ECONOMíA
La tía de todas las batallas
Por M. W.
La tía de todas las batallas, la discusión con el Fondo Monetario Internacional (FMI) reaparece como una necesidad (o una dolencia, usted dirá) crónica. El secretario de Finanzas, Guillermo Nielsen, encabezará una misión que seguramente partirá hacia Washington pasado mañana, para permanecer hasta el viernes inclusive. Antes, Nielsen se reunirá con el presidente Néstor Kirchner y con Roberto Lavagna, que está regresando de China. Lo harán posiblemente mañana para unificar discurso y posiciones. Economía y la Rosada vienen compartiendo las líneas maestras de las tratativas pero siempre –en parte por criterio, en parte por adscripción de roles– hay diferencias.
Kirchner conserva la última palabra. No quiere resignarla ni dar pasos en falso ante la inminencia de las elecciones. Dar pasos en falso en la coyuntura casi equivale en su imaginario a cambiar algo, lo que traducido al castellano significa que el Gobierno no tiene ningún ansia de acordar nada hasta noviembre. Kirchner se lee ganador del comicio, así como están las cosas. Si el prodigio le fuese accesible, frizaría la realidad hasta el 23 de octubre a las ocho de la mañana.
Los pagos a realizar al FMI en 2005 no obsesionan ni a la Rosada ni a Economía. No se trata de bicocas, hasta fin de año supera los 1700 millones de dólares, pero el Gobierno tiene mucha plata en variadas cajas. Economía ha emitido recientemente bonos por 500 millones de dólares y en los próximos días el compañero Hugo Chávez adquirirá otros 200. “Casi no va a haber que acudir al Tesoro”, redondean en Hipólito Yrigoyen y el Bajo. Por lo demás, tal como informó ya este diario, Lavagna está dispuesto, sin remilgos, a cancelar deudas con reservas del Banco Central. El placer de desendeudar es un factor común entre el Presidente y su principal ministro.
En otros aspectos, no hay pleno acuerdo. Economía cree que, sin angustia ni apuro, valdría la pena ir tratando ciertos reclamos de la contraparte. Kirchner, hasta hoy mismo, los politiza, los considera parte de su contrato con “la gente” y los reputa, por ende, innegociables. El tres por ciento del superávit fiscal es uno de sus núcleos duros. En Economía se aspira a flexibilizar ese nodo. “Al fin y al cabo –propone un empinado integrante del equipo de Lavagna–, hoy tenemos el cuatro por ciento, con generoso nivel de gasto. Comprometerlo para el futuro no nos constriñe y puede destrabar la negociación.” De momento, el Presidente dice nones.
La eventual reapertura de una oferta a los acreedores privados que no aceptaron el canje de deuda (holdouts) también suscita miradas diferentes. Kirchner es reacio a habilitarla durante su mandato. En Economía se piensa que es posible ir tematizando el punto. Por lo pronto, tiene borradores avanzados de una propuesta. Según explicaron a este diario en Hipólito Yrigoyen y Balcarce, es un sofisticado planteo que exige un umbral mínimo de aceptantes para que se reabra el canje. También se prevé el modo de financiación, incluido un fideicomiso. Desacatando la parábola bíblica del hijo pródigo, los acreedores conversos percibirían importes menores a los que entraron en la primera vuelta. Entre ellos, también habría distingos, mejorando a quienes aceptaran más rápido. Por ahora, ese trabajo no cuenta con la aquiescencia presidencial.
Esos puntos parecen conversables a Economía, siempre que Kirchner levante el veto. Hay otras obsesiones del FMI que Economía considera inadmisibles y hasta ridículas. “Nos piden que quitemos las retenciones y que anulemos el impuesto al cheque, pero que el cambio sea ‘económicamente neutro’. Es un disparate”, se enfadan en torno de Lavagna. Hasta piensan hacer un modelo de simulación para que Nielsen y sus compañeros los tiren sobre alguna mesa cerca del Potomac: calcular a qué tasa exorbitante, record para el Guinness, debería ascender el IVA para garantizar la neutralidad del impacto de las medidas. Con plata en caja, la angustia constela lejos de Kirchner y Lavagna. Las diferencias de pareceres existen pero son zanjables. Y desendeudar no les sienta mal, mientras no flaquee la recaudación. En verdad, a ambos les preocupan más la inflación y la situación política. La inflación anual llegará a dos dígitos y no tiene por qué conformarse con el 10 por ciento, menean la cabeza algunos calificados intérpretes. Los diagnósticos difieren y los remedios ensayados exceden apenas el efecto de un placebo.
¿Y la política? Es la madre de todas las batallas. Por eso, Kirchner y Lavagna coinciden en no dialogar entre ellos mucho acerca del tema.