EL MUNDO › EN HONDURAS, EL RéGIMEN DE FACTO FRUSTRó EL RETORNO DEL MANDATARIO Y REPRIMIó

A Zelaya no le dieron pista para volver

Una gran manifestación esperaba recibir al presidente derrocado en las cercanías del aeropuerto. El gobierno militar mató al menos a dos personas. La nave terminó desviándose a El Salvador, donde están los mandatarios que lo apoyan.

A pesar de la marea humana de más de 50 mil hondureños que se agolpó ayer en el aeropuerto de Tegucigalpa para recibir a su presidente legítimo, el operativo retorno de Manuel Zelaya no pudo terminar su misión con éxito. Antes bien, el asunto concluyó con el avión desviado hacia El Salvador, los golpistas firmes en tierra y un pueblo con sangre derramada. “Le pido que detenga una masacre”, le dijo Zelaya por radio desde la nave al comandante golpista Romeo Vázquez al enterarse de que, en tierra, la gente se enfrentaba con las fuerzas de seguridad que habían cercado las instalaciones y bloqueado con vehículos militares las pistas de aterrizaje. Sin embargo, los soldados y sus fusiles no se contuvieron y, al cierre de esta edición, al menos dos personas habían perdido la vida en el aeropuerto internacional del país centroamericano.

Zelaya había partido desde Washington, a bordo de un jet venezolano y acompañado por el presidente de la Asamblea General de la ONU, Miguel D’Escoto, con el objetivo de aterrizar en Tegucigalpa y retomar el mandato constitucional que el pueblo le otorgó y que los militares interrumpieron hace una semana. “Nadie puede impedirme regresar. Yo soy el presidente constitucional y el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas. Les pido a los generales que cumplan con su deber, despejen la pista y nos permitan aterrizar. Voy a reunirme con mi pueblo”, había declarado el depuesto mandatario todavía dentro de la aeronave.

Pero la escena fue como en las películas. El avión, luego de algunas horas de vuelo, entró en el espacio aéreo hondureño y, a partir de ese momento, tuvo que dar vueltas por el aire mientras desde la cabina de mando se negociaba con las torres de control un visto bueno que nunca llegó. Al mismo tiempo, en vivo y en directo, Zelaya hacía declaraciones a la cadena venezolana Telesur, condenando a los golpistas y llamando al pueblo a resistir pacíficamente. “Si tenía un paracaídas, me lanzaba del avión”, llegó a decir el hondureño cuando ya se había decidido el desvío rumbo a Managua para cargar combustible, discutir con su homólogo Daniel Ortega y luego retomar el vuelo hacia El Salvador, donde lo esperaban los mandatarios de Ecuador, Rafael Correa; de Paraguay, Fernando Lugo, y de la Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, quienes junto al secretario general de la OEA, José Miguel Insulza, se habían desplazado hasta ese lugar como eventual misión de apoyo en caso de aterrizaje (ver aparte).

Horas antes, el gobierno de facto había exhibido sus cartas. Por un lado, el presidente de facto Roberto Micheletti, junto a la vicenciller Marta Alvarado, buscaron mostrar una voluntad de diálogo con la comunidad internacional tan sólo 24 horas después de ser expulsados de la OEA y, para ello, se sentaron a una mesa, sonrieron, y, rodeados de dos helechos a ambos extremos, le propusieron al mismo organismo interamericano comenzar un diálogo “de buena fe”. “La clase de diálogo que queremos implicaría la participación de funcionarios del Estado de Honduras y una delegación de representantes de los Estados miembros de la OEA. Confiamos en que de ese modo podremos hallar una solución a la situación desatada tras la destitución del presidente Zelaya”, explicó la vicecanciller Alvarado, precisando que la iniciativa ya había sido comunicada por el presidente de la Corte Suprema de Justicia, Jorge Rivera, al representante de la entidad interamericana en Tegucigalpa, Jorge Miranda.

Y, por el otro, luego de denunciar supuestas maniobras militares de Nicaragua en la frontera –desmentidas por el mandatario Ortega de inmediato– e instar tanto a este país como a Venezuela a cesar con sus “indebidas” interferencias en los asuntos internos hondureños, se dejó en claro que no pensaban de ningún modo dejar aterrizar el avión que transportaba a Zelaya. “Lo hacemos para evitar un derramamiento de sangre completamente innecesario. La orden de captura sigue vigente, por lo que esperaremos a que el presidente Zelaya se entregue de forma correcta. Pero no queremos disturbios internos”, precisó Micheletti.

Más allá de los deseos del legislador que ocupa el puesto de presidente, el país centroamericano vivió ayer la jornada de protestas más importante desde que se consumara el golpe de Estado. Desde muy temprano, la marcha se había convocado con el doble propósito de repudiar la dictadura y movilizar a la mayor cantidad de gente posible hasta el aeropuerto de Toncontín para recibir al depuesto Zelaya y brindarle apoyo popular. La gente respondió de forma masiva y, de a pie, acudió a la cita. Según sus organizadores, lo que finalmente sucedió superó todas las expectativas. “Esto es impresionante. En Honduras nunca se vio algo así. Aquí hay por lo menos 200 mil personas”, le dijo a este diario vía telefónica Angel Alvarado, dirigente de los Círculos Bolivarianos Morazánicos, al tiempo que explicaba que las principales avenidas estaban colapsadas por gente que recorría pacíficamente los 10 kilómetros desde el centro hasta el aeropuerto. “Esta es la resistencia pacífica del pueblo. Los medios pasan conciertos de música y no dicen nada. Pero Honduras está en la calle”, agregó.

El interior del país, a su turno, no se quedó atrás y, según contó el dirigente del Bloque Popular Erasto Reyes desde San Pedro Sula, la gente también está comenzando a manifestarse allí donde antes no lo hacía. “Aquí en el Parque Central hay unas 20 mil personas, lo que significa mucho en un lugar donde no existe la costumbre de salir a protestar. La resistencia no afloja, esto es un éxito”, aseguró. Por lo pronto, el aislamiento internacional contra los golpistas, si bien aumenta, no los detiene.

Informe: Martín Suaya.

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“Esta es la resistencia pacífica del pueblo”, dijo un manifestante desde Tegucigalpa.
Imagen: EFE
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