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Martín Burgos, coordinador del Departamento de Economía del CCC, evaluó las recientes medidas.

–¿Qué significa en materia de ingresos la quita de retenciones a los productos agrícolas?

–Primero y fundamental, es una transferencia de ingresos de los salarios a los exportadores, porque en términos generales la reducción o quita de retenciones impacta sobre precios de productos de consumo interno. El mayor valor que obtienen los productos al exportarse, se traducen en aumentos del precio de la materia prima para bienes que se producen internamente. Incluso dentro de la propia cadena agropecuaria: el maíz es insumo para los productores de carne, entonces esto representa un mayor costo de producción para todo tipo de carne, al tiempo que es mayor rentabilidad para los cultivos de granos. Recordemos, además que muchos de estos sectores, como la ganadería, vienen sufriendo el impacto de la sojización, que resultó en un desplazamiento de la producción de ganado a zonas más alejadas, con menor rendimiento de las pasturas y mayor distancia de los centros del consumo. Si tenemos en cuenta, además, que el impacto de las menores retenciones a la exportación viene de la mano de una fuerte devaluación, el impacto va a ser sensible en materia de simplificación, podemos llamarla, de la producción agropecuaria, porque va a beneficiar más a la producción simple de granos, que a las actividades que requieren más mano de obra y contienen mayor valor agregado. Hay además, un fuerte impacto fiscal como consecuencia de esta rentabilidad extraordinaria que recibe el sector agrícola y la reducción en la participación de la renta por parte del Estado.

–¿Puede haber un impacto, también, sobre la composición interna de la producción agropecuaria?

–Las consecuencias sobre la reducción del poder adquisitivo de los asalariados y la maximización de la rentabilidad a través de la devaluación y quita de reembolsos, parecen indicar como la salida económicamente más favorable a la exportación. Y cuál es la mejor opción exportadora para el agro en general, ¿venderle soja a China, que te compra todo lo que le ofrezcas, o exportar carne, para lo que tenés que pelear una participación en la cuota Hilton o disputar mercados con los propios productores europeos subsidiados? No hay dudas hacia dónde se orientará el mercado. Por eso es que a lo que se denomina genéricamente campo, hay que pensarlo como modelo de desarrollo, un tipo de desarrollo rural al igual que se piensa un modelo de desarrollo industrial, integrado, pensando en los diferentes sectores como una matriz productiva. Es indiscutible que la diversificación de cultivos, la creación de circuitos internos entre producción de granos en una chacra para alimentar los propios animales, son formas de trabajo agrícola que dan más trabajo que la soja, y por lo tanto mejoran las condiciones de arraigo de la población rural. La sojización significó un lento proceso de expulsión, de desplazamiento de población agrícola. Pero un proceso de diversificación requiere también de una mayor intervención del Estado que promueva este tipo de complejos productivos. Las medidas que conocimos estos días van en sentido contrario.