Lunes, 8 de octubre de 2007 | Hoy
“Hay que parar el hostigamiento que vivimos adentro”, señala Cynthia Pok, la socióloga que fue removida de la Encuesta Permanente de Hogares, del Indec, por negarse a avalar el índice de pobreza e indigencia.
Por Cledis Candelaresi
La licenciada en Sociología Cynthia Pok, docente de la maestría en Sociología del Trabajo de la UBA y ex presidenta de la Asociación Argentina de Especialistas en Estudios del Trabajo, entre otros antecedentes de su currículum, integra el staff del Indec desde 1970. El 4 de julio firmó junto a su equipo un memo oponiéndose al cálculo de la pobreza e indigencia utilizando el IPC adulterado y horas después fue removida de la dirección de Encuesta Permanente de Hogares, relevamiento clave para el cálculo de ésos y otros indicadores políticamente estratégicos como la desocupación o la distribución del ingreso. En diálogo con Página/12 –y con la aclaración de que su visión era expresada “en carácter personal”– cuenta los pormenores de esta remoción, una de las varias que se produjeron desde enero.
–¿Cómo se formalizó su desplazamiento?
–Fui desplazada de la dirección de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) en función de un memo que hice junto a mis coordinadores y técnicos cuestionando la utilización del IPC para el cálculo de la pobreza e indigencia. Horas después me enteré por Crónica TV que se había firmado un decreto designando a otra persona en mi lugar. Aclaro que no hay nada de ilegal en el relevo en sí mismo. Pero al día siguiente de la presentación escrita escucho a la entonces ministra de Economía, Felisa Miceli, decir por radio que debido a que yo me había negado a calcular la pobreza y la indigencia en función del IPC actual, el entonces director del Indec decidió reemplazarme.
–¿Cuál fue el cuestionamiento medular expresado en el memo?
–La EPH toma en cuenta los ingresos de la población, que luego se comparan con la canasta de consumo evaluada según el IPC. Se advirtió a la dirección del Indec que no se daban las condiciones técnicas para incorporar ese insumo (Indice de Precios al Consumidor) al cálculo de Pobreza e Indigencia.
–¿Se puede estimar cuál es la cantidad real de pobres?
–No. Improvisar ahora un nuevo cálculo de pobres no tendría solidez científica. Lo real es que nuestro memo fue enviado el miércoles 4 de julio a la noche y el viernes 6 ya estaba designada una nueva persona. Luego me entero que en el ínterin el director de aquel momento había hablado al Ministerio de Trabajo a los gritos diciendo que estaba interdicta cualquier participación de los responsables de la EPH en un seminario internacional en el que se hablaba de nuestro trabajo y en el que teníamos previsto participar. Se eliminó la participación del equipo en otras actividades, algunas internacionales en las que debíamos representar al país. También fui excluida como participante del Indec en el grupo de Ingreso y Empleo del Mercosur. Aclaro que esto no tenía nada que ver con mi cargo de directora sino con mi especialidad en la EPH. En este momento hay técnicos y profesionales que no son especialistas en la encuesta y que tienen que exponer sobre las características técnicas. A nivel de la dirección del Indec se formó un equipo paralelo que produce los informes de prensa.
–¿La manipulación en la Encuesta se da sólo por la distorsión en el IPC o de alguna otra forma?
–Yo hablo del concepto de metástasis en este fenómeno: empezó en el IPC pero se está extendiendo a una serie de programas. En el caso de la Encuesta, hay varias formas de manipulación. Una es la de resultados, que está denunciada en la Justicia. Otra es la veracidad de los productos que utiliza como insumo el IPC manipulado. Se difundió un informe de prensa sobre pobreza e indigencia que es absolutamente escandaloso, de factura precaria, ya que no se sabe sobre qué datos está confeccionado. Otra forma de distorsionar los resultados es tratar de hacer de cuenta que nada ha ocurrido. En el Indec hubo 45 días de paro y luego 18 días más en que la EPH no pudo recuperar su proceso de trabajo por los bloqueos a claves informáticas: una especie de lock out patronal. En ese lapso, por fingir que nada había ocurrido, la dirección produjo con técnicos propios los informes de prensa regulares según el calendario previsto. Hubo informes sobre empleo formal e informal o sobre distribución del ingreso que no fueron elaborados en base a la Encuesta.
