ECONOMíA › EL PROYECTO DE INTEGRACION SUDAMERICANA, CAMINO A CONSOLIDARSE

Paso a paso, la meta está más cerca

Kirchner y Lula lograron descomprimir la crisis del Mercosur por los planteos de Uruguay. Su reunión con Chávez dio nuevo impulso a la alianza estratégica entre las naciones del Sur.

 Por David Cufré

Hay mucho de retórica, se anuncian proyectos tan ambiciosos como difíciles de concretar, a cada paso aparecen los conflictos comerciales y perdura la desconfianza entre los socios. Todo eso es cierto, pero no lo es menos que la integración sudamericana no deja de avanzar. La opción de mirar hacia adentro del subcontinente es por sí sola un salto cualitativo. La visita de Estado de Néstor Kirchner a Brasilia se convirtió en un nuevo gesto en esa dirección. La participación de Hugo Chávez, quien viajó especialmente para encontrarse con Lula da Silva y el presidente argentino, lo reforzó. Los gestos también ayudan a construir, dicen desde el Gobierno. “La integración de las economías no es fácil, es un trabajo arduo”, recordó el Presidente, para contestar las críticas de la derecha.

La asunción de hoy de Evo Morales en Bolivia volverá a encontrar a aquellos tres mandatarios. Será la tercera vez en tres meses, y la cuarta para Kirchner y Lula. El hecho concreto más relevante de esas reuniones es la oposición firme al ALCA que promueve Estados Unidos. Pero las cumbres también sirvieron para aumentar el compromiso con el proyecto integrador y empezar a buscar soluciones a las discrepancias.

Hay un debate instalado sobre el alcance de la iniciativa. Desde la derecha se pone en duda la posibilidad de que se consolide un bloque potente en Sudamérica que pueda enfrentarse o moverse con autonomía de los intereses de Washington. Se afirma que más allá de la llegada a las jefaturas de Estado de la región de dirigentes como Lula, Chávez, Kirchner, Tabaré Vázquez, Michelle Bachelet y Evo Morales, a la hora de la verdad primarán los conflictos entre los países por sobre la voluntad de edificar un proyecto común.

Los artículos de ese tono que se multiplican por estos días responden a una primera evidencia: la cuestión sudamericana se ganó un espacio destacado en la agenda política y económica de los países miembros. La reciente visita del jefe de la diplomacia estadounidense para América latina, Thomas Shannon, demostró que el gobierno de Bush también tomó nota de tanto movimiento.

Cuál será el grado de avance, hasta adónde llegará la obra, está por verse. Por lo pronto, van apareciendo iniciativas interesantes. La reunión del último jueves entre los presidentes de Brasil, Argentina y Venezuela fue fructífera en ese punto. Prometieron, por ejemplo, reactivar y complementar las industrias de armamentos de los tres países. Aquí, Fabricaciones Militares está hibernando desde hace más de diez años. También dijeron que habrá cooperación para la producción de aviones, terreno en el que Brasil tiene un desarrollo considerable.

Otros tres proyectos trascendentes son la creación de Petrosur, el Banco del Sur y la Junta Sudamericana de Defensa. La primera compañía está planteada para la explotación de hidrocarburos, con el liderazgo de Pdvsa, secundada por Petrobras, más la participación de Enarsa, en asociación con Repsol YPF. Por izquierda, en Argentina se critica que Enarsa no tenga más vuelo propio y se la utilice para facilitar negocios a Repsol.

El Banco del Sur, en tanto, deberá financiar grandes proyectos de infraestructura que comuniquen a las naciones del bloque. El objetivo es la integración física, que ayudará a la integración comercial. Chávez indicó que una parte de las reservas internacionales de su país podrían ir a fondear al banco, mientras que otra alternativa es que se lo haga con recursos de la Comunidad Andina de Naciones. En cualquier caso, si el banco se convierte en realidad le servirá a la región para ganar autonomía frente a los organismos de Washington.

El Consejo de Seguridad del Sur, como también lo bautizó Chávez, marcará la coordinación de las políticas de defensa del subcontinente. Sería algo así como la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) de esta parte del mundo. El nuevo menú de propuestas se sumó a la ya existente para la construcción de un gasoducto que uniría Venezuela, Brasil y la Argentina –y los países intermedios que deseen participar–. Finalmente, Chávez mencionó la posibilidad de extender la tecnología argentina de vehículos a gas al resto de la región. Todo esto, en el marco de la próxima incorporación de Venezuela como socio pleno del Mercosur.

Tanto entusiasmo se vio enturbiado por la crisis del bloque disparada por Uruguay. Su anunciada intención de firmar un tratado de libre comercio con Estados Unidos –luego desmentida, vuelta a ratificar y vuelta a desmentir– sacó a la luz la insatisfacción de los socios más chicos por la falta de compromiso de Brasil y Argentina para atender sus intereses. La primera respuesta a ese planteo fue de confrontación: el gobierno de Lula amenazó con la expulsión uruguaya del Mercosur. Sin embargo, el presidente brasileño aceptó el argumento de Kirchner de que era mejor ser flexibles y dejar que Montevideo haga su propia experiencia. Esa estrategia parece que resultó positiva, dado que la última versión uruguaya es que desistirá de buscar el TLC.

El Mercosur tiene asimetrías por la sola dimensión de las economías asociadas, su capacidad industrial y el poder de sus sectores empresarios. El perfil que adoptó la integración en los ‘90 ignoró esas diferencias, que ahora hacen eclosión. En aquella época el éxito del Mercosur se medía por la cantidad de aranceles eliminados, en lugar de analizar qué posibilidades ofrecía para un crecimiento igualitario y mutuamente conveniente. Cambiar esas reglas de juego no es fácil. Brasil es el que más debe ceder y detrás suyo Argentina. Llevarlo a la práctica es engorroso, como lo demuestra la negociación por la Cláusula de Adaptación Competitiva que debería evitar dañinas avalanchas importadoras. Pero el dato relevante de estos días es que los países se pusieron en marcha para escribir otra historia.

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Hugo Chávez, Lula da Silva y Néstor Kirchner se juntaron por tercera vez en tres meses.
 
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