Al menos cien candidatos a las elecciones municipales de Río de Janeiro están acusados de homicidio. La cifra, difundida ayer por el Tribunal Regional Electoral, llegó al mismo tiempo que los jueces federales reclaman a Brasilia el envío inmediato del ejército al estado. “Reaccionar con violencia es una característica común de ciertas ciudades, que tienen un número muy elevado de crímenes”, explicó el vicepresidente del tribunal electoral, Alberto Motta Moraes.

A menos de dos meses de los comicios, los medios y los tribunales han conseguido instalar un clima de miedo. La situación de la seguridad en Río está desbordada hace tiempo. Sin embargo, en los últimos años las favelas, epicentros de la violencia de la ex capital brasileña, se han politizado como nunca. En muchas de ellas ya no reinan los carteles del narcotráfico, sino los grupos parapoliciales, que impusieron la paz a fuerza de balas. Estos grupos armados, compuestos por ex policías y militares, no quieren simplemente controlar las favelas, sino que están en busca de poder político. Durante la campaña, varios candidatos fueron expulsados de las barriadas. “Aquí sólo hacen campaña nuestros candidatos”, les decían los nuevos amos.

Amenazas como ésta le sirvieron a la Justicia para justificar un despliegue de soldados en las calles. “La elección municipal es la más importante, pero la más peligrosa, porque es una cuestión local”, señaló Motta Moraes. Pero los expertos en seguridad en las favelas sostienen que el problema no es la falta de hombres, sino que los que están son benévolos, cuanto menos, con sus ex compañeros y sus nuevas organizaciones parapoliciales.