Martes, 22 de febrero de 2011 | Hoy
EL MUNDO › EL EJéRCITO LIBIO ATACó POR AIRE BARRIOS DE LA CAPITAL Y REPRIMIó A LOS TIROS LAS PROTESTAS EN BENGHAZI
“Voy a ver a los jóvenes a la plaza sólo para demostrar que estoy en Trípoli y no en Venezuela”, señaló el líder libio al final de una jornada marcada por la violencia. La gente resistió y quemó edificios gubernamentales.
El poder en Libia promete y cumple. Tal como amenazó por televisión el hijo del líder libio Muammar Khadafi, Saif al Islam, durante la madrugada de ayer, el gobierno arremetió contra los manifestantes que reclaman el fin del régimen. El ejército bombardeó varios barrios de la capital, Trípoli, tomada por las revueltas desde la noche del domingo. Según la cadena árabe de noticias Al Jazeera, 61 personas murieron ayer en esa ciudad y más de 250 desde que comenzaron las protestas. En Benghazi, otro de los focos violentos, brigadas oficialistas dispararon sin reparos a los manifestantes en las calles. Al cierre de esta edición, el autoproclamado “líder de la revolución libia” realizó su primera aparición en público desde el inicio de las revueltas, en la que desmintió haber abandonado el país, una versión que circuló con fuerza durante la jornada. “Voy a ver a los jóvenes a la plaza verde sólo para demostrar que estoy en Trípoli y no en Venezuela y desmentir a las televisiones, esos perros”, se limitó a decir Khadafi.
En su séptimo día consecutivo, la rebelión en el país africano provocó la deserción de numerosos jerarcas, entre ellos el ministro de Justicia, y puso en jaque a la dictadura que Khadafi desarrolla desde hace 42 años.
En medio de rumores que aseguraban que Khadafi había abandonado su país e hipótesis misteriosas acerca del aterrizaje de aviones y helicópteros libios en la isla de Malta (ver recuadro), la escalada de violencia en el país es una realidad innegable. Hasta las primeras horas de ayer, la organización pro derechos humanos internacional Human Rights Watch aseguraba que más de 230 personas habían muerto desde que comenzaron las protestas. La cifra trepaba a 400, según la Federación Internacional de Derechos Humanos.
Saif al Islam, no obstante, negó que las víctimas sean tantas y acusó a los medios internacionales de exagerar la información. Ayer, luego de advertir que Libia estaba al borde de una guerra civil y de atribuir las protestas callejeras a una “red conspirativa extranjera”, el hijo menor de Khadafi volvió a dirigirse a la población a través de la televisión pública. Saif al Islam reconoció que el régimen había perdido el control de las ciudades de Benghazi y AlBayda en manos de los manifestantes, a quienes amenazó para que abandonen las calles. “Me dirijo a ustedes por última vez antes de recurrir a las armas. Esto no es Egipto ni Túnez. Libia es diferente. Pueden decir que quieren democracia y derechos y podemos hablar sobre eso. Deberíamos haberlo hablado antes. Pero prometemos hacerlo en un futuro cercano. Es esto o la guerra. Si no dejan las calles, en vez de llorar sobre doscientas muertes, lloraremos sobre miles y miles”, reprodujo Al Jazeera.
La televisión estatal y los diarios oficialistas son los únicos medios que fueron excluidos del cerrojo de censura que aplicó el gobierno de Khadafi, que además mantiene interrumpidas las líneas de teléfono e Internet desde última hora del domingo. Los celulares funcionan con interferencias. Las cadenas de noticias internacionales logran comunicarse con testigos de las protestas a través de teléfonos móviles. No obstante, especulan que podrán ingresar a Libia en breve, debido a que varias ciudades de frontera han sido tomadas bajo control de los manifestantes. Las palabras del hijo menor del autoproclamado “líder máximo de la revolución libia” no hicieron más que echar leña al fuego. Tanto, que las calles de Trípoli, que hasta el domingo fueron territorio de los adeptos al gobierno, se colmaron de manifestantes que bramaban la salida de Khadafi del poder y el fin de la dictadura. Entonces, el gobierno ordenó a “matones” contratados especialmente para desarmar las protestas que cercaran la ciudad y anunció un operativo “antiterrorista contra saboteadores y quienes siembran el terror”, a fuerza de bombardeos aéreos y ataques terrestres de las fuerzas de seguridad (policía, brigadas antimotines).
Residentes de la ciudad capital denunciaron una “masacre” en los barrios de Tayura y Fashlum. “Hay miedo, muerte y mujeres llorando por todos lados. Mientras la gente permanece en la calle reclamando, pasan autos repletos de matones extranjeros que le disparan a la gente para matarla”, explicó un activista presente en Trípoli a Al Jazeera. Varios testigos aseguraron que aviones y helicópteros del ejército bombardearon diferentes puntos de la ciudad durante la jornada de ayer. La versión fue desmentida por Saif al Islam, que aseguró que las naves de la fuerza militar estatal sólo bombardearon depósitos de municiones de guerra para “evitar que los manifestantes se armaran”.
Los manifestantes, en tanto, resistieron como pudieron al bombardeo e incendiaron varios edificios gubernamentales, como la sede central de gobierno y el Ministerio de Justicia, y apedrearon otros, entre ellos varias comisarías. Durante la noche, la situación en esa ciudad era de máxima tensión, con cadáveres tirados en las calles y continuos disparos que se oían ininterrumpidamente. La mayoría de los imanes de las mezquitas rechazaron un discurso que les había preparado el primer ministro libio y llamaron a la población a salir a las calles para luchar contra el régimen.
A siete días de comenzada la revuelta, el régimen empezó a fisurarse. El ministro de Justicia, Mustafá Abdel Yalil, renunció a su cargo para protestar contra “el uso excesivo de la fuerza” para intentar desbaratar las protestas. El domingo hicieron lo mismo otros tres diplomáticos libios. Mohamed Bayou, quien hasta hace un mes fue vocero del gobierno de Khadafi, consideró ante medios internacionales que el empleo de la violencia para frenar la revuelta fue una decisión equivocada, mientras que en un comunicado, el ex funcionario exigió al líder libio que abra el diálogo a la oposición. “Es el final del juego. Si Khadafi no se va por su cuenta, la gente no cesará hasta echarlo a patadas”, definió ayer a la tarde el embajador de Libia ante las Naciones Unidas, Ibrahim Dabbashim, poco después de renunciar al cargo. Las renuncias de funcionarios se suman al abandono de las fuerzas armadas por parte de pilotos y oficiales del ejército, que se sumaron a las manifestaciones en Benghazi y AlBayda.
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