Sábado, 23 de junio de 2007 | Hoy
Falleció el principal ideólogo del sector fabril desarrollista. Fue de los primeros en criticar con dureza la convertibilidad.
Por Marcelo Zlotogwiazda
La política de tipo de cambio alto para la industria que este gobierno define como una cuestión de Estado tuvo como uno de sus principales teóricos a Marcelo Diamand, un ingeniero, empresario y brillante intelectual que falleció el miércoles pasado tras una larga enfermedad. Sus ideas en el ámbito económico constituyen un clásico en la materia y mantienen la vigencia necesaria para ser aplicadas a la actualidad.
Los ejes fundamentales del pensamiento de Diamand están expuestos en un famoso ensayo que publicó en 1972 en la revista Desarrollo Económico bajo el título “La estructura productiva desequilibrada de la Argentina y el tipo de cambio”. El desequilibrio aludía a la existencia de dos sectores con realidades muy diferentes: el agropecuario, que goza de ventajas naturales y una productividad particularmente alta, y un sector industrial con una productividad mucho menor. En base a esa premisa, Diamand sostenía la necesidad de adoptar tipos de cambios diferenciales, con un dólar más alto para la industria que la proteja razonablemente e incentive su desarrollo exportador.
Su vocación industrialista la ejerció en el plano intelectual y también como empresario y dirigente sectorial. Fue fundador de la firma de artículos electrónicos Tonomac y miembro de varias cámaras patronales y de la Unión Industrial Argentina. En este último ámbito, fue uno de los primeros que a mediados de los años ’90 criticó con dureza el atraso cambiario de la convertibilidad.
Si bien ahora hay una única cotización para el dólar, en la práctica rigen tipos de cambios diferenciales como los que propiciaba Diamand. La industria goza de la cotización plena e incluso de reintegros a la exportación que elevan adicionalmente la factura, mientras que al agro y a las actividades primarias en general se les aplican retenciones que achican el tipo de cambio neto que reciben.
Si bien la premisa de la “estructura productiva desequilibrada” con dos sectores de distinta productividad es un concepto de absoluta vigencia, y por ende la recomendación elemental respecto del tipo de cambio no perdió actualidad, es interesante notar que el presente plantea problemas muy diferentes a los de hace treinta años. Lo que le preocupaba a Diamand era que la baja productividad industrial y su requerimiento de divisas no alcanzaba a ser abastecida por las exportaciones agropecuarias, lo que generaba recurrentes cuellos de botella en el sector externo y fuertes presiones devaluatorias. En aquel entonces escribió: “Tenemos un sector industrial consumidor de divisas que no contribuye a producirlas y la provisión de estas divisas está a cargo del sector agropecuario de crecimiento mucho más lento”.
Ahora sigue siendo cierto que el sector industrial es deficitario, pero ha habido una formidable transformación en la realidad de las actividades primarias, y en particular del agro. A diferencia de entonces, la fuerte demanda internacional de materias primas, su elevado nivel de precios y los sostenidos incrementos de la productividad local conforman una situación en la cual las divisas no escasean sino sobran, por lo que la presión no es hacia la devaluación sino hacia un dólar más bajo.
De todas maneras, en este nuevo contexto el pensamiento de Diamand sigue siendo perfectamente aplicable. No cabe duda de que se pronunciaría a favor de evitar la revaluación del peso porque, como escribió entonces, “si el tipo de cambio se fija en base al sector más productivo se convierte en determinante de la falta de exportaciones industriales e inicia la cadena de acontecimientos que culmina con las crisis y con el estancamiento argentino”.
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