Miércoles, 3 de noviembre de 2010 | Hoy
EL MUNDO › EN LAS LEGISLATIVAS DE AYER EN EE.UU. LOS REPUBLICANOS GANARON LA MAYORíA EN DIPUTADOS, PERO EL OFICIALISMO PODRíA RETENER EL SENADO
El panorama político se modificó para Obama. Si el partido gobernante ganaba finalmente el Senado, el presidente tendría mayor margen de maniobra. El Tea Party produjo cambios impensados en distritos como Florida y Ohio.
Por Ernesto Semán
Desde Nueva York
Apenas se conocieron los primeros datos de la elección legislativa con las victorias de los candidatos republicanos de extrema derecha en los estados de Florida y Kentucky, el presidente Barack Obama confirmó que los tiempos cambian, y rápido. La derrota demócrata que se producía anoche dejó al mandatario sin el control de la Cámara Baja, con una posición muy débil en el Senado, y frente a un panorama político muy distinto al de hace dos años, dominado ahora por el surgimiento del Tea Party y una fuerte reacción de derecha en oposición a su gobierno. La mejor noticia para el oficialismo al cierre de esta edición era la posibilidad de retener el control de la Cámara alta, algo que le daría un mayor margen de maniobra en la negociación con la oposición.
Para hoy a la una, Obama ya tiene agendado un discurso desde la Casa Blanca comentando los resultados de la elección. Los números finales confirmarán si el presidente puede transitar el camino que tenía previsto hasta anoche: que la derrota no fue tan grande como se anunciaba, pero que había escuchado el mensaje de las urnas. Para eso sería necesario que los demócratas retuvieran la mayoría en el Senado y que la derrota en Diputados no fuera peor que la que sufrió el partido en 1994, cuando perdió el control de la Cámara por primera vez luego de cuatro décadas. Con una economía apenas saliendo de la recesión, un desempleo del 10 por ciento, la continuidad de la guerra en Afganistán y las dificultades que encontró para capitalizar políticamente las reformas implementadas desde hace dos años, el desafío mayor de Obama será cómo hacer de su actual debilidad una posición de fuerza.
Los triunfos republicanos se extendieron como reguero de pólvora de una costa a la otra. Con varios candidatos del Tea Party a la cabeza, la oposición se hizo de la mayoría en Diputados, lo que colocará a John Boehner de Ohio como presidente de la Cámara baja, poniendo fin al trabajo de Nancy Pelosi, una de las personas más cercanas a Obama. Los republicanos necesitaban ganarle 39 bancas a los demócratas para llegar a los 218 que les darán el control y ese margen ya estaba garantizado a última hora de anoche.
En el Senado, estaban aseguradas victorias republicanas claves en Florida y Kentucky. En el primero, el ultraconservador Marco Rubio confirmaba su aspiración de liderar el resurgimiento de la derecha a nivel nacional, mientras que en el segundo Rand Paul se imponía en representación de uno los linajes de derecha libertaria más ortodoxos de los Estados Unidos que le dio origen al Tea Party. Los republicanos también conquistaban las bancas por los estados de Ohio y Carolina del Norte, pero el oficialismo retuvo los Senadores por Connecticut, Delaware e Indiana, algo que podría hacer toda la diferencia para el futuro del gobierno de Obama.
Entre las 37 gobernaciones que se disputaban anoche, los demócratas retenían previsiblemente Nueva York para Andrew Cuomo. También recuperaban la gobernación del estado más grande del país, California, donde todo indicaba que Jerry Brown, a los 71 años, volvía al sillón que ocupó por ocho años durante los ’70 y le ganaba a la republicana Meg Whitman. La candidata republicana gastó 160 millones de dólares en su campaña, la más cara de todo el país, un record notable dentro de una campaña general que costó unos cuatro mil millones de dólares y que es la mas costosa de la historia de la política norteamericana. Hasta última hora, los demócratas perdían la gobernación de Ohio, una de las más importantes en disputa anoche a la hora de controlar un estado que suele ser clave en la elección presidencial. Y el Tea Party también se adjudicaba la gobernación de Carolina del Sur, que quedará en manos de Nikki Haley
Los festejos de ayer eran muy distintos a los del 2008. Sugar Lounge, el bar de Brooklyn que hace dos años estuvo repleto hasta las tres de la mañana con más de cien personas celebrando la victoria de Obama, anoche tenía tres personas en la barra y una pareja en las mesas. La televisión estaba prendida, pero la señal transmitía una repetición de un partido de fútbol de la liga europea. El clima era el opuesto en aquellos distritos en los que el Tea Party produjo cambios impensados hace sólo meses, como Florida y Ohio.
Para medir el tenor de los festejos faltaba ver el final de la disputa por el Senado, que se definía en los estados de la costa oeste, cuyo conteo empezaba a la medianoche de la Argentina. Los demócratas lograron la banca por el estado de Virginia Oeste, donde Joe Manchin III lograba detener el ascenso republicano. Y parecían camino a ganar en Illinois y Colorado, dos estados que los republicanos contaban de su lado. El oficialismo aspiraba así a poder retener el control de la cámara por un margen estrecho, lo que colocaría como jefe de la mayoría a Chuck Schumer de New York, uno de los que ayer obtuvo una nueva reelección.
Aun con todos los triunfos que se atribuyó, el Tea Party se carga también con una derrota que puede costarle al partido Republicano el control del Senado: la del Delaware. Hace apenas seis meses, el candidato moderado republicano tenía casi asegurado un triunfo sobre los demócratas, hasta que perdió su candidatura en las primeras a manos de la ultra conservadora Christine O’Donnell, la candidata del Tea Party. La aparición de distintas entrevistas en las que pasaba de condenar la masturbación a prohibir la actividad sexual enteramente terminaron por devolverle la victoria al candidato demócrata Chris Coons por más de 20 puntos de ventaja. Además de perder una banca, el resultado en Delaware también es una advertencia para el futuro del Tea Party, en la medida en que sus personajes más extremos pueden enfrentar problemas a la hora de lanzarse más allá de su mercado cautivo.
El resultado de la elección a Senador por Florida, en cambio, es de extrema importancia para el futuro nacional de la derecha extrema, aun si las encuestas lo anticipaban. El gobernador Charlie Crist, un republicano moderado que apoyó a Obama durante buena parte de estos dos años, se vio obligado a dejar el partido cuando la candidatura oficial quedó en manos del ultraconservador Marco Rubio. En un esfuerzo por ayudar a Crist, los demócratas trataron de bajar a su propio candidato para sumar fuerzas contra Rubio. La operación no prosperó, y anoche Rubio se quedó con la banca con el 50 por ciento de los votos. Además de perder a un aliado, Obama tiene enfrente ahora a un líder conservador levemente excéntrico pero bastante poderoso, lo suficiente como para que algunos medios lo hayan denominado “el Obama de derecha”.
Parte del resultado de ese viraje hacia la derecha fue la caída de algunos referentes fuertes de los sectores más progresistas del partido demócrata. Una de las derrotas más sufridas fue en Wisconsin, donde Russ Feingold perdió su banca de diputado frente al republicano Ron Johnson. Feingold era parte del reducido grupo de demócratas que se ubicaron políticamente a la izquierda de Obama, y que anoche sufrieron por partida doble: una cierta indiferencia de parte de la Casa Blanca, y una furibunda oposición de parte del Tea Party. La misma tenaza podría sacar de carrera a otros demócratas que llevan décadas en la Cámara baja.
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