Viernes, 25 de febrero de 2011 | Hoy
EL MUNDO › FUERZAS LEALES Y MERCENARIOS SE PREPARAN PARA LA BATALLA EN TRIPOLI
Los manifestantes ya controlan el este del país y estaban disputando algunos bastiones del oeste, que cada vez los acercan más a la capital. El cercado líder libio culpó por las protestas a Al Qaida y amenazó con el corte de suministro de petróleo.
Muammar Khadafi sigue resistiendo. Pero cada vez está más cercado. Los manifestantes ya manejan el este del país y estaban disputando algunos bastiones del oeste, que cada vez los acercan más a Trípoli. El líder libio procura mantener bajo su control la capital y la localidad de Zawiya, que cuenta con la mayor refinería de Libia. Ayer Khadafi volvió a hablar a la ciudadanía y culpó por las protestas a la red Al Qaida. El gobernante que hace 42 años ostenta el poder libio negó que vaya a renunciar. “La gente no tiene por qué seguir quejándose”, sentenció.
Fue la segunda vez en tres días que Khadafi se dirigió a la población, que en gran parte exige el fin de su régimen. “Es obvio que esta cuestión está siendo agitada por Al Qaida”, ensayó una explicación a través de un llamado telefónico. Y, con ese objetivo, el hombre que gobierna Libia desde 1969 trató de acotar la revuelta a los jóvenes menores de 20 años que, supuestamente, obedecen a los designios del terrorista Osama bin Laden. “Se están aprovechando de estos muchachos porque no son responsables ante la ley”, acusó Khadafi.
Pero Khadafi se preocupó por movilizar a las fuerzas de seguridad leales y a mercenarios para mantener a raya a quienes estaban tratando de tomar el control de la ciudad petrolera Zawiya, a sólo unos 50 kilómetros al oeste de Trípoli. Zawiya se convirtió ayer en un campo de batalla y, según informó un diario libio que pertenece a la familia Khadafi, unas diez personas habrían sido asesinadas y otras decenas heridas. Pero de acuerdo con lo que pudo reconstruir The New York Times, la batalla podría haber durado unas cuatro horas y haber costado unas cien vidas. Según le dijo un testigo a la cadena británica BBC, quienes están al servicio de Khadafi utilizaron armas de fuego contra los civiles desarmados.
“Ustedes en Zawiya eligieron a Bin Laden”, levantó el dedo el líder libio. “Sus hombres les dieron drogas”, ensayó otra justificación de la revuelta que desafía su dominio de décadas. Sin temerle al absurdo, Khadafi se animó a decir que los narcóticos se propagaban en la comida, en el agua y hasta en el yogur para alentar a los jóvenes a sublevarse. Pero no fue sólo eso. Sin temor de coincidir con quien ha sido su enemigo histórico, afirmó: “Los jóvenes armados, nuestros hijos, son incitados por gente que es buscada por Estados Unidos y el mundo occidental”. Y a continuación, en un tono paternal, pidió a los comités “revolucionarios” que les arrancaran las armas de las manos. “Si quieren que Al Qaida tome el país, ya verán cómo Estados Unidos lo bombardea como a Afganistán o Irak. A Saddam Hussein también lo vincularon con Al Qaida”, hilvanó.
Una vez más, Khadafi volvió a dejar en claro que seguirá resistiendo hasta la muerte y que no piensa abandonar el poder. “¿Renunciar a qué?”, se preguntó. Y respondió que ésa no era una posibilidad que manejara, dado que el único título que ostenta es el de “guía de la revolución” y que sólo cuenta con un poder moral. “En las monarquías, el rey es simbólico, no interviene. Aquí hay comités populares, ustedes tienen el poder”, dijo. Al pasar, Khadafi lanzó una advertencia que desató la alarma en el mundo. “Si los ciudadanos no van a trabajar, se va a cortar el suministro de petróleo”, amenazó.
La sublevación que ya lleva diez días tiene su bastión en la región de Cirenaica, a lo largo de la costa oriental del Mediterráneo libio, desde la frontera con Egipto hasta Benghazi (al este de Trípoli), pasando por Tobruk y Al Baida. Según se pudo saber, las fuerzas leales a Khadafi contraatacaron en Zawiya y además ,informaron medios internacionales, se habían desplazado tropas hasta Sabratha, también al oeste de la capital. Esas dos ciudades serían el epicentro de los disparos indiscriminados de los agentes del régimen.
Según reportó la cadena Al Jazeera, Trípoli sigue convertida en una ciudad fantasma. Las calles están desiertas, a pesar de que Khadafi no convocó a la gente a volver a sus casas sino todo lo contrario. El veterano “guía” llamó a sus seguidores a ocupar los espacios para vaciarlos de disidentes, especialmente a apostarse en la capital para defenderla como el último bastión de lo que alguna vez fue su poder. Las autoridades libias dijeron que en la capital la provisión de alimentos era normal y volvieron a pedir a los comercios, las escuelas y los bancos que retomaran la actividades que desde el martes está paralizada.
Pero todas estas informaciones son difíciles de confirmar. Especialmente, porque los periodistas están confinados al este del país norafricano, que ya está bajo el control de los opositores, después de que se advirtiera desde el gobierno que serían considerados colabores del terrorismo si ingresaban sin el permiso de las autoridades. Probablemente para intentar bajar el tono de esas afirmaciones, ayer salió a hablar en la televisión estatal Seif el Islam, el hijo que Khadafi designó como sucesor. “Adelante, que entren, que crucen y pasen”, los invitó a los reporteros que esperan en la frontera con Túnez.
El hijo del líder libio también aprovechó su alocución para desmentir que haya habido bombardeos contra manifestantes y que los muertos se cuenten en cientos, como vienen denunciando organizaciones internacionales. Sin embargo, su padre pidió perdón a las familias de las víctimas, un rato más tarde. Según datos divulgados en París por la Federación Internacional de Derechos Humanos (FIDH), la represión del levantamiento que se inició el 15 de febrero había dejado hasta el miércoles 23 por la mañana 640 muertos. Prueba de la penosa situación humanitaria son los esfuerzos de numerosos países para repatriar a sus ciudadanos.
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