Viernes, 25 de febrero de 2011 | Hoy
EL MUNDO › EN RECLAMO DE CAMBIOS POLITICOS Y ECONOMICOS
Las manifestaciones en reclamo de cambios de gobierno y mejores condiciones de vida no cesan en el mundo árabe. En Yemen, las protestas populares ocuparon las calles de Sanaa, la capital, y otras varias ciudades, por segunda semana consecutiva. Con temor a correr la misma suerte que sus pares de Egipto, Túnez y Libia, acorralados por su propio pueblo, el presidente yemení, Alí Abdalá Saleh, multiplicó los gestos de apaciguamiento destinados a calmar la rebelión. En Bahrein, la plaza La Perla, en el centro de Manama, se convirtió en el nuevo hogar provisorio de los manifestantes que abogan por la caída del reino de Al Khalifa. Las autoridades argelinas, por su parte, accedieron a levantar el estado de excepción que rigió en el país durante 19 años.
Desde hace cuatro días, el campus de la Universidad de Sanaa se convirtió en el núcleo y epicentro del reclamo de miles y miles de yemeníes que exigen la caída del régimen de Saleh, en el poder durante 32 años. La presencia inesperada y masiva de mujeres, que llegaban sin cesar al campamento que se construyó de manera espontánea, fue el detalle sobresaliente en la jornada de ayer. “Esperamos con impaciencia la caída del dirigente libio Muamar Kadhafi, para que los medios de información dirijan su atención a Yemen y que Alí Abdalá Saleh se vaya a su vez”, declaró Hachem al Ibara, una de las manifestantes. Si bien el pueblo permanece expresando sus reclamos de manera pacífica, la muerte de un desocupado de 27 años que se prendió fuego en el sur del país el 20 de febrero podría avivar la ira de los manifestantes.
El mandatario, en tanto, apuró órdenes al ejército con intención de mejorar su imagen ante los manifestantes. Según la agencia oficial Saba, los gestos de apaciguamiento evocados por Saleh apuntaron a “cuidar la seguridad de los manifestantes y evitar enfrentamientos entre las protestas pro y antigobierno”. Además, exigió a las fuerzas: “Protejan los derechos de los ciudadanos a agruparse pacíficamente”. Ratificó que no insistirá en un nuevo mandato presidencial y ordenó al ejército que deje de utilizar balas de plomo para dispersar manifestaciones en Adén, la principal ciudad del sur del país donde doce personas murieron víctimas de la represión de las protestas.
En Manama, la ciudad central bahrení, los manifestantes ocuparon la plaza La Perla con la esperanza de que su campamento hará retroceder a una de las monarquías más antiguas del Golfo, que reina en el país hace más de dos siglos. Después de la violencia de los primeros días que dejaron siete muertos a mediados de febrero, las fuerzas se retiraron, por orden del príncipe heredero Salman Ben Hamad Al Khalifa, y el clima se hizo festivo. La mayoría de los manifestantes, chiítas, se niegan a abandonar el campamento que construyeron en la plaza hasta que el rey acepte entablar serias negociaciones sobre las reformas de la monarquía sunnita. Los chiítas, que constituyen la comunidad mayoritaria en el reino, se sienten mal representados en un sistema político que prevé el poder casi absoluto de la dinastía de los Al Khalifa.
Por su parte, el presidente argelino, Abdelaziz Buteflika, levantó el estado de excepción en Argelia, una medida requerida por la oposición y la mayoría de los habitantes del país, que incluso salieron a las calles a exigirla. El estado de excepción regìa desde 1992.
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