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La década dorada

 Por Santiago O’Donnell

Todo listo en Bolivia. Evo Morales dice que va a conducir a su país hacia su “década dorada” y el electorado parece dispuesto a creerle. Hoy se elige presidente y todas las encuestas le dan de 52 puntos para arriba, más del quince por encima de su más inmediato perseguidor. Y mayoría de dos tercios en ambas cámaras. Caudal más que suficiente como para gobernar sin problemas, dictar las leyes que necesita la nueva Constitución, y, como suele pasar en estos casos, empezar a soñar con la rerre.

Campaña aburrida, dicen allá. Monólogo de Evo. Lo más interesante que produjo la oposición son las declaraciones desde la cárcel del presunto genocida Leopoldo Fernández, candidato a vice de los cívicos. Dijo que tuvo una gran relación con el presidente, que le salvó el cuello durante el gobierno de Sánchez de Lozada, que dos veces rechazó invitaciones de Evo para integrar el MAS, el partido del oficialismo. Nada. Pero para un núcleo duro de la oposición, no más del 30 por ciento, Fernández, el Cacique de Pando, es una víctima. Para el resto del país es todo lo contrario. Es el autor intelectual del asesinato de 15 indígenas en el Porvenir, tal como reveló la comisión de expertos de Unasur que investigó la masacre. En todo caso, es el único preso por la violencia que desató el intento de golpe cívico del año pasado. Difícil entender cómo la oposición se buscó un candidato que provoque tanto rechazo en los sectores moderados que pretende seducir, salvo por la pobreza exhibida por su compañero de fórmula, Manfred Reyes Villa, y los demás candidatos, que sólo parecen servir para dispersar el voto opositor.

Y atacar a Evo, porque no tienen plan. Dicen que no sabe de economía, que no hay empleo, pero los indicadores muestran otra cosa. Según la encuestadora Mori de ese país, el “índice de bienestar” está en el punto más alto desde que se empezó a medir, hace ocho años. Esto es, los bolivianos sienten que están mejor que antes y que van a estar aún mejor en el futuro inmediato. Los índices de aprobación de Evo, alrededor del 71 por ciento, son los más altos desde que nacionalizó el gas, en los albores de su presidencia.

Evo hizo campaña a la vieja usanza, cortando cintas en todo el país. Con el programa Evo Cumple, subvencionado por el gobierno bolivariano de Venezuela, inauguró mercados, canchas de fútbol, parques, pequeñas obras aquí y allá. También anunció que consiguió un crédito de la Corporación Andina de Fomento para construir una autopista de seis vías entre La Paz y Oruro, para reemplazar a la vieja ruta de la muerte que serpentea el altiplano con sus dos carriles enfrentados. Y otro viejo anhelo de los bolivianos, también con un crédito de la CAF: la llamada Diagonal Jaime Mendoza, una ruta que uniría el sur de Chuquisaca con el Chaco boliviano, Sucre con Potosí.

La otra apuesta del MAS fue a judicializar la campaña. Está bien, se supone que la Justicia es independiente, pero la Oficina Anticorrupción esperó la ventana electoral para difundir su decisión de procesar a los principales líderes de la oposición por distintos crímenes. Costas, de Santa Cruz, y Suárez, de Beni, por los referendos autonómicos ilegales; Reyes Villa, de Cochabamba, por irregularidades en la construcción de una carretera; Cossio, de Tarija, por irregularidades en la compra de un generador eléctrico. Evo dijo en campaña que Reyes Villa va a ir preso y Fernández va a seguir preso por robar la plata del pueblo.

Las acusaciones son verosímiles y es cierto que la misma Oficina Anticorrupción, que depende directamente de Evo, acusó a varios intendentes del MAS por corruptelas con el programa Evo Cumple. Pero la oficina no tocó a ningún pez gordo cercano al gobierno. Y esperó 14 meses para acusar a Reyes Villa y 19 para acusar a Costa, justo a tiempo para el período electoral que habilita spots televisivos y avisos de diarios pagados por el Estado.

Es que no queda nada de la agenda grande, de los temas que llevaron a Bolivia al borde de la guerra civil. El proceso judicial por matanzas en la Guerra del Gas del 2003 está encaminado y ya hay fecha para el juicio oral. La Asamblea Constituyente ya se hizo, el pleito autonómico se dirimió y la nueva Constitución ya se plebiscitó.

