Jueves, 26 de marzo de 2009 | Hoy
EL MUNDO › EL LíDER DEL LIKUD REPARTE MINISTERIOS ENTRE RACISTAS, LABORISTAS Y RELIGIOSOS EN ISRAEL
El designado premier entregó cinco ministerios al laborismo, incluyendo la crucial cartera de Defensa, a cambio de calzarse una vestimenta que lo haga lucir más moderado a ojos de los mejores amigos de Israel en la escena internacional.
Por Sergio Rotbart
Desde Tel Aviv
Tras el acuerdo entre el gobernante Likud y el Partido Laborista, ya se escuchan las quejas por los escasos ministerios que quedan libres para los dirigentes del partido de Benjamin Netanyahu. Además de los acuerdos firmados con el laborismo, el Likud cerró con el ultranacionalista Israel Beiteinu y los religiosos de Shas, y las negociaciones con otros partidos más pequeños no han concluido.
Según los detalles del acuerdo que se dieron a conocer ayer, seducir a los actuales dirigentes del laborismo, el partido que otrora fundara las bases institucionales del país, ahora debilitado como nunca y convertido tras las últimas elecciones en la cuarta fuerza política local, le ha valido cinco ministerios, entre ellos el de Defensa.
“Para ser ministro en el próximo gobierno de Netanyahu hay que pasarse a otro partido”, dijo sarcásticamente un militante del Likud al enterarse de la repentina unión pactada entre Benjamin Netanyahu y Ehud Barak.
Un alto dirigente del mismo partido prefirió guardar reserva sobre su identidad, pero sentenció: “Bibi le pagó un precio corrupto al Partido Laborista. Sencillamente vendió todo a cambio de la mitad de la bancada parlamentaria de la fuerza conducida por Ehud Barak”.
La referencia a la partición de la representación laborista alude a la agitada polémica que el ingreso a la coalición de derecha ha provocado en sus filas partidarias. Algunos parlamentarios, incluso, sopesan la posibilidad de votar contra la formación de un gobierno en el que su partido será aliado de Avigdor Lieberman, conocido a raíz de sus declaraciones chauvinistas y racistas.
Veinticinco años después de haber abandonado el laborismo, Yo-ssi Sarid (ex líder del partido de centroizquierda Meretz) asistió como observador a la convención partidaria en la que se decidió la cuestionada unión con el Likud. Esta vez como columnista del diario Haaretz, Sarid opina: “Nunca un partido socialdemócrata fue tan vital para Israel, y nunca antes el laborismo fue tan miserable y superfluo. Es un acto irresponsable dejar a un país democrático sin oposición, sin alternativa, sin una socialdemocracia digna de su nombre, sin esperanza. Y es irresponsable dejar a un país lavándose en la corriente turbia del nacionalismo y el racismo, incluso sin intentar hundir un dedo en el dique de contención”.
Por su parte, el líder del partido Likud y próximo premier de Israel, Benjamin Netanyahu, pagó un muy alto precio a cambio de la incorporación del Partido Laborista a su próxima coalición gubernamental, no sólo en cantidad de ministerios. Al frente de la cartera de Defensa, una de las más cruciales y codiciadas en la cúpula estatal, seguirá su actual titular y máximo dirigente laborista: Ehud Barak.
Netanyahu justificó ayer esta carta por él jugada arguyendo que “la unidad y la responsabilidad nacionales son imperiosas a la hora de enfrentar los grandes desafíos que se le presentan al Estado de Israel”. Entre ellos se encuentran, en primer lugar, el proyecto nuclear iraní y los aliados que Teherán tiene más allá de la frontera norte de Israel (Siria y el movimiento chiíta Hezbolá en el Líbano) y en su límite sudoccidental (la Franja de Gaza controlada por los islamistas del Hamas). Pero, como lo sostienen muchos analistas en los medios locales, en realidad el líder del derechista Likud no necesita el refuerzo del Partido Laborista para neutralizar esas amenazas, que son amenazas reales aunque intencionadamente sobredimensionadas. El presidente iraní, Mahmud Ahmadinejad, seguirá desarrollando el plan nuclear de su país tanto si Ehud Barak continuara ejerciendo el cargo de ministro de Defensa como si la actual canciller y líder del partido Kadima, Tzipi Livni, apoyara la política antiiraní de su premier como jefa de la oposición.
Además, si el gobierno decide reanudar las negociaciones con Siria y con los palestinos, los miembros del laborismo y de Kadima serán los primeros en ocupar los puestos desocupados por los representantes de la extrema derecha en la coalición gubernamental.
En las últimas elecciones Bibi Netanyahu tal vez recibió el apoyo requerido para terminar de destruir los restos de los acuerdos de paz con los palestinos, diseñados en Oslo en 1993, seguir construyendo asentamientos judíos en Cisjordania y demoliendo viviendas de palestinos en Jerusalén oriental. Pero los votantes no le confirieron el mandato de echar a perder las “relaciones especiales” que Israel mantiene con los Estados Unidos, o de arruinar los acuerdos que ha establecido con la Unión Europea.
Por eso el designado premier no buscó reclutar aliados para revertir las amenazas de los peores enemigos, sino calzarse una vestimenta que lo haga lucir más moderado a ojos de los mejores amigos de Israel en la escena internacional.
Con la intención de conservar la posición internacional de Israel sin tener que conceder lo que Barack Obama reclama, como parte de la nueva estrategia norteamericana hacia el Medio Oriente, Netanyahu confeccionó un traje de presunto pragmatismo con la incorporación del laborismo a su coalición. Si los seguidores del legado de Yitzhak Rabin serán los coautores de su futura política, ¿cómo podrán acusarlo a él mismo de intransigente ante el problema palestino?
El presidente norteamericano ya expresó sus reservas con respecto al próximo gobierno israelí. Con Netanyahu como premier, “el camino hacia la obtención de un acuerdo político entre Israel y los palestinos no será más fácil”, dijo ayer Obama, durante su segunda conferencia de prensa desde que asumiera la presidencia. Y añadió: “La composición de los gobiernos israelí y palestino aún no es conocida, pero está claro que el statu no puede continuar y es necesario adoptar la solución de dos estados para los dos pueblos”. Teniendo en cuenta que, como ministro de Defensa del gobierno saliente, Ehud Barak no hizo nada tendiente a frenar el impulso colonizador en Cisjordania y, en cambio, convirtió el enfrentamiento con el Hamas en la muerte masiva de civiles palestinos y la devastación de Gaza, ya surgen las dudas acerca de la conveniencia del paso dado por Netanyahu incorporando al laborista a su equipo gobernante próximo a asumir. Las citadas declaraciones de Barack Obama pueden ser una prueba de que el efecto buscado estará muy por debajo del precio por él pagado.
Así piensan los muchos descontentos que la alianza Likud-Laborismo ha despertado.
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