Martes, 23 de octubre de 2007 | Hoy
Diferencias entre el actual patrón de crecimiento y el de la convertibilidad.
Por Raúl Dellatorre
No sólo desde el Fondo Monetario Internacional se resucitaron en la última semana los viejos paradigmas del modelo neoliberal que reinó en la Argentina hasta el 2001. A las propuestas de “enfriar” la economía, de reducir el papel del Estado en la economía, de reducir el gasto, se han sumado voces desde la oposición que recogen las mismas ideas, tratando de poner en duda los méritos oficiales en materia de crecimiento de la economía y el empleo. Elisa Carrió, desde la Coalición Cívica, fue una de las promotoras del enfriamiento de la economía, siguiendo los lineamientos de su economista preferido, Alfonso Prat Gay. Desde Recrear, Ricardo López Murphy cuestionó los “excesivos costos laborales” a los que le atribuyó la responsabilidad por el mantenimiento de un elevado nivel de trabajo en negro. Carlos Tomada, ministro de Trabajo y cabeza de la lista de diputados oficialista en Capital, refutó esas opiniones. “El problema son los que todavía piensan igual, los que nos están proponiendo hoy soluciones que tienen la misma matriz ideológica y que, por lo tanto, van a producir los mismos resultados: después de lo ocurrido en los ’90, no podemos aceptar esa vía que conduce hacia la pobreza y la exclusión”, manifestó Tomada.
Un trabajo elaborado por la cartera laboral comparó las consecuencias de la política económica bajo el régimen de convertibilidad y los resultados de la política de los últimos años bajo otro patrón de crecimiento. El análisis expone las características más relevantes de esta última política, que son justamente las cuestionadas en forma coincidente por el Fondo y por los sectores de oposición mencionados. “La fijación de un tipo de cambio competitivo y la aplicación de medidas tendientes a promover el consumo en el mercado interno recrearon las condiciones necesarias para que la economía alcance un dinamismo sin precedentes en los últimos treinta años”, y un modelo de crecimiento “orientado a la generación de puestos de trabajo”. El estudio enfatiza que mientras en la década se registraron en promedio 77 mil nuevos ocupados por año, entre los años 2003 y 2007 la cifra pasó a 771 mil nuevos empleos por año.
Pero el aspecto que más destaca el trabajo, como rasgo diferenciador respecto del régimen de convertibilidad, es la generación de empleo de calidad en el período más reciente. “Mientras que durante la década anterior el 94 por ciento del empleo generado fue no registrado (en negro), en la fase comprendida entre 2003 y 2007 el 83 por ciento de los puestos asalariados creados fueron registrados (en blanco)”. El ministro de Trabajo atribuye esta diferencia al “hecho de haber cambiado el paradigma de crecimiento de empleo precario instalado durante la década del noventa al actual, que dinamiza las categorías ocupacionales que brindan condiciones laborales dignas a los trabajadores”.
Una de las cuestiones de política laboral que se ha vuelto a instalar en el debate y que parecía enterrada después de la experiencia que desembocó en la crisis de la convertibilidad del 2001 es la relación entre “impuestos al trabajo” y nivel de empleo en negro. Ello, a la luz de los argumentos que proponen bajar las cargas laborales que pagan los empleadores –abaratar el costo salarial– como mecanismo de promoción del empleo registrado.
“La expansión del empleo registrado verificado desde 2003 se produjo en un marco de restablecimiento de la protección a los trabajadores, que había sido reducida sensiblemente durante el régimen de convertibilidad”, apunta el estudio. “El argumento central que justificaba estos cambios era que el nivel de protección constituía un obstáculo para que el sistema productivo generara empleos formales. En este sentido, la evolución de la alícuota promedio de contribuciones patronales y la tasa de empleo no registrado refleja que no se comprueba una relación directa entre nivel de protección y la generación de empleos formales”, advierte el análisis.
En efecto: entre 1991 y 2001, en un contexto de fuerte reducción de las contribuciones patronales (del 33 por ciento de alícuota promedio al 20 por ciento del salario), la tasa de empleo no registrado no solamente no baja, sino que se incrementa, del 34 por ciento de la masa laboral en 1991 al 38 por ciento en 2001.
La realidad niega el paradigma neoliberal, el que postula que a más barata la mano de obra registrada, más empleo. Históricamente, en la Argentina siempre sucedió al revés, porque las políticas de desprotección laboral coincidieron, no casualmente sino por las condiciones de relación de fuerzas, con períodos de mayor explotación de la mano de obra. Y, por lo tanto, de precarización.
Para Tomada, claros ejemplos de esa misma matriz ideológica “fueron la flexibilidad laboral, la rebaja de cargas sociales, temas que han demostrado que lo único que generan es más empleo en negro, más precariedad y más desocupación”. Su conclusión es que estamos en medio de una batalla. “Por un lado, las recetas recicladas del ajuste y, por otro, los que propiciamos las políticas de expansión y el crecimiento con empleo.” Así quedó planteada la disputa sobre uno de los ejes de confrontación, no siempre visibles, en la actual campaña.
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