Para esta elección el MAS llenó sus listas de profesionales –abogados, periodistas, médicos– relegando a los candidatos de los movimientos sociales a bancas uninominales. A los movimientos no les gustó pero lo aceptaron. Evo quiere técnicos para redactar las cien leyes que necesita la nueva Constitución y quiere cuadros capaces de pelear la letra chica. El perfil que se buscó es el de gente como Ana María Campero de Rodríguez, defensora del Pueblo durante los gobiernos de Banzer y Sánchez de Lozada, fama de honesta y valiente, buena llegada a los sectores medios, periodista, buena formación. Será presidenta del Senado.

Así las cosas, algunos ya están mirando la elección de gobernadores y alcalde de abril porque ahí sí hay algo en juego. En la Media Luna Evo tiene un índice de rechazo cercano al 40 por ciento. Si la oposición se uniese podría seguir ganándole, pero parece que no se va a unir y eso permitiría que el MAS penetre en un territorio que hasta ahora le es inexpugnable.

Mientras tanto Evo tiene planes. Va a pedirle un préstamo al Fondo Monetario Internacional. Va a pedir 10 mil millones de dólares, pero si consigue cinco se dará por más que satisfecho. Estados Unidos sigue siendo el diablo, nada cambió con Obama, Evo dice que es un prisionero del imperio. Pequeño detalle para las negociaciones con el Fondo, que por algo tiene sede en Washington.

Pero Evo tiene muchos amigos en Europa, especialmente en España. La última gira enamoró a los empresarios, según contaron los miembros de la comitiva. Bolivia es el principal receptor en América latina de ayuda directa del gobierno socialista español.

Más planes. Inversiones en el sector energético. Seis mil millones prometidos. Mil quinientos de Repsol YPF, otros mil de la venezolana Pdvsa, del consorcio ruso Gazprom y del gobierno de Irán.

El problema es que ahora nadie compra el gas. La demanda de Brasil y Argentina cayó un cuarenta por ciento, la recaudación de la renta por el gas se desplomó y Evo ha tenido que recortar las partidas a los municipios entre un 22 y un 45 por ciento. Como Chile tampoco compra vía Argentina como hacía antes porque ya hizo su propia planta de gas licuado de petróleo, la gente de Evo anda buscando mercados en Paraguay y Uruguay y quiere aumentar la demanda del mercado interno, pero igual se produce más de lo que se vende. Al final podría reflotarse aquel viejo proyecto de construir una planta transportadora en Chile para exportar el gas a Estados Unidos. Pero Evo no habla de eso porque aquel viejo proyecto fue el que desató la Guerra del Gas.

En tren de diversificar la economía, poco y nada, exceptuando la inteligente estrategia de la gente de Evo para explotar las cuantiosas reservas naturales de litio que alberga el país. Como antes hicieron con el estaño y ahora hacen con el gas, pero mejor. El litio sirve para fabricar las baterías de los celulares y de los autos eléctricos del futuro. Bolivia tiene la segunda reserva mundial de litio en el Salar de Uyuni, en Potosí. Todos quieren invertir. Toyota, Mitsubishi, las empresas de celulares, la Sumitomo japonesa, dueña de la mina de plata más grande de Bolivia, la Korex coreana, con inversiones en minas de hierro.

El gobierno controla la fórmula para convertir salmuera en el carbonato de litio que se usa en las baterías, fórmula desarrollada por investigadores de universidades bolivianas. Entonces exige que las empresas que quieran invertir usen esa fórmula y fabriquen las baterías en Bolivia.

Mientras sufre con el gas y espera que explote la fiebre del litio, Bolivia creció este año un 3,8 por ciento, la tasa más alta de la región, pequeño milagro del que no sería ajeno el fenómeno del narcotráfico, para muchos el sector más próspero de la economía boliviana, por más que Evo diga lo contrario. Aunque las cifras de superficie de áreas cultivadas con coca y el tonelaje de cocaína producida sean materia de discusión entre el gobierno y las agencias internacionales, lo que es difícil de ignorar es la burbuja inmobiliaria de Santa Cruz y las interminables listas de espera en sus concesionarias de autos importados último modelo. Allí en Santa Cruz, precisamente, es donde el Estado nacional boliviano da sus mayores muestras de debilidad.

Evo quiere agrandar la participación del Estado en el producto bruto interno (catorce mil millones de dólares), del 28 por ciento actual al 35 por ciento. Pero a los empresarios los deja hacer. Eso sí, les advierte que no se metan en política.

Después de todo lo que Evo tuvo que enfrentar durante su primer mandato, incluyendo un golpe fallido, hablar de década dorada parece mucho, pero Bolivia tiene derecho a soñar. Es que no todos los días un presidente llega al final de su mandato con el crédito intacto, reformas de fondo en marcha, continuidad garantizada y en las calles algo de paz.

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