EL MUNDO › NUEVO FORO SOCIAL CONTRA LA GLOBALIZACION
Florencia, ciudad abierta
Ayer comenzó en Florencia un nuevo Foro Social contra la Globalización, que prevé para el sábado una marcha de 200.000 personas. Fueron desplegados 6000 policías y carabineros.
“Cierren todo. Cierren los almacenes, los bares, los restaurantes, los mercados, los teatros y los cines”, les dijo Oriana Fallaci a los florentinos en una carta abierta publicada ayer por el diario italiano Il corriere della sera. Así, la célebre periodista, que nació en Florencia, se manifestó en contra del primer Foro Social contra la Globalización que se inauguró ayer en esa ciudad y finalizará el 10 de noviembre. Su opinión ayudó a caldear el clima de Florencia. Allí, los comerciantes temen disturbios como los del año pasado en Génova, en la cumbre de los países más industrializados (G8), donde murió un activista italiano durante un enfrentamiento con la policía. Mientras, las autoridades desplegaron en Florencia un imponente dispositivo de seguridad con 6000 policías y carabineros.
Pero la fiesta de inauguración del foro fue pacífica. Sindicalistas, intelectuales y ecologistas se reunieron ayer en la Plaza de Santa Croce para renovar su compromiso contra el neoliberalismo. En la celebración estuvieron el Premio Nobel de Literatura, el italiano Dario Fo, su esposa, la actriz Franca Rame, y el líder comunista Fausto Bertinotti. La búsqueda de un modelo económico más justo, los derechos de los inmigrantes y los productos transgénicos son algunos de los temas que se tratarán en la cumbre. Según algunos de los militantes, los medios de comunicación tienen una imagen falsa del movimiento. “No estamos en contra de la globalización, sino a favor de una globalización social y democrática”, dijo Paolo Cento, de los verdes italianos.
En las principales calles de la ciudad renacentista se prohibieron los autos, las motos y las bicicletas. Mientras, el presidente de la cámara de comercio de la ciudad, Paolo Soderi, dijo que el 90 por ciento de los comercios cerrará sus puertas por temor a incidentes. “Nos quieren criminalizar”, dijo un estudiante español que viajó para participar del foro. “Ninguno de los ‘verdaderos’ participantes de la cumbre quiere disturbios”, agregó. De todos modos, los comercios que adhirieron a un pedido del alcalde y se animaron a abrir sus puertas colgaron pancartas que dicen “Firenze, città aperta”, Florencia, ciudad abierta.
Para este sábado, el foro organizó una marcha contra la guerra en Irak y la política de Estados Unidos, donde participarán 200.000 personas. Ayer ya hubo un anticipo de esto ante la base militar estadounidense Camp Darby cerca de Pisa. La marcha del sábado cuenta con el apoyo del sindicato más importante de Italia, el CGIL, de izquierda, que se comprometió a garantizar el normal desarrollo de la cumbre y a desplegar a sus militantes para evitar enfrentamientos en el desfile. Se calcula que cerca de 20.000 visitarán la cumbre diariamente. Europeos, africanos y latinoamericanos asistirán a algunas de las 18 conferencias y 160 mesas redondas que se celebrarán hasta el 10 de noviembre, cuando termina el foro. Este reunirá movimientos tan dispares como los anarquistas extremos, los ecologistas o los conciliadores católicos. “Vine para recordarle a Europa que en Argentina hay 20 millones de personas que viven en pobreza extrema debido a la política neoliberal impuesta por Estados Unidos y el Fondo Monetario Internacional”, dijo el argentino Daniel Campos, del MTSIzquierda Unida.
Por su parte, la polémica Fallaci dijo que los militantes antiglobalización “son unos falsos revolucionarios. Viven del dinero de papá, dicen tonterías sobre la pobreza y culpan de todos los males a Estados Unidos”. También se refirió al jefe del gobierno italiano, el centroderechista Silvio Berlusconi: “En vez de preocuparse por el país, se preocupa por sus líos judiciales y viaja más que el Papa”, dijo. El año pasado, ella publicó el best-seller La rabia y el orgullo, donde defiende a Estados Unidos luego de los atentados del 11 de septiembre. Fallaci tiene 72 años, vive en Nueva York y ha sido criticada por su posición política y el antiarabismo de algunos de sus libros.