Once coches bomba sacudieron ayer Bagdad, nuevamente. Al menos 63 personas murieron y otras 285 resultaron heridas en los atentados simultáneos en barrios chiítas en la capital iraquí, según fuentes del Ministerio del Interior. Es la segunda vez en los últimos tres días que Bagdad es escenario de sangrientos ataques. Un comando de Al Qaida atacó el domingo, en plena misa, una iglesia católica en el centro de la ciudad, y asesinó a 53 personas.

Después de los ataques de ayer, las autoridades locales decretaron un toque de queda. Según el ministro de Sanidad iraquí, Saleh Mehdi al Hasnaui, el 80 por ciento de los heridos no quedó hospitalizado porque sólo había sufrido heridas leves. Desde la cartera del Interior explicaron que los ataques más importantes se perpetraron contra dos restaurantes en Kazamiya (norte) y en Husseiniya (este). El primero causó seis muertos y 26 heridos, mientras que el segundo dejó cuatro víctimas fatales y 34 heridos.

Por la simultaneidad y por haber elegido como objetivos a los barrios chiítas, los ataques parecen llevar el sello de la rama iraquí de Al Qaida. A pesar de que la violencia parecía estar mermando en el país, esa red terrorista mantiene su capacidad para asestar grandes golpes. Los atentados amenazan con arruinar todos los esfuerzos del gobierno para atraer inversores extranjeros. Desde el lunes, se realiza la Feria Internacional de Bagdad, donde están representadas 300 empresas de todo el mundo.

En un ataque violento ocurrido el último domingo, mientras se oficiaba misa en un templo católico de Bagdad, murieron 53 personas. Los ataques que se vienen sucediendo desde ese día empañaron las buenas noticias del gobierno iraquí, que informó que octubre había sido el mes menos sangriento desde noviembre de 2009. Mientras la violencia no cesa, Irak padece un bloqueo político. A ocho meses de las elecciones legislativas, los partidos políticos aún no designaron un nuevo gobierno.