Finalmente, Roberto Lavagna y el FMI encontraron un punto de acuerdo, un espacio en común para sacar provecho mutuo de la relación. Lo que no pudieron en más de tres años, ahora es posible. El ex ministro de Economía será hoy y mañana la figura estelar de un seminario organizado nada menos que por el director gerente del Fondo, Rodrigo Rato. Además del español, estarán allí otros de los antiguos contendientes del Gobierno, como Anoop Singh. La presencia de Lavagna es todavía más llamativa, porque el encuentro fue convocado para repensar el rol del organismo, en plena crisis desde que Brasil y Argentina decidieron cancelar sus deudas por anticipado.

El otro eje del seminario es el análisis del proceso económico de América latina, que el FMI no acertó en calibrar. Las sesiones serán en la sede del organismo, en Washington. Están convocadas personalidades económicas de la región, entre ellos el presidente del Banco Central de Brasil, Enrique Meirelles. El encuentro será a puertas cerradas. Rato y los demás funcionarios escucharán a los expositores, les harán preguntas y tomarán nota, pero no emitirán ningún documento público con las conclusiones de la reunión. El FMI prefirió manejar la información con reserva, aunque se preocupó en dejar trascender lo que más le importa: que la participación de Lavagna refleja el clima de apertura y renovación que vive la institución.

Para el ex ministro, el rédito de disertar en la sede del Fondo ante sus máximas autoridades también es claro. Aumenta su prestigio, a costa del desprestigio de la entidad. Podrá sacar provecho de su fama de duro, de ser quien más enfrentó al organismo en momentos críticos para la Argentina y de haber tenido éxito con una política opuesta a la recomendada por Koehler, Krueger y Rato. También puede jactarse de haber dejado impagos vencimientos con el Banco Mundial y, por 48 horas, con el propio Fondo, hasta conseguir el apoyo del gobierno de Estados Unidos para la firma de un acuerdo.

Lavagna recibió la invitación al seminario de parte de quien fue su interlocutor directo en años de negociaciones y peleas, el director del Departamento para el Hemisferio Occidental, Anoop Singh. La relación entre ambos ahora es cordial. La actividad prevista para hoy es más bien protocolar. Habrá una recepción y una conversación informal entre los participantes. Los discursos y la sesión de trabajo intensa tendrán lugar mañana.

El FMI atraviesa un momento difícil por la reducción de ingresos a partir del pago de las deudas de Brasil y Argentina. Como todos los organismos internacionales, el Fondo se sostiene con el flujo de intereses que cobra sobre sus préstamos. En la actualidad, esa fuente de recursos quedó limitada a Turquía, Uruguay y un puñado de países del tercer y cuarto mundo. Eso no alcanza para cubrir los gastos de una estructura burocrática sobredimensionada y cara. Pero la crisis es honda por otro motivo: el FMI se quedó sin función, sin peso internacional y con la carga de haber fracasado estrepitosamente en cada una de sus intervenciones importantes desde la crisis del sudeste asiático en adelante, hasta sufrir un golpe final en su pulseada con Argentina. Como resultado de ese proceso, Krueger anunció la semana pasada su alejamiento como subdirectora gerente cuando finalice su mandato, el 31 de agosto próximo.

En lo que respecta a Lavagna, tendrá todo servido para hacer una vez más lo que tanto disfruta: mostrarse distinto a sus antecesores en el Palacio de Hacienda. Cuando era ministro, lo marcaba a cada paso, en especial en relación con Domingo Cavallo. Y ahora podrá decir que vuelve a hablar al FMI no como premio a su sumisión, sino a su irreverencia. En lo que no parece tener diferencias con Cavallo es en sus aspiraciones políticas y en el culto de su imagen.