Martes, 30 de mayo de 2006 | Hoy
En el Gobierno dicen que la veda a las exportaciones cumplió su objetivo. Y explican por qué ahora toda la presión oficial recaerá sobre carnicerías y supermercados. La rentabilidad de los ganaderos varía del 90 al 200 por ciento.
Por Maximiliano Montenegro
En el Gobierno dicen que la veda de las exportaciones de carne cumplió su objetivo. Y confían en que la reapertura no elevará los precios en el mostrador. Un alto funcionario de Economía lo justifica así: “Desde el 8 de marzo (justo antes de la aplicación de la medida), el precio promedio de la hacienda en pie cayó en Liniers un 30 por ciento. Para los consumidores la rebaja fue del 15 por ciento, o sea que la mitad de la caída se la quedó el carniza, el supermercado y, en menor medida, el frigorífico. Pero eso era lo que queríamos, no nos servía si los precios bajaban más en el mostrador”.
“¿Por qué?”, interroga, sorprendido, el periodista. “Porque cuando aparezca la mayor demanda por exportaciones, los precios en Liniers se van a recuperar alrededor de un 15 por ciento (el índice novillo cerró ayer a 2,047 y, según la especulación oficial, debería recuperar hasta los 2,40 el kilo vivo, el valor de referencia máximo fijado por el Gobierno). Entonces la idea es que supermercados y carniceros mantengan las cosas como están. Si bajaban más antes, iban a tener que aumentar ahora, y eso es precisamente lo que queremos evitar”, explica el funcionario. El argumento cierra redondo, pero ¿qué pasaría si supermercados o carnicerías aprovecharan el nuevo envión de los valores en Liniers para ajustar sus precios? “Los reventamos. Ahí sí vamos a aplicar la penas previstas en la Ley de Abastecimiento”, amenaza, sin eufemismos, el funcionario.
En la Secretaría de Comercio Interior, que conduce Guillermo Moreno, aseguran que, pese a las quejas de los ruralistas, la ganadería es hoy un buen negocio. Según los cálculos de Economía, el costo de producción del kilo vivo de novillo es, en promedio, de 1,28 peso. Es decir que con un valor de referencia en Liniers de 2,40 el ganadero embolsaría un 88 por ciento de rentabilidad. Sin embargo, en las zonas más favorables (provincia de Buenos Aires, Santa Fe) el costo sería de 0,80 el kilo, lo cual dejaría una rentabilidad del 200 por ciento. En cambio, en las zonas marginales el costo se elevaría a 1,90 peso, con una rentabilidad del 26 por ciento.
Los voceros del sector desacreditan esos números, y se lamentan por los “márgenes acotados de ganancia”. Sin embargo, en el equipo de Moreno no dudan en defender las estadísticas oficiales: “En Argentina hace tiempo que nadie estudiaba las estructuras de costos. Para el caso de la ganadería, utilizamos información del Indec, del Senasa y estudios de campo”. Pero, además, contraatacan con un dato contundente: “¿Cómo creer los números que dan los dirigentes rurales si el Senasa vacunó en la última campaña 57 millones de cabezas de ganado, mientras que los ganaderos declararon a la Afip 27 millones?”.
En Economía afirman que, más allá del problema distributivo, si los precios de la carne seguían el sendero de crecimiento del primer trimestre del año, el impacto macroeconómico hubiera sido mayúsculo. El peso de la carne en el IPC es muy grande (por 10 puntos de aumento del precio de la carne, el índice se eleva 0,45 por ciento). Pero, además, la evolución de los precios desde la devaluación evidencia que el sector reacomodó sus valores por encima del dólar. Desde diciembre de 2001 hasta ayer, el índice general de Liniers (que promedia 5 categorías) se elevó un 212 por ciento, aunque todavía le resta recuperar el 15 por ciento que pronostican en Economía para las próximas semanas. En el mismo período, el dólar trepó 209 por ciento. Y el IPC (índice de precios al consumidor), 81 por ciento.
Desde la devaluación, la carne en el mostrador se encareció en promedio un 155 por ciento.
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