Jueves, 10 de abril de 2008 | Hoy
EL MUNDO › HACE UN LUSTRO, EL EJERCITO DE EE.UU. ENTRO EN BAGDAD
La destrucción de la estatua de Saddam Hussein se volvió un símbolo de la victoria del ocupante. Hoy la capital permanece bajo toque de queda y la retirada de tropas parece lejana.
Por Kim Sengupta *
El quinto aniversario de la caída de Bagdad y la destrucción de la estatua de Saddam Hu-ssein –un símbolo de la victoria y poderío de Estados Unidos– estuvo marcado por la muerte y la destrucción en todo el país y por una admisión por parte de la Casa Blanca de que la retirada de las tropas debía demorarse.
La capital iraquí permanece bajo toque de queda después de otra ronda de derramamiento de sangre en la que algunos morteros aterrizaron en Ciudad Sadr, matando a siete personas, incluyendo dos niños, e hiriendo a otros 23. Otros enfrentamientos con armas en el barrio chiíta produjeron la muerte de otros seis y quince heridos. El área es el centro de apoyo del clérigo radical chiíta Muqtada al-Sadr y los hechos ocurrieron después de días de enfrentamientos entre su milicia, el Ejército Mehdi, y las fuerzas del gobierno iraquí, en los que murieron 55 personas y más de 200 resultaron heridas. Los combatientes chiítas prometieron anoche que se tomarían una represalia por el “ataque no provocado” en Sadr City, que ellos afirman fue responsabilidad de las fuerzas estadounidenses.
Mientras tanto, en Washington, el presidente George Bush estaba decidido a aceptar el pedido del general David Petraeus, el comandante estadounidense en Irak, de una “pausa” en la retirada de algunas de las miles de tropas enviadas para la “escalada”. Al mismo tiempo, la operación está siendo presentada como una confirmación de la política estadounidense y una admisión tácita de la fragilidad de la así llamada estabilización, que se supone está teniendo lugar ahora. Un vocero de la Casa Blanca dijo que el presidente Bush era el tipo de líder “que escucha a sus comandantes en el terreno”. Las fuentes militares de Estados Unidos dijeron que la realidad es que ante la probabilidad de renovadas luchas entre las facciones chiítas sería imposible mantener una apariencia de seguridad sin la presencia de miles de tropas estadounidenses extras.
Gran parte de la ciudad de Bagdad era fantasmagórica ayer, habiendo el gobierno impuesto el toque de queda a vehículos desde las 5 de la madrugada hasta la medianoche, en un intento de detener las autobombas. Restricciones similares fueron impuestas en la ciudad natal de Saddam Hussein, Tikrit. “Esto no es exactamente lo que habíamos esperado hace cinco años”, reconoció un funcionario del departamento de Estado en Bagdad.
El exacto número de bajas de la guerra de Irak continúa siendo incierto en un estado que sigue estando cerca de la anarquía. Más de cuatro millones de personas, muchas de la inteligentsia, que supuestamente debían reconstruir el país, han huido al exterior y Bagdad, una ciudad con una infraestructura destrozada, tiene ahora más de dos millones de refugiados internos que han huido de otras partes del país donde se lucha.
El derribar la estatua de Sa-ddam en la Plaza Firdous supuestamente debía ser una expresión de alegría popular por la caída de un tirano. El “populacho apasionado” –resultó más tarde– era gente traída en ómnibus desde ciudad Sadr, llamada entonces Ciudad Saddam. Ibrahim Khalil, que estaba en la multitud ese día, dijo ayer: “Si pudiera volver atrás la historia, ahora besaría la estatua de Saddam. Lamento haber tomado parte en tirarla abajo. Creo que fue un día negro para Bagdad. Nos libramos de Saddam, pero ahora tenemos cincuenta Saddam. En su época estábamos seguros. Le pregunto a Bush: ‘¿Dónde quedaron sus promesas de convertir a Irak en un país mejor?’”.
Abdullah Jawad, otro que tomó parte en la destrucción de la estatua, dijo: “Veamos lo que me ha pasado desde entonces sólo a mí. Tengo un hermano muerto y una sobrina que fue secuestrada y no hemos sabido nada de ella en cinco meses. Nuestro país ha sido destruido por extranjeros, no sólo por los estadounidenses, sino por extremistas que vinieron a luchar contra ellos en nuestro suelo. Saddam era un hombre brutal y se suponía que íbamos a ser libres cuando se fuera. Pero no hay libertad cuando uno teme por su seguridad todos los días. Cuando veo por televisión la gente en Estados Unidos o en Inglaterra diciendo que las cosas están mejor en Irak pienso, ¿por qué no vienen a vivir aquí y ven cómo son las cosas realmente?”.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.
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