Martes, 22 de febrero de 2011 | Hoy
EL MUNDO › EL TRASFONDO HISTóRICO NO FUE OBSTáCULO PARA EL COMERCIO
Trípoli provee de gas a la península y las empresas constructoras italianas acordaron inversiones por varios millones de euros. Entre 2008 y 2010, unos cuarenta mil millones de euros circularon entre ambos países.
Por Elena Llorente
El gobierno de Italia prefiere la cautela ante el peligro. Si bien el premier Silvio Berlusconi condenó “el uso inaceptable” de la violencia contra civiles, su ministro del Exterior, Franco Frattini, alertó sobre la creación de una república islámica en el norte de Africa. “Estamos muy preocupados ante la posibilidad de la división de Libia en dos, Cirenaica y Trípoli. Hay que defender la soberanía y la integridad territorial de Libia, porque un emirato islámico en Bengasi sería muy peligroso”, dijo el canciller italiano poco antes de una reunión de ministros de la Unión Europea en Bruselas.
Pero algunos sospechan que detrás de esta actitud cautelosa pueda haber sobre todo el interés de proteger las inversiones italianas en Libia y las libias en Italia, la provisión de gas a la península que recibe del país nordafricano un buen porcentaje de su consumo anual, las inversiones programadas para empresas constructoras italianas por valor de varios millones de euros y algunas otras, incluidas las del primer ministro Berlusconi, quien, entre otras cosas, es propietario, a través de la empresa de familia Mediaset Group, del 25 por ciento de un canal televisivo árabe que transmite en Libia, Nessma TV, que pretende convertirse en el primer canal comercial del norte de Africa.
Sin embargo, para entender las intrincadas y no fáciles relaciones entre Libia e Italia hay que dar un paso atrás en el tiempo, prácticamente hasta 1911, cuando el Reino de Italia se lanzó a la conquista del país nordafricano, entonces en manos del Imperio Otomano. Libia fue colonia italiana hasta 1947, cuando logró su independencia, transformándose en 1950 en el Reino Unido de Libia.
Pero la llegada de Khadafi al poder en 1969, a través de una revuelta militar liderada por el Consejo del Comando de la Revolución contra el rey Idris, significó la nacionalización de los bancos extranjeros y de las compañías petroleras, el cierre de todas las bases militares extranjeras y la adhesión a principios musulmanes y a la cultura árabe. Algunos meses después, el gobierno de Khadafi decidió además la expropiación de todos los bienes de unos 20.000 italianos que vivían en Libia y el pedido de resarcimiento a Italia por los daños de la ocupación colonial.
El poderío petrolero de Libia –primer productor africano– hizo que el país de todas maneras se transformara en un centro de interés para muchos inversionistas, italianos entre otros. Las diferencias entre los dos países no fueron impedimento suficiente como para que, por ejemplo, en 1976 el banco libio Lybian Arab Foreign Bank comprara el 13 por ciento del capital accionario de la empresa automovilística FIAT, pagándolo al doble de su cotización en el mercado.
Las relaciones entre Libia e Italia mejoraron con la llegada de Silvio Berlusconi al gobierno en 2001. Maduró entonces la idea de un “gesto simbólico” italiano respecto de los pedidos de resarcimiento del coronel que serviría para mejorar las relaciones bilaterales.
En 2004, Berlusconi y Khadafi inauguraron el gasoducto submarino que une Libia y la isla de Sicilia construido por las empresas petroleras de los dos países, el ENI italiano y la Western Lybian Gas Projet, y que sirve para distribuir el gas libio a toda Europa.
Pero fue con el Tratado de Bengasi firmado por los dos países en 2008 que se decidió ponerle una tapa al pasado. El Tratado de “amistad y cooperación”, como fue denominado, estableció que Italia pagaría 5000 millones de dólares a Libia como indemnización por el colonialismo, mientras Libia, por su parte, tomaría medidas para evitar la emigración clandestina hacia tierras italianas y favorecería las inversiones italianas.
Desde el Tratado de Bengasi, Berlusconi y Khadafi se visitaron varias veces. El coronel estuvo al menos tres veces en Italia, instalando en dos oportunidades sus gigantescas carpas de beduino en un parque de Roma. Como siempre, viajó acompañado de numerosas “amazonas”, sus guardaespaldas femeninas.
Entre 2008 y 2010, se dice que unos 40.000 millones de euros circularon entre los dos países y que, entre otros negocios, la Lybian Investment Authority invirtió 2500 millones de euros en Unicredit, transformándose en uno de los primeros accionistas del principal banco italiano. El libio Farhat Omar Bengdara es actualmente vicepresidente de Unicredit.
En enero se supo de la compra de parte de Libia de una cuota accionaria en la empresa mixta italiana Finmeccanica (un poderoso conglomerado que produce armas, helicópteros, sistemas de defensa, sistemas para la producción de energía, etc.) y de un 2 por ciento accionario en la petrolera italiana ENI.
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