, bastiones del peronismo más ranciamente tradicional que también bregará con los colores del Presidente.

- Ojo a los intendentes: El intendente radical de la capital neuquina cede espacio en la lista de diputados pero pedirá la parte del león en la de concejales. De ese modo buscará robustecer su posición local, que se pondrá en juego en 2007. La decisión refleja dos datos que tendrán su peso en el escenario electoral, que se tratarán en este párrafo y el siguiente. El primero es el peso de los intendentes. El segundo es el estado de asamblea del radicalismo. Empecemos por el primero.
En tiempos de desprestigio de los partidos políticos, los dos mayoritarios tradicionales (PJ y UCR) han perdido capacidad de convocatoria y capital simbólico. Su apoyo suele no servir de mucho. Los representantes territoriales, gobernadores e intendentes, deben ingeniárselas para diferenciarse de sus fuerzas de origen. Algunos o muchos entre ellos conservan representatividad y pueden ser más que útiles para el backstage de las campañas (actos, reuniones con sectores representativos de la comunidad, etc.) y para el denso momento de la votación (logística electoral, fiscales, etc.). Su cotización crece y es inversamente proporcional a la de sus partidos.
Es de plena lógica que un intendente neuquino haga todo lo posible por despegarse del radicalismo tradicional. Y lo es también que, en su incursión bonaerense, el kirchnerismo tenga en mira una lista de diputados nacionales muy poblada de intendentes. El matancero Alberto Balestrini es número puesto para encabezarla y hasta cuenta con perspectivas de ser jefe del bloque del PJ si José María Díaz Bancalari termina acompañando a Cristina Fernández en la boleta para senadores. Y están en gateras otros jefes comunales. El platense Julio Alak, Osvaldo Amieiro (San Fernando), Hugo Curto (Tres de Febrero) y Julio Pereira (Florencio Varela), los más papábiles. Cuesta creer que todos se vayan rumbo al Congreso Nacional, sería casi un vaciamiento de los municipios de la provincia, pero todo induce a predecir que varios de ellos se mudarán a la Capital para fin de año.

- Boinas blancas en asamblea permanente: Para los radicales con responsabilidades de gobierno es todo un tema alejarse todo lo posible de la debacle de su partido nacional. La consolidación de López Murphy como referencia ha de ser todo un revulsivo entre los correligionarios, más de cuatro intendentes buscarán su cobijo o un acuerdo con él. Para ellos y para los demás boinas blancas ha surgido un contendiente de temer o un socio a explorar. “Los radicales votan radicales”, se preocupa un dirigente radical de los que suman pocos votos, y que le teme más a López Murphy que a Carrió.
Curtidos por la emergencia, los radicales, constitutivamente muy refractarios a frentes o alianzas, se prestan a experiencias que otrora hubieran rechazado. En Santa Fe se ha votado una alianza con el socialismo de Hermes Binner. La respectiva convención partidaria, que aceptó el acuerdo por una mayoría muy estrecha, fue impugnada por el ex diputado radical Carlos Iparraguirre, quien denunció compra de la voluntad de convencionales. Más allá de la veracidad o falsedad de la imputación, la virulencia del episodio revela cuán conflictivo es acomodar viejas identidades a nuevas circunstancias. Circunstancias que el accionar del kirchnerismo acelera y promueve, aunque todavía no se ha corroborado que controle.

- Pejotismo, Frente para la Victoria, alquimias: La visita oficial (casi todo el Gobierno) a Santiago del Estero arroja datos sugestivos acerca de las tácticas de Kirchner, sus anhelos, sus límites. El Presidente fue a una provincia gobernada por un radical y fue recibido en triunfo por una multitud. Se corroboró la popularidad presidencial, tanto como la poca correspondencia que tiene hasta ahora con su armado político. En esa provincia, valga recordar, el PJ mordió el polvo, pese al aval de la Rosada.
El oficialismo hace campaña enancado en su acción de gobierno, con Kirchner y la senadora Fernández como estandarte, algo que engrosa la reputación de ambos. Pero los candidatos locales no aparecen, en una táctica cuyo sentido es patente pero que puede resultar riesgosa.
Carrió, López Murphy y Macri ya están instalados y en carrera. Es un enigma qué pasará con la líder del ARI, a quien le ha quedado un amplísimo espacio opositor a centroizquierda pero que porfía en enunciar un perfil moralista republicano y en negarse a definiciones ideológicas. Duro será su cometido, contiende con fuerzas que coinciden en polarizar la elección y que cuentan con muchísimos más recursos y despliegue territorial que su partido.
Kirchner juega con el apoyo del PJ y lo tensiona permanentemente con candidatos de otras identidades. Si por él fuera, Cristina Fernández, Rafael Bielsa y María Eugenia Bielsa (quien hasta ahora no ha aceptado el convite de la Rosada) llevarían los colores del Frente para la Victoria en los tres distritos electorales más grandes del país. Todo un mensaje para los pejotistas de ley que, de todos modos, hacen cola para bancarlos. Después de todo, a los premios también se cobra.
Hasta dónde llegará esa tensión y la aquiescencia de los compañeros es un arcano. Cuando se husmea el cierre de listas, máxime entre peronistas, todo exabrupto es posible. Mas nadie debe tomar muy a pecho las lealtades, las promesas, las agresiones o las rupturas. Nada es permanente mientras la puja de intereses está en magma. Con una popularidad alta, con una capacidad indisputada para predisponer la agenda pública, con gran heterodoxia para convulsionar identidades, Kirchner trata de transformar su popularidad en votos y en legisladores propios, en sedimentar lo que vino haciendo desde que llegó a la Rosada con escueta legitimidad. Tiene buenas perspectivas de hacerlo, aunque sus adversarios ya estén en la palestra y todavía no se sepa cabalmente cuáles son sus aliados y sus paladines. Tal vez (andando el tiempo se verá) los plebiscitos funcionen así.

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