–¿Y qué pasa con la actualización de la canasta de gastos?
–Esa renovación es parte de la rutina periódica del Indec, que ya había elaborado una nueva canasta de gastos e iba a incorporar un nuevo IPC. Pero estos cambios previstos quedaron paralizados, justamente, con la intervención.
–¿Esa canasta reflejará los nuevos parámetros de consumo a los que aludió días atrás Cristina Fernández de Kirchner, por ejemplo?
–Esos cambios hace rato que están desarrollados. Además, se habla mucho de los viajes a Miami pero lo que se está tocando es el precio de la papa. Los viajes al exterior tienen cierto peso, reflejando la estructura de consumo de antaño. Pero no son estos viajes los que mueven el índice.
–¿Qué significó el reemplazo de Alejandro Barrios por Ana María Edwin?
–Se está profundizando la intervención, lamentablemente, con gente del propio riñón del Instituto. Edwin estuvo afectada antes a Recursos Humanos y nunca tuvo un rol técnico. Hoy en el Indec se viven situaciones surrealistas: desde personal de la Armada custodiando los pasillos a la operación de gente no formalmente designada en ningún cargo pero que interviene de un modo prepotente en los sistemas de trabajo. Hay una ligazón directa entre la presión sobre el personal y los resultados técnicos. El matonaje y las decisiones técnicas vienen en el mismo envase.
–Así las cosas, es imposible confiar en el IPC
–Fue licuado el equipo técnico, que es el único que conoce el IPC en sí mismo y los mecanismos técnicos para calcularlo. No digo que nadie sea insustituible. Pero éstas no son las condiciones para reemplazar ni una metodología ni un equipo de trabajo. Hace días hubo una misión de técnicos españoles que vinieron a asesorar justamente sobre el índice de precios a la comisión encargada de elaborar el nuevo IPC, que opera dentro del Indec, bajo el comando de Edwin. Los extranjeros preguntaban azorados por qué dentro de ese cuerpo no había alguien que supiera sobre el tema...
–¿La imagen internacional del Indec también está afectada?
–Los especialistas y miembros de institutos de estadísticas de otros países están escandalizados con lo que está ocurriendo aquí. El principal capital que tiene un instituto, su credibilidad, fue vulnerado. Y no sólo desde el punto de vista del usuario. Así como no le creen al Indec en lo que produce, la persona que informa tampoco cree. Tuvimos algunas anécdotas. Al finalizar una encuesta, un ciudadano advirtió al encuestador que todo lo que había respondido era mentira, porque “así como ustedes nos mienten a nosotros, nosotros les mentimos a ustedes”. Es un caso extremo. Pero da la pauta que también se está deteriorando la calidad de los datos que se recogen.
–¿Hay antecedentes de intervención de este tipo en el Indec?
–Dejemos de lado la dictadura. En época democrática hubo varias situaciones de tensión. (Domingo) Cavallo discutía los registros de desocupación y (Roberto) Lavagna los de pobreza. Pero nunca se torcieron los resultados como ahora.
–El Gobierno acusó al Indec de albergar técnicos que trabajan para provecho de consultoras privadas o tenedores de bonos ajustados por CER. ¿Cree que esa imputación puede tener algún fundamento?
–En la sociedad hay muchas contradicciones y no somos propietarios de todo lo que ocurre en ella. Obviamente los grupos de poder siguen existiendo. Pero hacernos responsables de lo que hacen es exagerado. No digo que no haya habido casos particulares de inconducta de algún funcionario. Si alguien lo conoce lo tiene que denunciar. Pero al menos en el caso de la Encuesta Permanente de Hogares se le habría cortado el negocio a todo el mundo, porque las bases son públicas. Se terminan de hacer y se colocan en Internet. Esto no es ni una oscura conspiración opositora ni la maniobra de los bonistas. Hay que parar con el hostigamiento tremendo que vivimos adentro.
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