Jueves, 4 de mayo de 2006 | Hoy
SOCIEDAD › COMO AFECTAN CIERTAS SUSTANCIAS LA FERTILIDAD
Un informe de Greenpeace advierte sobre el riesgo de algunas sustancias químicas en el aparato reproductivo humano. Ya se detectó un aumento de la infertilidad en países desarrollados.
Por Pedro Lipcovich
La cuestión merece plantearse en términos detectivescos. Los crímenes, en este caso, son contra la humanidad, y consisten en: notable aumento en el cáncer de testículos; aumento, en distintos países, de la endometriosis, que puede requerir la extirpación del útero; “dramática” disminución en el conteo de espermatozoides; crecimiento de la infertilidad, que afectaría hasta al 20 por ciento de las parejas en países industrializados. Junto con los crímenes, hay unos hechos llamativos: las nenas llegan antes a la pubertad; nacen cada vez menos bebés varones. La explicación de todos estos hechos no es “elemental”, admitiría Mr. Holmes. Sin embargo, diversos estudios –recopilados en un informe de Greenpeace– apuntan a la misma banda de presuntos responsables: diversas sustancias químicas, cuya presencia en el ambiente se ha multiplicado en los últimos años: cada vez más estudios en animales y en personas relacionan aquellos crímenes con estos culpables. En Europa se estudia una iniciativa para regular la presencia de estas sustancias en el ambiente. Todavía no hay pruebas concluyentes pero, preguntaría Holmes, si los culpables no son éstos, ¿quiénes podrían ser?
El informe se llama “Nuestra salud reproductiva y la exposición a químicos: evidencias sobre los lazos entre la declinación de la salud reproductiva humana y la exposición a sustancias químicas peligrosas”. Tal declinación se manifiesta en que “entre el 15 y el 20 por ciento de las parejas en países industrializados pueden padecer infertilidad, en comparación con el siete u ocho por ciento en la década de 1960”, según un estudio publicado este año en la revista Environmental Toxicology and Pharmacology. Previos estudios señalaban que el conteo promedio de espermatozoides cayó un 50 por ciento entre 1940 y 1990 en países industrializados; “Un hombre occidental produce sólo la mitad del esperma que producía su abuelo” y, según un estudio de 2005, “los bajos conteos afectan aproximadamente al 20 por ciento de los hombres jóvenes en países europeos”.
Además, “la incidencia de defectos de nacimiento en el pene se duplicó en Estados Unidos entre 1970 y 1993”, según otro estudio; la criptorquidia, por la cual los testículos no descienden al escroto antes del nacimiento, “va en aumento y ocurre hasta en el 2 al 5 por ciento de los bebés occidentales”, según otra investigación; “la incidencia de cáncer de testículos crece progresivamente en los últimos 50 años” y esta enfermedad es ya “la forma de cáncer más común en varones de 20 a 34 años”, según un artículo en el Journal of Urology.
“Se piensa que todas estas anomalías en los varones remiten a una falla en el desarrollo de los testículos en la vida intrauterina”, lo cual a su vez obedecería a “una disfunción hormonal que ocasiona una ‘inframasculinización’”, según el informe de la entidad ambientalista. Una hipótesis central apunta a “sustancias químicas que pasan a través de la placenta e interfieren con la acción de las hormonas sexuales”. Por ejemplo, un estudio publicado este año en Environmental Health Perspectives, al examinar la orina de 68 bebés de tres meses sanos y compararla con la de otros que sufrían criptorquidia, encontró en los segundos niveles más altos de sustancias derivadas de los ftalatos (ver recuadro). En 2005, una investigación publicada en esa misma revista “mostró concluyentemente que la exposición de ratas embarazadas a ciertos ftalatos lleva a la aparición de desórdenes reproductivos en la descendencia masculina, similares a los mencionados para los humanos”. Un estudio efectuado en 2006 en Estados Unidos indicó que “el incremento en la concentración de ozono, vinculada con la contaminación ambiental urbana (nada que ver con el “agujero de ozono” estratosférico) se vincula “con la reducción en la calidad del esperma”.
En las mujeres, “en los últimos 50 años se produjo un incremento de la endometriosis en países industrializados; se estima que una de cada diez mujeres en Estados Unidos la padece, lo cual lleva a más de cien mil histerectomías por año”. En monas, se encontró que “químicos como el PCB y las dioxinas causan esta enfermedad”. En humanos, un estudio publicado en 2003 en Human Reproduction señaló que “los niveles en sangre de una variedad de ftalato, el DEHP, son más altos en mujeres con endometriosis que en mujeres sanas”.
Además, “en distintas partes del mundo las niñas alcanzan la pubertad mucho antes que en el pasado; a veces su desarrollo sexual se inicia varios años antes que lo normal”. Un estudio de 2005 en Gynecological Endocrinology, sobre “pubertad temprana en niños y niñas de Toscana, Italia”, señaló, nuevamente, “sustancias químicas que interfieren con la acción de las hormonas” como posibles responsables de esa anticipación.
Y hay menos varoncitos: “En teoría, la relación entre la cantidad de nacimientos de varones y de niñas debiera ser aproximadamente igual; en los hechos, siempre hubo un número ligeramente superior de varones. Pero hay evidencia de que esta proporción está cambiando: la cantidad de varones declina, lo cual indica que son más los fetos varones que mueren tempranamente”. Según un artículo publicado por el Canadian Medical Association Journal, “en modelos animales y poblaciones humanas, la exposición a tóxicos ambientales se ha mostrado capaz de alterar la relación entre nacimientos de uno y otro sexo”.
A fin de año, la Unión Europea implantará la normativa REACH (“Registro, Evaluación y Autorización de Químicos”), “que se propone mejorar significativamente la regulación de sustancias químicas”; sin embargo, “todavía no está claro si esta legislación protegerá al público de las sustancias químicas que interfieren con la acción de las hormonas”, observa el informe de Greenpeace.
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